Capitulo 108- El gran desastre que se avecina

El último acto de Chisha Gold, haciéndose pasar por el Emperador, fue incomprensible.

???: ――――

Tras ser expulsado del trono, Vincent Vollachia comenzó a dar su nombre como Abel, obtuvo el apoyo del Pueblo de Shudrak en el gran bosque del este y se puso personalmente al frente de una rebelión que había trastornado el Imperio. Esto no era lo que él había esperado al planificar el futuro, sino más bien el plan de Chisha, que había ido deliberadamente hasta el final, cometiendo así traición, y alejando a Vincent de la Capital Imperial. No daría marcha atrás tan fácilmente.

Por ello, había tomado medidas para informarle claramente de que sus acciones, de que sus motivos, eran inútiles. El destino de muerte, provocado por el Contemplaestrellas, era algo a lo que Abel se había resignado hacía mucho tiempo, desde que adquirió conciencia de sí mismo como Príncipe Imperial de Vollachia.

Cuando se recibió el mandamiento y la advertencia, se predijo que a la muerte del Emperador que había ascendido al trono, comenzaría el Gran Desastre, que iba a traer la ruina. No era como si él mismo hubiera sido mencionado por su nombre. Sin embargo, en el momento en que había visto el aviso previo, confiaba en que sería él quien ascendería a la silla de Emperador.

Confiaba en que, de no ser por él, el Imperio de Vollachia no podría salvarse. A sus otros hermanos y hermanas no podía confiarles ese gran deber. Poniendo en ello la totalidad de sus capacidades y de su potencial, Vincent Abellux ocuparía el puesto de Emperador, y como Vincent Vollachia, tomaría las medidas para que el Imperio no se deshiciera.

Ese era el plan que Vincent Vollachia, que Abel había apostado su vida. Había restaurado el sistema de los 『Nueve Generales Divinos』, a los que todos adoraban en el Imperio Vollachia, donde se veneraba a los fuertes, y en su cúspide había colocado al más fuerte inconfundible.

Distorsionando la forma de ser del Imperio, plagada de barbarie sin sentido como estaba, les había guiado para que perdieran sus reticencias respecto a la violencia ordenada. Dejando así todo el potencial posible para que el Imperio de Vollachia sobreviviera, incluso después de su muerte. Todo, había sido parte del plan en el que había apostado su vida.

Abel: ――――

El cuerpo, incapaz de hacer otra cosa que estar tumbado boca abajo, seguía derramando grandes cantidades de sangre por el pecho, ya que tenía el corazón perforado. Cabello negro y ojos negros, cada vez que se miraba en el espejo, su rostro le hacía sentir rabia y frustración por su falta de poder, su falta de conocimiento. Aquel rostro había sido privado de sangre, su expresión empapada de sangre mientras no miraba a ninguna parte en particular.

Su cuerpo actual, manifestado a través de la "habilidad" que había profesado haber alcanzado mientras se encontraba al borde de la muerte, momento en el que su color se había desvanecido, no volvió a su forma original, ni siquiera una vez que su vida había llegado a su fin. Nunca más pondría sus ojos sobre esa forma, nunca más ese discurso insolente golpearía sus tímpanos de nuevo.

Abel: Por qué.

De sus labios brotó una pregunta que no debía hacerse. El que debía responder a esa pregunta, no volvería a abrir la boca. Aun así, los labios que debían evitar todo lo que su dueño sabía que no tenía sentido, soltaron esa pregunta. La profecía de la Gran Catástrofe, era concebible que si uno fuera consciente de sus condiciones, podría anularla.

Él había buscado ese método en el pasado. Se lo había transmitido, eso debería haberle hecho comprender que no podía hacerse. Y sin embargo, como Chisha seguía sin convencerse, había cometido traición en vano. De este modo, el enfrentamiento que habían tenido en la sala del trono debería haber sido la prueba de que no existía ningún medio con el que evitar la Gran Catástrofe.

Había entrenado a Chisha para poder confiarle el Imperio tras su propia desaparición. Que pensara como él, que llegara a las mismas conclusiones que él, para que pudiera cumplir con ser un apoderado de Vincent Vollachia. Por lo tanto, si fuera realmente Vincent Vollachia, se supone que habría aceptado la derrota con gracia.

Aceptar la derrota y bajar las armas, poner fin a esta inútil batalla, devolver el trono al retornado Abel para que éste pudiera dar la bienvenida a la muerte y, con ello, oponerse supuestamente al Gran Desastre de la ruina. No fue así. Había sido una apuesta tonta. Aunque muriera en lugar de Abel, como Vincent Vollachia, si la Gran Catástrofe no lo considerara aceptable, equivaldría a una apuesta tonta que sólo había acabado en una muerte inútil. Eso era especialmente lo que Abel aborrecía, una muerte ineficaz hasta el extremo. Aunque es de suponer que Chisha Gold ya lo sabía.

Abel: Por qué.

Una duda y un desconcierto infinitos, teñidos de un escarlata profundo por la sangre que fluía. Aunque preguntara una vez más, sólo se acumularía otra capa de silencio, sin respuestas. Eso también era lo que Abel detestaba, la ineficacia hasta el extremo, y entonces...

