Charles Bukowski
belleza desvanecida
eras, en los mejores momentos,
la delicada idea de una mano delicada
y cuando
bajo el amor de las flores sigo inmóvil y desvanecido
—mientras la araña bebe la hora cada vez más verde—
taño grises campanas,
que una rana diga
una voz ha muerto;
que las bestias del bosque,
los días que han odiado esto,
las tercas esposas de impávido pesar
planeen una pequeña rendición en alguna parte
entre Mexicali y Tampa;
tú desvanecida, los cigarrillos fumados, las hogazas cortadas,
y no vaya a ser que se tome esto por pena irónica;
echa la araña al vino,
resquebraja el endeble cráneo que apenas contenía luz,
haz que todo sea menos aún que un beso traidor,
y resérvame el último baile,
tú mucho más muerta que yo:
soy un cuenco para tus cenizas,
soy un puño para tu aire.
lo más inmenso de la belleza
es descubrirla desvanecida.