Charles Bukowski

Lo que más me gusta es rascarme los sobacos:

Mujeres

Reaparece también su imagen de la mujer: aquí es donde Bukowski traza el retrato de su mujer ideal: «Ella me consolaría en los momentos difíciles, me un­taría el cuerpo de ungüentos, me prepararía de comer, me daría conversación, iría a la cama conmigo. Natural­mente estarían las peleas. Esta es la naturaleza de la mu­jer» : un retrato que tal vez fue una de las causas de los ataque que organizaron contra él los grupos feministas en Alemania con motivo de su visita a Mannheim, Colo­nia y Hamburgo.

El tono general del libro, que impregna todas las es­cenas, es la mezcla de humor y de desolación que aún ahora sigue siendo la característica más precisa de este escritor: sus interiores siempre son mediocres («Los mue­bles estaban viejos y rotos, la alfombra ya no tenía co­lor. El suelo estaba lleno de latas de cerveza vacías. Era el apartamento adecuado»; Bukowski-Chinaski llega a este apartamento, que es el suyo, después de haberse confundido y haber entrado en un apartamento bonito y agradable de otro inquilino) y no menos miserable es el ambiente en que vive con la madre de su hijo («En la nevera no había nada. El fregadero estaba atascado de basuras. Los platos sucios llenaban la mitad del frega­dero, y en el agua, junto con algún plato de papel, flo­taban las latas»). Pero, por ejemplo, la descripción de esta cocina corre mezclada con la frase con la que Chinaski se burla de la mujer, una pacifista militante: «Sé que quieres salvar el mundo. Pero ¿no puedes comenzar por la cocina?»

Con el mismo humor dirigido contra sí mismo, Chinaski se imagina protagonista de escenas a lo Humphrey Bogart: «Le di una bofetada... Le di otra bofetada... La cogí por el escote del vestido y se lo rasgué hasta la cintura», o bien: «Le golpeé en la boca. Tenía la boca llena de sangre y los dientes rotos. Cayó de rodillas, gri­tando, llevándose las manos a la boca... me acerqué a él y le di una patada en el culo... Tomé un sorbo de su cerveza», o bien, hablando de un vigilante mulato que le perseguía: «Era Chambers, que me miraba... Fui al cubo de la basura y, sin dejar de mirarle fijamente, es­cupí dentro de él. Luego me fui. Chambers ya no volvió a molestarme».


en Entrevista a Charles Bukowski por Fernanda Pivano  

18 de enero - 11 de febrero de 1982.