Charles Bukowski: "La última noche en la tierra"

Crítica

Poemas de “La última noche de la Tierra” de Charles Bukowski

Trad. y Prol. de Eduardo Moga. DVD. Barcelona, 2004. 454 págs.

Si lo que sigue puede llamarse mala suerte (no lo sé) Charles Bukowski (1920-1994 ) la tuvo respecto a sus primeras traducciones españolas. Era en los años setenta y a Bukowski se le presentó como un autor sucio, atrevido, pornógrafo y solamente narrador: la poesía llegaría más tarde.

¿Qué esperar de títulos como La máquina de follar o Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones? De otro lado, nada de lo que esos títulos sugieren es mentira. Sólo que tampoco son la entera verdad. Bukowski fue un personaje contradictorio, a quien su vida de emigrante pobre y voluntariamente casi siempre sin trabajo, más su relativamente tardío éxito literario, llevaron –con su temperamento– a crearse un modo de ser ramplón y algo violento, con el que ocultaba una delicadeza y un sentido de la vida que no tenía cabida en el orbe del capitalismo salvaje, sino era en los márgenes. A esa parte más secreta de Bukowski pertenece la poesía, que entre nosotros se conoció tarde. De 1995 es la magnífica antología Peleando a la contra (Anagrama) donde aparece por vez primera en libro, y en España, una amplia muestra de su poesía.

Los críticos crearon para Bukowski la expresión realismo sucio, que luego aplicaron (mal) a poetas y narradores como Raymond Carver, y aún después a españoles como Mañas o Roger Wolfe, influido por Bukowski en poesía. ¿Realismo sucio? Quizá. Pero también realismo ardiente, poesía de la marginalidad, inmensa capacidad de sugerir sin dejar de narrar. El que se enfrente a la poesía de Bukowski, y este largo y último libro Poemas de la última noche de la Tierra, no es mala ocasión para hacerlo, habrá de tener en cuenta que quizás en más del noventa por ciento de sus poemas (algunos breves pueden ser más líricos) son narrativos. Es más, cuentan una historia, incluso con anécdota pero no son un relato. Son poemas. El diálogo, la elipsis, la iluminación de palabras casi aisladas en la página, componen una estructura retórica indefectiblemente poética. Coloquial, áspera, tierna, desesperada o bruta, la poesía de Bukowski (nihilista y vitalista, incluso al envejecer) posee una inmensa fuerza, una nítida pegada que certificando su sensación de biografía y verosimilitud contribuye a que esa fuerza parezca más honda. Bukowski va con mujeres con las que se pega, bebe hasta el delirio, malvive en cuartuchos que no arregla y dice palabrotas con la naturalidad de un académico especializado en germanías, pero esa dureza (que su rostro feo y marcado por señales de granos, costurones, aumentaba) es compatible con un lector voraz con un gran amante de la música clásica y con una vocación a prueba de güisquis.

Poemas de la última noche de la Tierra (1992) fue el último libro que Bukowski publicó. Sin embargo, no es muy diferente de sus otros libros de poemas salvo porque la edad acentúa el tono nihilista y también un cierto lirismo sombrío. Pero eso convive con el Bukowski habitual. Poemas de la última noche de la Tierra es una suerte de autobiografía poética, sin orden cronológico, que abarca desde sus recuerdos alemanes hasta su sentirse viejo, pasando por las mil y una anécdotas de esa vida dedicada al golferío. Este fragmento lo define bien: “sin afeitar/sin dinero/soltaba tacos/me reía/a carcajadas”. Aunque también definen a nuestro poeta otros dos versos: “de joven repartía mi tiempo por igual entre/bares y bibliotecas”. ¿Sucio? Sí. ¿Vulgar, excesivo? También. Pero con una inmensa capacidad literaria. No es raro que a Bukowski (que en su radical anarquismo jugaba a veces a filofascista) le gustara Céline. Y también es normal que le gustara Hemingway, ese hombre que aparentemente recorrió todos los bares del mundo. Desesperado, ordinario, tierno Bukowski ha marcado la literatura y la poesía. Puede gustar o no. Pero no debe ignorarse. Este libro es un buen principio y un buen final. 

Luis Antonio De Villena