Charles Bukowski
El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco

28-08-92

12.40 h.

Hay miles de trampas en la vida, y la mayoría de nosotros caemos en muchas de ellas. La idea, no obstante, es evitar tantas como sea posible. Hacerlo te ayuda a mantenerte tan vivo como puedas hasta que te mueras…

La carta llegó de las oficinas de una de las grandes cadenas de televisión. Era bastante sencilla, y decía que cierto individuo 

—llamémosle Joe Singer— quería venir a verme. Para hablar de ciertas posibilidades. En la primera página de la carta había pegados 2 billetes de cien dólares. En la segunda página otros cien. Yo salía para el hipódromo en ese momento. Comprobé que los billetes de cien dólares despegaban de las páginas muy bien, sin resultar dañados. Había un número de teléfono. Decidí llamar a Joe Singer esa noche, después de las carreras.

Y así lo hice. El tono de Joe era informal y relajado. La idea, me dijo, era crear una serie de televisión basada en un escritor  como yo. Un tipo viejo que seguía escribiendo, bebiendo, apostando a los caballos.

—¿Por qué no nos vemos y hablamos? —me preguntó.

—Tendrás que venir aquí —dije—. Por la noche.

—Muy bien —dijo—. ¿Cuándo?

—Pasado mañana por la noche.

—De acuerdo. ¿Sabes quién quiero que te interprete a ti?

—¿Quién?

Mencionó el nombre de un actor, llamémosle Harry Dane. Siempre me gustó Harry Dane.

—Estupendo —dije—. Y gracias por los 300 dólares.

—Queríamos atraer tu atención.

—Lo conseguisteis.

Bueno, llegó la noche acordada y allí estaba Joe Singer. Parecía bastante agradable, inteligente, relajado. Bebimos y charlamos, de caballos y diversas cosas. No mucho de series de televisión. Linda, mi mujer, estaba con nosotros.

—Pero cuéntanos más de la serie —dijo.

—Tranquila, Linda —dije—. Estamos rompiendo el hielo...

Creo que Joe Singer había venido más o menos a ver si yo estaba loco.

—Muy bien —dijo, echando mano de un maletín—, aquí tengo un borrador de la idea...

Me entregó 4 o 5 hojas de papel. Se trataba más que nada de una descripción del personaje principal, y me pareció que me habían retratado bastante bien. El viejo escritor vivía con una chica recién licenciada, y ella hacía todo su trabajo sucio, le

organizaba recitales y cosas de ésas.

—Los de la cadena de televisión querían que metiéramos a una chica joven, ya sabes 

—dijo Joe.

—Ya —dije.

Linda no dijo nada.

—Bueno —dijo Joe—, tú échale otro vistazo a esto.

Hay también algunas ideas, ideas para argumentos; cada episodio tendrá un enfoque diferente, ya sabes, pero todo estará basado en tu personaje.

—Ya —dije. Pero estaba empezando a inquietarme un poco.

Bebimos durante un par de horas más. No recuerdo gran cosa de la conversación. Simple charla. Y la noche tocó a su fin...

Al siguiente, después de las carreras, le eché un vistazo a la página que recogía las ideas para los distintos episodios de la serie.

1. Los deseos de Hank de cenar langosta se ven frustrados por activistas defensores de los derechos de los animales.

2. Una secretaria arruina las posibilidades que se le habían presentado a Hank para enrollarse con una admiradora de su poesía.

3. En honor a Hemingway, Hank se acuesta con una fulana llamada Millie, cuyo marido, que es jockey, quiere pagarle por seguir acostándose con ella. Debe haber una trampa.

4. Hank accede a que un joven artista le pinte un retrato; el pintor lo presiona hasta hacerle confesar sus propias experiencias homosexuales.

5. Un amigo de Hank quiere convencerlo para que invierta en su último proyecto: un sistema para el aprovechamiento industrial de vómitos reciclados.

Llamé a Joe por teléfono.

—Me cago en la puta, tío, ¿qué es eso de una experiencia homosexual? No he tenido ninguna.

—Bueno, no tenemos por qué usar esa idea.

—Sí, mejor que no lo hagamos. Oye, mira, ya te llamaré, Joe.

