Charles Bukowski
Lo que más me gusta es rascarme los sobacos:
Visita a Barbet Schroeder
En Marina del Rey visitamos a Barbet Schroeder, el director francés de la Nouvelle Vague, en una casa de la Era del Jazz en la playa con toda una hilera de habitaciones para los invitados y la puerta de entrada protegida por una pantalla metálica que se mueve lentamente con la brisa: Schroeder está montando un documental de hora y media sobre Charles Bukowski y una película titulada Barfly (con un guión de Bukowski) de una hora y cuarenta y cinco minutos. Cuando llegamos, Barbet, guapísimo y fascinante, sale a la calle envuelto en un albornoz marrón y descalzo a la californiana para comprar libros a un vendedor que tiene su escasa mercancía esparcida por el suelo, como en la India. Casi saltando por encima de uno de esos colosales automóviles americanos, entramos en casa e inmediatamente Barbet monta la instalación para que Bukowski hable durante largo rato, en la pantalla en color, con su gran nariz de borrachín y sus ojos entornados de animal perseguido, un vaso casi simbólico en la mano, y el lento cuerpo reclinado en anchas butacas.
Después de unas horas viendo los films en el video en espera de que la tarde avance lo suficiente para permitir que Bukowski haya regresado a casa de las carreras y Linda Lee haya cerrado su tienda de sandwiches vegetarianos, nos dirigimos en el coche alquilado en Los Angeles, yo con mi grabador y Joe con los dumbbells, los pesos para ejercitar los músculos del brazo, que quiere regalar a Bukowski porque el escritor lleva años contando a los amigos íntimos que a los sesenta años «comenzara a ponerse en forma» y ayer cumplió los sesenta años.