Charles Bukowski
Lo que más me gusta es rascarme los sobacos:
En la casa en San Pedro
Así llegamos a San Pedro. Después de una parada en la licorería justo en la esquina de la calle donde Bukowski se ha comprado una casa con jardín y un garaje para el BMW nuevo y el viejo Volkswagen («Todo comprado para no pagar los impuestos», repite gustosamente el escritor), en busca de su vino alemán predilecto al que ahora es fiel después de haber descubierto repentinamente que la cerveza «le hace daño», se llega a la villa completamente oculta por unas madreselvas silvestres y a la que se accede por un pasadizo tan estrecho que el coche al pasar roza las paredes.
Linda Lee Beighle, protagonista de la novela Mujeres con el nombre de Sara y protagonista de varios años de su vida, está trabajando, con las manos protegidas por enormes guantes, en el jardín repleto de frutales, de macizos de rosas y de grandes flores californianas dispuestas alrededor de una larga tumbona metálica y algún otro mueble de jardín. Guapa, joven, con la cara castigada pero con la tierna mirada de los antiguos «Hijos de las Flores», viene a nuestro encuentro sacándose los guantes y nos hace sentar en una gran sala de estar estilo California suburbana, con amplios divanes a la americana (uno de ellos algo desgastado frente a la chimenea) entre los cuales se mueven tres gatos, el blanco de Linda, el vagabundo recogido en la calle mientras moría de hambre, y el de Sam-del-burdel, que se llama Butch Van Gogh y ha sido salvado de una pelea callejera. En la repisa de la chimenea aparecen, perfectamente alineadas y con las etiquetas a la vista, sesenta y una botellas de cerveza, todas ellas de diferentes marcas: una botella por cada año de vida del escritor más una de buena suerte en las intenciones del amigo que le ha hecho el regalo.