Colgué el teléfono. Las cosas se estaban poniendo raras.

Llamé por teléfono a Harry Dane, el actor. Harry había estado en mi casa dos o tres veces. Tenía una cara grande y curtida y hablaba claro. Era muy poco afectado. Me caía bien.

—Harry —le dije—, hay un equipo de televisión, una cadena, que quiere hacer una serie basada en mí, y quieren que tú interpretes mi personaje. ¿Has tenido noticias suyas?

—No.

—He pensado que quizá podrías reunirte con el tipo ese de la serie, y a ver qué pasa.

—¿Qué cadena es?

Le dije la cadena.

—Pero eso es televisión comercial, censura, anuncios, risas grabadas.

—El tipo este, Joe Singer, afirma que tienen mucha libertad de acción.

—Hay censura, no puedes ofender a los anunciantes.

—Lo que más me gustó es que te quería a ti para el papel principal. ¿Por qué no vienes por casa y hablas con él?

—Me gusta lo que escribes, Hank. Si pudiéramos hacerlo para una cadena de televisión por cable, puede que saliera bien.

—Bueno, sí. Pero ¿por qué no vienes por casa, a ver lo que te cuenta? Hace tiempo que no nos vemos.

—Sí, es verdad. Bueno, iré, pero más que nada para veros a ti y a Linda.

—Muy bien. ¿Qué te parece pasado mañana por la noche? Yo lo arreglo todo.

—De acuerdo —dijo.

Llamé a Joe Singer.

—Joe. Pasado mañana por la noche, a las 9. Va a venir Harry Dane.

—Muy bien, estupendo. Podemos enviar una limusina a recogerle.

—¿Vendría él solo en la limusina?

—A lo mejor. O a lo mejor viene gente nuestra con él.

—Bueno, no sé. Deja que te vuelva a llamar...

—Harry, quieren enrollarte, quieren enviar una limusina a recogerte.

—¿Sería para mí solo?

—El tipo ese no estaba seguro.

—¿Me puedes dar su número de teléfono?

—Sí, claro.

Y eso fue todo.

Cuando llegué de las carreras al día siguiente, Linda me dijo:

—Ha llamado Harry Dane. Hablamos de lo de la tele. Me preguntó si necesitábamos dinero. Le dije que no.

—¿Sigue en pie lo de venir mañana?

—Sí.

Al día siguiente volví un poco más temprano del hipódromo. Decidí meterme en el jacuzzi. Linda estaba fuera, probablemente comprando bebidas para la reunión. A mí, por mi parte, empezaba a asustarme lo de la serie de televisión. Podían joderme vivo. Viejo escritor hace esto. Viejo escritor hace lo otro. Risas. Viejo escritor se emborracha y no llega a un recital de poesía. Bueno, eso no estaría tan mal. Pero yo no iba a querer escribir aquella mierda, así que los guiones no iban a ser tan buenos. Yo había escrito durante décadas en cuartuchos, había dormido en los bancos de los parques, había pululado en los bares, había desempeñado los más estúpidos trabajos, dedicándome al mismo tiempo a escribir, y a escribir exactamente como yo quería y como consideraba que debía hacerlo. Mi obra, finalmente, estaba siendo reconocida. Y seguía escribiendo como quería y como consideraba que debía hacerlo. Seguía escribiendo para no volverme loco; seguía escribiendo, intentando explicarme esta maldita vida a mí mismo. Y allí me teníais, dejándome engatusar para hacer una serie televisiva para una cadena comercial. Lo que tantos esfuerzos me había costado podía acabar barrido por las carcajadas de una comedia de situaciones con risas grabadas. Dios mío, Dios mío.

Me desvestí y salí fuera para meterme en el jacuzzi. Iba pensando en la serie de televisión, en mi pasado, en mi presente, y en todo lo demás. Estaba un poco distraído. Me metí en el jacuzzi por el lado equivocado.

Me di cuenta en cuanto metí los pies en el agua. No había escalones en ese lado. Ocurrió muy deprisa. Más adentro había una pequeña plataforma para sentarse. Puse el pie derecho encima, resbalé, y perdí el equilibrio.

“Te vas a golpear la cabeza contra el borde del jacuzzi”, pensé.

