Charles Bukowski
De vuelta a la ametralladora
me despierto a eso de mediodía y salgo a recoger el correo
con mi viejo albornoz raído.
el pelo me cae sobre los ojos
voy descalzo
a paso ligero por encima de piedrecillas afiladas
por el sendero
todavía temeroso del dolor tras la barba de cuatro días.
la joven ama de casa de al lado sacude una alfombra
por la ventana y me ve:
“¡hola, Hank!”.
¡hostia! es casi como que te disparen en el culo
con un calibre 22.
“hola”, contesto
al tiempo que recojo la factura de la Visa, los cupones del Pennysaver,
un aviso de impago del Dept. de Aguas y Electricidad,
una carta de los de la hipoteca
además de una demanda del Departamento de Eliminación de Malas Hierbas
que me da 30 días para limpiar el jardín.
regreso a paso de ratón por las piedrecillas afiladas
pensando, igual más vale que escriba algo esta noche,
por lo visto se me
están echando todos encima.
solo hay una manera de enfrentarse a esos cabrones.
las carreras nocturnas de trotones tendrán que esperar.