Charles Bukowski
Lo que más me gusta es rascarme los sobacos:
Anarquista
¡Ay de quien busca una ideología política en Bukowski!, anarquista hasta el último estadio y todo lo rebelde que se pueda ser. Su ideal masculino se desprende del relato Un hombre auténtico: «Siempre he admirado al malo, al forajido, al hijo de puta. No me gustan los buenos chicos de pelo corto, corbata y un buen empleo. Me gustan los hombres desesperados, los hombres con los dientes rotos y el cerebro roto... Me interesan más los pervertidos que los santos. Con los vagabundos consigo relajarme porque yo también soy un vagabundo. No me gustan las leyes, la moral, las religiones, las reglas. No me gusta dejarme moldear por la sociedad.»
Es una sociedad que Bukowski sólo ha conocido en su aspecto más cruel, el de la pobreza. Sus descripciones de los hospitales de pobres, en los cuales ingresó siendo adolescente cuando le abrían los forúnculos del acné con un bisturí eléctrico o cuando, ya hombre y a punto de morir por una hemorragia del alcoholismo, le abandonaron desmayado por el suelo, surgen del relato Confesiones de un hombre suficientemente loco como para ponerse a vivir con los animales con un dramatismo más aumentado que disminuido por la extraordinaria agilidad de la escritura, sin un exceso retórico, sin una exageración melodramática e incluso sin indulgencia hacia los excesos localistas de otras páginas suyas. En el mismo relato y con el mismo tono Bukowski nos cuenta su experiencia de mozo de matadero, y el lector sacará sus conclusiones de la comparación.
También en esta recopilación son frecuentes los episodios repetidos, como en el relato Como aman los muertos de la emboscada organizada que termina con una paliza recibida por quien tenía que darla, o en el relato Confesiones de un hombre suficientemente loco como para ponerse a vivir con los animales del matrimonio preparado por correspondencia con la directora de una revista literaria de Texas que luego resulta ser ninfómana y millonaria.