Me concentré en echar la cabeza hacia delante mientras caía, y al infierno con todo los demás. Mi pierna derecha absorbió el grueso de la caída; me la doblé, pero conseguí evitar golpearme la cabeza contra el borde. Luego me quedé flotando en el agua

burbujeante, sintiendo las punzadas de dolor en la pierna derecha. Ya me dolía antes, y ahora la tenía fastidiada de verdad. Toda aquella situación me hizo sentirme estúpido.

Podría haber perdido el conocimiento. Podría haberme ahogado. Linda hubiera regresado y me hubiera encontrado flotando, muerto.

FAMOSO ESCRITOR, EX POETA CALEEJERO Y BORRACHO, ENCONTRADO MUERTO EN SU JACUZZI. ACABABA DE FIRMAR UN CONTRATO PARA UNA COMEDIA DE SITUACIONES BASADA EN SUVIDA.

A eso ni siquiera se le puede llamar un final innoble. Eso es sencillamente que los dioses te caguen encima por completo.  Conseguí salir del jacuzzi y entrar en casa. Casi no podía andar. Cada paso que daba con la derecha me arrancaba un terrible dolor que me subía por la pierna, desde el tobillo hasta la rodilla. Fui cojeando hasta la nevera y saqué una cerveza...

Harry Dane llegó primero. Había venido en su propio coche. Sacamos el vino y empecé a servir copas. Cuando llegó Joe Singer ya nos habíamos tomado unas cuantas. Hice las presentaciones. Joe le explicó a Harry las características generales de la serie televisiva propuesta. Harry estaba fumando y bebiéndose el vino con bastante prisa.

—Sí, sí —decía—, pero ¿con banda sonora? Y Hank y yo tendríamos que tener un control total del material. Y luego, no sé. Está la censura...

—¿Censura? ¿Qué censura? —preguntó Joe.

—Los patrocinadores. Tienes que complacer a los patrocinadores. Hay un límite que no puedes traspasar con el material que tratas.

—Tendremos plena libertad -dijo Joe.

—Es imposible —dijo Harry.

—Las risas grabadas son horribles —dijo Linda.

—Sí —dije yo.

—Y, además —dijo Harry—, yo he trabajado en series de televisión. Es un agobio, te ocupa horas y horas todos los días, es peor que rodar una película. Es un trabajo duro.

Joe no contestó.

Todos seguimos bebiendo. Pasó un par de horas.Las mismas cosas parecieron repetirse una y otra vez. Harry decía que quizá deberíamos plantearle el proyecto a una cadena de televisión por cable. Y que las risas grabadas eran horrorosas. Y Joe decía

que todo saldría bien, que en la televisión comercial había libertad de sobra, que los tiempos habían cambiado. Era realmente aburrido, realmente espantoso. Harry le estaba pegando al vino a base de bien. Luego empezó a hablar de los problemas del mundo, y de las principales causas que los provocaban. Tenía una frase determinada que repetía bastante a menudo. Era una buena frase. Desgraciadamente, era tan buena que se me ha olvidado. Pero Harry seguía largando.

De repente Joe se puso de pie de un salto.

—¡Maldita sea! ¡Vosotros también habéis hecho un montón de películas malas! ¡La televisión ha hecho algunas cosas buenas! ¡No todo lo que hacemos es putrefacto! ¡Vosotros no hacéis más que sacar películas de mierda!

Luego entró corriendo en el baño.

Harry me miró e hizo una mueca.

—Oye, se ha mosqueado, ¿eh?

—Sí, Harry.

Serví más vino. Nos quedamos sentados, esperando. Joe Singer se quedó en el baño mucho tiempo. Cuando salió, Harry lo llevó aparte y estuvo hablando con él. No oí lo que decían. Creo que Harry sentía pena de él. Poco después, Singer empezó a

recoger sus cosas y a meterlas en el maletín. De camino a la puerta, se volvió hacia mí.

—Te llamaré —me dijo.

—Muy bien, Joe.

Y luego ya se había marchado.

