Charles Bukowski
Lo que más me gusta es rascarme los sobacos:
Irrepetible
A Bukowski no le disgusta repetirse. Por ejemplo, el episodio de la ninfómana que haciendo el amor hace caer las macetas de geranios sobre la espalda del marido, o que cuenta a Chinaski sus amores con «el hombre del pasador violeta», o que siente repugnancia al comer los caracoles, está tomado totalmente de Notes of a Dirty Old Man; el lector se divertirá en encontrar otros casos de repetición o de nueva redacción.
El lector comprobará asimismo el gran progreso que esta novela significa en comparación con los episodios procedentes de los diarios underground; no solamente en lo que se refiere al estilo, que aquí ya es muy sabio, sino por un uso del lenguaje vernáculo espontáneo y fluido y la presencia de una autoironía todavía incontaminada del cinismo que caracterizará los libros sucesivos y lo suficiente densa, en cambio, como para rozar una personalísima denuncia social mezclada con un fuerte individualismo anarquizante. El retrato de Betty que muere sola en el hospital en el total abandono de las enfermeras y de los médicos suscitará más de una resonancia en cualquiera que haya tenido el infortunio de tener un desgraciado pariente ingresado; y la visión dramática del mundo, típica de Bukowski, reaparece varias veces, por ejemplo en la descripción de los dos papagayos que gritan ignorantes («¿Qué sabían aquellos dos del dolor, encerrados siempre en su jaula?»), o en la descripción de Betty cuando Chinaski reanuda sus relaciones con ella después del divorcio («Se puso el vestido más bonito que tenía, los talones altos, intentó arreglarse. Pero tenía algo de terriblemente triste... Estaba triste, estaba triste, estaba triste... Ambos habíamos sido robados»).