Charles Bukowski
Lo que más me gusta es rascarme los sobacos:
Última novela
Pasó un año antes de que, en 1978, apareciera la que es por ahora su última novela (en espera de la ya anunciada en la que contará la historia de su infancia y de su juventud hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial), en Women [Mujeres, Anagrama, 1981] reaparece la oveja negra inmadura, irresponsable, amoral, además de arruinado y sin trabajo, alcoholizado e impotente y todo lo que se quiera de Factótum [Factótum, Anagrama, 1980], volviendo a proponer la autobiografía de Bukowski, centrada en esta ocasión en torno a una veintena de experiencias femeninas después de cuatro años de abstinencia sexual.
Cuando la escribió, Bukowski ya era famoso, más en Europa que en Norteamérica, pero también allí, como lo demuestran las decenas de recensiones que acogieron Factótum. Misántropo tal vez por miedo al sufrimiento vivido en el pasado, y más intelectual de lo que demuestran sus libros, con su ininterrumpido interés por la música clásica y las lecturas refinadas, en Women Bukowski oculta bajo nombres inventados los personajes reales de su vida: por ejemplo Douglas Blazek, que se ha ocupado del volumen A Bukowski Sampler aparecido en 1969, se convierte en Doug Fazzick, la dulce Linda Lee Beighle, que lleva varios años conviviendo con él, se convierte en Sara, la poetisa Linda King, con la que tuvo una tempestuosa relación que duró tres años, se convierte en Lydia Vanee, «Cupcakes» O'Brien, que le inspiró la recopilación de poemas Scarlet de 1976, se convierte en Tammie.
Ahora Bukowski escribe sin inseguridad, si es que alguna vez la ha tenido: escribe con una facilidad y una agilidad indiscutibles, evidente fruto de su larga experiencia. Es consciente de que se ha afirmado entre los escritores «importantes» («Ah, tú eres Chinaski, el legendario Chinaski. Tienes imagen», dice de sí mismo en la residencia universitaria donde duerme después de un reading), pero sigue mostrando su desprecio hacia la cultura oficial («Los camareros leían a Traman Capote, Yo sólo leía los resultados de las carreras», «Miré los resultados de las carreras, luego leí los sucesos, navajazos, estupros y asesinatos»), aunque bajo el estímulo de tantas entrevistas y de tanta curiosidad de los media, intenta explicar su técnica compositiva («Me limito a existir. Luego intento recordar y largar unas cuantas cosas») o evoca los tiempos difíciles («Recordé los viejos tiempos, cuando me apañaba con una tableta de chocolate al día y enviaba cuentos escritos con bolígrafo al «Atlantic Monthly» y a «Harper's») o explica su situación de alcoholizado («¿Crees que el alcohol te ha ayudado a llegar a ser un escritor?», «No. No soy más que un alcohólico que ha decidido hacer de escritor para poder quedarse en la cama todos los días hasta las doce de la mañana»).
Su humor no lo traiciona jamás y Bukowski se refiere ahora a sí mismo como a un hecho obvio («Siempre me leía tus cartas. Divertidas. Nos hacías reír»). Pero que nadie piense que este humor le ha llevado a vencer la desesperación y la furia. A comienzos del libro Bukowski afirma: «Yo estaba contento de no estar enamorado, de no estar en paz con el mundo. A mí me gusta meterme con todo y con todos», afirmación que reaparecí cuando manifiesta: «Alimento un odio sincero tanto por las instrucciones como por las autopistas», o «Humanidad, no paras de tocarme los cojones. Esta es mi frase» y así sucesivamente, hasta el punto de intentar una interpretación psicoanalítica de su animosidad: «Ha sido mi infancia, comprendes. Nunca he conocido el amor», repetida posteriormente cuando dice: «Es culpa de mi infancia, comprendes. Nada de amor, nada de afecto.»