Linda, yo y Harry seguimos bebiendo. Harry siguió hablando de los problemas del mundo, y repitiendo esa frase suya tan buena que se me ha olvidado. No hablamos demasiado de la serie televisiva. Cuando Harry se marchó, nos preocupó que cogiera el coche. Le dijimos que podía quedarse. Rechazó la invitación. Dijo que llegaría sin problemas. Afortunadamente, así fue.

Joe Singer llamó al día siguiente por la tarde.

—Oye, mira, no necesitamos a ese tipo. No quiere trabajar. Podemos buscar a otro.

—Pero Joe, una de las principales razones por las que me interesé en un principio fue la posibilidad de contar con Harry Dane.

—Podemos buscar a otro. Ya te escribiré, te enviaré una lista, voy a trabajar en ello.

—No sé, Joe...

—Te escribiré. Y oye, he hablado con la gente y me han dicho que vale, que nada de risas grabadas. E incluso me han dicho que podíamos ir a una cadena de televisión por cable. Y eso me ha sorprendido, porque trabajo para ellos, no para una cadena de televisión por cable. De todas formas, te enviaré una lista de actores...

—Muy bien, Joe...

Seguía metido en el berenjenal. Ahora quería escapar, pero no sabía cómo decírselo a Joe. Cosa que me sorprendía, porque normalmente se me daba muy bien quitarme a la gente de encima. Me sentía culpable, porque probablemente Joe había invertido ya mucho trabajo en el asunto. Y, en un principio, ante la sugerencia inicial, es probable que la idea de una serie basada principalmente en mí hubiera halagado mi vanidad. Pero ahora ya no me parecía una buena idea.Me sentía incómodo con todo el asunto.

Un par de días después llegaron las fotos de los actores, una pila de ellas, con un círculo trazado alrededor de los favoritos. El número de teléfono del agente se incluía junto a la foto de cada actor. Me repugnaba mirar todas aquellas caras, la mayoría de

ellas sonrientes. Eran caras sin carácter, vacías, muy al estilo de Hollywood, absolutamente horripilantes.

Junto con las fotos venía una breve nota:

“... me marcho 3 semanas de vacaciones. Cuando vuelva me voy a poner con todo esto en serio...”

Las caras fueron la gota que colmó el vaso. Ya no podía con todo aquello. Me senté ante el ordenador y lo solté todo.

“... He estado pensando detenidamente en tu proyecto y, francamente, no puedo hacerlo. Significaría el fin de mi vida tal como la he vivido y he querido vivirla. Es una intrusión demasiado grande en mi existencia. Me haría muy infeliz, me deprimiría. Esta sensación me ha ido embargando poco a poco, pero no sabía muy bien cómo explicártela. Cuando tú y Harry Dane discutisteis la otra noche, me alegré mucho, pensé que por fin todo se había terminado. Pero ahora vuelves a la carga con una nueva lista de actores. Quiero olvidarme de esto, Joe, no puedo soportarlo. Lo presentí desde el principio, y esa sensación se fue haciendo cada vez más fuerte a medida que avanzaban las cosas. No es que tenga nada contra ti, eres un joven inteligente que quiere inyectarle sangre nueva al panorama televisivo; pero que no sea la mía. Puede que no entiendas mis temores, pero créeme, son de lo más real. Debería sentirme honrado de que quieras exhibir mi vida ante las masas, pero, de verdad, la idea me aterroriza, tengo la sensación de que mi vida misma está en peligro. Tengo que escapar de esto. No puedo dormir por las noches, no puedo pensar, no puedo hacer nada.

Te lo ruego, nada de llamadas telefónicas, ni de cartas. Nada puede cambiar esta decisión.”

Al día siguiente, de camino al hipódromo, eché la carta a un buzón. Me sentí renacer. Puede que aún tuviera que luchar un poco más para verme completamente libre. Pero estaba dispuesto incluso a acudir a los tribunales. Lo que fuera. En cierto modo me daba pena Joe Singer. Pero, maldita sea, era libre otra vez.

En la autopista encendí la radio y tuve la suerte de dar con algo de Mozart. La vida podía ser buena en ocasiones, pero a veces eso dependía en parte de nosotros.

Charles Bukowski en The Captain is Out to Lunch and the Sailors Have taken Over the Ship

Black Sparrow Press - Santa Bárbara, [(1983) 1998]