Charles Bukowski - El Capitán Salió A Comer Y Los Marineros Tomaron El Barco 

03-11-91

12.48 h.

Hoy no he ido al hipódromo. He tenido la garganta irritada y un dolor en la parte de arriba de la cabeza, un poco hacia el lado derecho. Cuando llegas a los 71 nunca sabes cuándo te va a explotar la cabeza a través del parabrisas. Sigo agarrando alguna buena borrachera de vez en cuando, y fumo muchos más cigarrillos de la cuenta. El cuerpo se me mosquea cuando lo hago, pero también hay que alimentar la mente. Y el espíritu. Beber alimenta mi mente y mi espíritu. En fin, hoy me he quedado en casa, y no me he levantado hasta las 12.20. 

Un día tranquilo. Me metí en el jacuzzi como un pez gordo. Brillaba el sol y el aguan burbujeaba y se arremolinaba, caliente. Me relajé. ¿Por qué no? Ponerse a tono. Intentar sentirse mejor. El mundo entero es un saco de mierda que se está rompiendo por las costuras. Yo no lo pudo salvar. Pero he recibido muchas cartas de gente que afirma que mi escritura le ha salvado el pellejo. Pero yo no la escribí para eso, la escribí para salvar mi propio pellejo. Siempre estuve al margen, nunca encajé. Eso lo descubrí en el patio del colegio. Y otra cosa que aprendí fue que aprendía muy lentamente. Los otros tíos los sabían todo; yo no sabía un carajo. Todo estaba bañado de una luz blanca y mareante. Yo era un estúpido. Y no obstante, aunque fuera estúpido, sabía que no era completamente estúpido. Tenía un pequeño rinconcito de mí mismo que estaba protegiendo; allí había algo. Qué importa. Aquí estaba ahora, en el jacuzzi, y mi vida se estaba acabando. No me importaba, ya había visto el circo. Aun así, siempre hay más cosas que escribir, hasta que me lancen a las tinieblas o a lo que sea. Eso es lo bueno de las palabras, que siguen trotando hacia delante, buscando cosas, formando oraciones, pasándoselo en grande. Yo estaba lleno de palabras, y seguían brotando, en buena forma. Tenía suerte. En el jacuzzi. Garganta irritada, dolor de cabeza, pero tenía suerte. Viejo escritor en jacuzzi, divagando. Agradable, agradable. Pero el infierno está siempre ahí, esperando para desovillarse. 

Mi viejo gato rubio se me acercó y me miró mientras estaba en el agua. Nos miramos el uno al otro. Ambos lo sabíamos todo y no sabíamos nada. Luego se marchó. 

El día fue trascurriendo. Linda y yo comimos en algún sitio, no recuerdo dónde. La comida no era demasiado buena, y el local estaba abarrotado con la típica gente de los sábados. Estaban vivos pero no estaban vivos. Sentados a las mesas y en los reservados, comiendo y hablando. Un momento, Dios mío, eso me ha recordado algo. El otro día comí por ahí antes de ir al hipódromo. Me senté al mostrador, el local estaba completamente vacío. Ya me habían traído lo mío y estaba comiendo. Un hombre entró y se sentó JUSTAMENTE A MI LADO. Había 20 o 25 asientos libres. Se sentó a mi lado. La cosa es que no me gusta demasiado la gente. Cuanto más lejos estoy de ella mejor me siento. Y el tipo ese pidió lo suyo y empezó a hablar con la camarera. A hablar de fútbol profesional. Yo mismo lo veo a veces, pero ¿por qué hablar de ello en una cafetería? Hablaron y hablaron, comentarios sobre esto y lo de más allá. Venga y venga. Jugador favorito. Quién debería ganar, etc. Y luego alguien que estaba sentado en un reservado se unió a la conversación. Supongo que no me hubiera importado tanto si no hubiera estado codo a codo con aquel gilipollas que tenía al lado. Un buen tipo, no digo que no. Le gustaba el fútbol. Seguro. Americano. Sentado junto a mí. Olvídalo. 

Así que sí, comimos algo, Linda y yo, volvimos a casa, y el día se deslizó tranquilamente hacia la noche, y luego, justo después de que anocheciera, Linda notó algo. Se le daba bien eso. La vi entrar por el patio de atrás y me dijo: “El viejo Charley se ha caído, han venido los bomberos.” 

El viejo Charley es un tío de 96 años que vive en la casa grande de al lado de la nuestra. Su mujer murió la semana pasada. Estuvieron casados 47 años. Salí al porche y allí estaba el camión de los bomberos. Había un individuo allí de pie. 

—Soy el vecino de Charley. ¿Está vivo? 

—Sí —me dijo. 

Era evidente que estaban esperando a la ambulancia. El camión de los bomberos había llegado primero. Linda y yo esperamos. Llegó la ambulancia. Era extraño. Se bajaron dos tipos canijos, parecían bastante pequeños. Se quedaron allí de pie, uno junto a otro. Tres tipos del camión de los bomberos los rodearon. Uno de ellos empezó a hablar con los canijos. Ellos asentían con la cabeza. Luego se acabó la charla. Fueron a la ambulancia y sacaron la camilla. La subieron por la larga escalinata hasta la casa. 

Estuvieron mucho tiempo allí dentro. Luego salieron. El viejo Charley estaba atado a la camilla. Cuando se disponían a cargarlo en la ambulancia, nos acercamos. 

—Aguanta, Charley — le dije. 

—Te estaremos esperando cuando vuelvas —dijo Linda. 

—¿Quiénes sois vosotros? —preguntó Charley.

—Somos tus vecinos —respondió Linda. 

Luego lo metieron en la ambulancia y se marcharon. Un coche rojo iba detrás, con 2 familiares dentro. 

Mi vecino de enfrente cruzó la calle y se nos acercó. Nos dimos la mano. Habíamos agarrado un par de borracheras juntos. Le contamos lo de Charley. A todos nos indignaba un poco que sus parientes lo dejaran tanto tiempo solo. Pero no podíamos hacer gran cosa. —

Tendrías que ver mi cascada —dijo mi vecino. 

—Bueno, venga —dije—. Vamos a verla. 

Fuimos hasta allí, pasamos junto a su mujer y sus hijos y salimos al patio de atrás. Rodeamos la piscina, y efectivamente, allí estaba: una ENORME cascada. Subía por un pequeño precipicio al fondo del jardín, y parte del agua parecía salir del tronco de un árbol. Era descomunal. Y construida con enormes y hermosas piedras de diferentes colores. El agua caía rugiendo, iluminada por luces. Era difícil de creer. Había un obrero allí, trabajando todavía en la cascada. Ya no quedaba nada por hacer. 

Le di la mano al obrero. 

—Ha leído todos tus libros —dijo mi vecino. 

—No jodas —dije. 

El obrero me sonrió. Luego entramos en la casa otra vez. Mi vecino me preguntó: 

—¿Te apetece un vaso de vino? 

—No, gracias —le dije. Luego le expliqué lo de la garganta irritada y el dolor que tenía en la parte de arriba de la cabeza. 

Linda y yo cruzamos otra vez la calle y volvimos a casa. 

Y, básicamente, eso fue todo aquel día y aquella noche.

Charles Bukowski en The Captain is Out to Lunch and the Sailors Have taken Over the Ship

Black Sparrow Press - Santa Bárbara, [(1983) 1998]