Charles Bukowski
Rechazado

ocurrió cuando vivía en DeLongpre

y escribía historias verdes para las revistas de sexo

nunca recibí una nota de rechazo

hasta el día en que recibí

una irritante:

«estimado Chinaski:

está bien escrita pero

insinuar que un tipo feo de su edad

se acostó con cuatro mujeres en un día

es simplemente una fantasía

infantil».


estaba allí mirando por la ventana

el día soleado, la acera, el

césped.

«acércate y dame un besito»,

dijo la dama que estaba en el sofá.

sonó el teléfono.

«¿diga?», contesté.

«escucha, cabrón, sé que

estás con alguien. ¡Soy vidente!»

y colgó.

«¿te gusta el traje que llevo?», me preguntó

la dama que estaba en el sofá.

el teléfono volvió a sonar.

«¿diga?», contesté.

era otra dama:

«quiero que vengas esta noche».

"¿quién eres?», le pregunté.

soy Vera», dijo ella.

«allí estaré», le respondí y colgué.

«¿crees que estoy cogiendo muchos

kilos?», me preguntó la dama que estaba en el sofá.

«mira, Susie, ya hemos tenido nuestra ración de sexo,

necesito descansar» le dije.

recogió su bolso, abrió la puerta,

dio un portazo y se largó.

tiré mi relato y la nota de rechazo

a la papelera.

un coche rojo se paró en el césped.

una dama salió de él.

llamó a la puerta y le abrí.

«escucha, hijo de puta», me dijo,

«¡he visto salir a esa mujer! ¿quién era esa

mujer?».

«una amiga, nadie importante», respondí.

«¡pues será mejor que no lo sea!», dijo

ella.

«está muy gorda», dije yo.

«venga ya», dijo ella. «vamos al

dormitorio a tumbarnos un ratito».

la seguí y sonó el teléfono.

«¿no vas a contestar?»,

me preguntó.

«no», le respondí. «no será nada importante».

me senté en el borde de la cama y empecé a

quitarme los zapatos.

ella estaba de pie desabrochándose cosas.

«¿cómo va la escritura?», me preguntó.

«a veces se pone cuesta arriba», le contesté.

«¿y eso?», me preguntó.

«los puñeteros editores no saben nada»,

le contesté.

«¿qué quieres decir?», me preguntó.

«quiero decir», le contesté, «que me rechazan cosas por

razones equivocadas».

ella se deslizó bajo las sábanas y yo me senté

allí desnudo.

«¿alguna vez te han rechazado algo por razones

justas?», me preguntó.

«casi nunca», le respondí, deslizándome bajo las

sábanas.

«¿me quieres?», me preguntó.

«me gustaría», le respondí, «que no te pusieras tanto

maquillaje. te hace parecer una puñetera

puta».

«¿no te gustan las putas?», me preguntó.

entonces su cabeza desapareció bajo las sábanas y

ya no pude verla

pero pude distinguir

ese objeto redondo deslizándose

hacia mi centro.

«espera», le dije, «no tienes que hacerlo

si de verdad no quieres...».


Charles Bukowski de El padecimiento continuo [2009]

Trad. Silvia Barbero