Charles Bukowski
la suerte no era una dama
cuando era la mitad de viejo, me sentaba
en los bares, me hundía ahí
hasta las orejas
pensando que algo me iba a pasar,
quiero decir, con las mujeres:
"hey, nena, escuchame, la costa dorada
llora por tu belleza..."
o algo así.
sus cabezas nunca se volvían, miraban
adelante, derecho hacia adelante,
aburridas.
"hey, nena, escuchame, soy un
genio, ha ha ha..."
silenciosas ante el espejo del bar, esas
mágicas criaturas, esas sirenas secretas,
de piernas largas, vestidos ajustados,
tacos altos, aros, bocas de
frutilla, se sentaban ahí, se sentaban ahí
se sentaban ahí.
una de ellas me dijo, "me
aburrís".
"no, nena, lo que pasa es que
no lo entendiste".
"oh, callate".
entonces llegaba algún dandy, algún tipo
pulcro, de traje, bigote, corbata.
era flaco, luminoso, delicado
y tan canchero
y las damas lo llamaban
por su nombre: "¡oh, Murray, Murray!"
o algo así.
"¡hola, chicas!"
yo sabía que le pasaba el trapo
a cualquiera de esos boludos,
pero no importaba mucho en el orden
de las cosas,
las damas se juntaban alrededor de Murray
(o algo así) y yo seguía pidiendo
tragos,
compartiendo la música con ellas
y escuchando la risa desde
afuera.
me preguntaba qué cosas maravillosas
me estaba perdiendo, el secreto de la
magia, algo que sólo ellas conocían,
y me sentía de nuevo el idiota en el
patio de la escuela -a veces un hombre nunca
sale de ahí,
todos pueden ver la marca.
así que
yo estaba aparte,
"soy la cara perdida de
Jano", decía en medio de algún
silencio momentáneo.
por supuesto, para ser
ignorado.
ellas se subían a
los autos
fumando
riendo
y finalmente se iban hacia
alguna victoria
consumada,
abandonándome a mis tragos
sólo yo
sentado ahí
la cara del mozo cerca de
la mía:
"¡YA CERRAMOS!"
su gorda e indiferente cara
barata bajo la luz
barata.
yo tomaba mi último trago
salía hacia mi viejo auto
aguantándome
subía
manejaba siempre con mucho cuidado
hasta mi habitación
alquilada.
recordaba el patio de la escuela
otra vez,
el recreo,
me elegían último para
el partido de fútbol,
el mismo sol brillando sobre mí
y sobre ellos,
pero ahora era de noche y
casi toda la gente del mundo
estaba con alguien.
un cigarrillo colgaba de mis labios
y yo escuchaba el ruido
del motor.