???: Bueno, ¿no es eso sólo porque era un mal plan?

Inmediatamente después, un segundo disparo de luz blanca se dirigió hacia Abel, que se incorporó como un rayo.

※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※

Decir que era leve no era ninguna falsedad, el golpe que trajo la muerte apuntaba a Abel más rápido que una flecha. Para empezar, Abel no era un luchador. Si hubiera seguido conmocionado por el suceso inmediatamente anterior, le habría sido totalmente imposible reaccionar ante el resplandor blanco que había rozado el borde de su visión durante apenas un instante. Eso, lo que había salvado la vida de Abel en ese momento, no era un juicio propio.

???: ――――

Sucedió justo cuando Abel estaba a punto de ser atravesado por la luz que se le acercaba de frente, a punto de que le extirparan el corazón. Un sonido rugiente y violentos temblores sacudieron furiosamente la sala del trono... no, todo el Palacio de Cristal, y un tremendo impacto destruyó sus firmes paredes. El origen del impacto no se limitó a destruir la pared, sino que se interpuso entre Abel, que se mantenía erguido, y la corona que se dirigía hacia él.

Con un sonido parecido a un chapoteo de agua, la luz blanca borró aquella interferencia. Y así, lo que había salvado la vida de Abel por un pelo fue...

Abel: Un brazo enorme, ¿¡es Moguro Hagane!?

Moguro: Hombre en el trono, proteger. Su Excelencia, me ordenó.

El objeto parecido a una pared que había aparecido de repente ante los ojos de Abel, era el brazo derecho de Moguro Hagane, que había sido introducido en la sala del trono. Se suponía que Moguro, un Meteoro también conocido como el mismísimo Palacio de Cristal, estaba participando en un feroz enfrentamiento que se desarrollaba en el campo de batalla, habiendo tomado las murallas de la Capital Imperial de Lupugana como su propio cuerpo. Y sin embargo...

Abel: ¿Así que era Chisha...?

La declaración anterior de Moguro era la prueba de que habían recibido órdenes de proteger a Abel. Entonces, quien había dirigido a Moguro para que regresara desde muy lejos había sido quien se sentaba en el trono que poseía la función de ejercer influencia sobre el Meteoro, nadie más que Chisha Gold podría haberlo hecho. Que la vida de Abel volvería a ser un objetivo justo después de que él mismo recibiera un disparo, había sido su predicción.

Abel: ¡Ghk, Moguro Hagane! ¡Tráeme afuera!

Moguro: Quién, tú. Mi, prioridad, Su Excelencia...

Abel: ¡El Emperador ha muerto! ¡Si yo muero, su muerte será en vano!

Moguro: ――――

Asimilando aquellas palabras dominantes de Abel, Moguro se fijó en la silueta desplomada mientras se asomaban a la sala del trono. El estado de Moguro era tal que resultaba difícil distinguir dónde estaban presentes sus ojos. Sin embargo, una vez que los orbes verdes que emergían de las murallas de la ciudad parpadearon, ellos también reconocieron la muerte del Emperador, que se había desplomado boca abajo.

Moguro: El cuerpo...

Abel: ¡Es superfluo! ¡No te preocupes por los muertos!

Gritando a Moguro mientras intentaban recuperar el cadáver del Emperador, Abel saltó hacia el titánico brazo derecho que tenía ante sí. Mientras se aferraba a uno de los dedos de la forma parecida a una mano, Moguro tiró de su brazo fuera de la sala del trono, haciendo que Abel fuera bañado por vientos furiosos mientras era extraído hacia el cielo.

Moguro: ――――

Moguro se había convertido en uno con las murallas, habiendo alterado la estructura de estas últimas para permitirse un movimiento más fácil. El cuerpo de Moguro era ahora el de un enorme golem de más de cincuenta metros de altura, y montado en el brazo mientras se levantaba, la elevación de Abel era más o menos la misma.

Con el paisaje urbano de la Capital Imperial a la vista desde esa altura, el camino que Moguro había tomado desde el tercer bastión que habían estado protegiendo junto con los edificios pisoteados en dicho camino, eran visibles. Era evidente que se habían dirigido directamente hacia ese lugar, desprovistos de cualquier otra preocupación.

Aparte de eso, aunque las batallas en cada bastión seguían en curso, las razones de sus conflictos ya se habían desvanecido, por lo que aquellos que necesitaban prepararse para la próxima batalla estaban malgastando sus vidas en vano. En vano, sus vidas fueron...

Abel: Ghk.

Una perturbación surgió en sus pensamientos, y Abel puso fuerza en sus brazos aferrándose a la gargantuesca roca. No era el momento de aferrarse a acontecimientos pasados y que sus pensamientos se dispersaran en muchos fragmentos. Los acontecimientos ya se estaban desarrollando. Era tal como le había dicho a Moguro. Si muriese ahora, esa muerte sería en vano. Como mínimo, debe averiguar si esa muerte ha tenido sentido o no.

Abel: No moriré.

La voz se le escapó como si se la estuvieran exprimiendo, y Abel se mordió las muelas y miró hacia abajo, atentamente. Aunque alzara la voz aquí, no llegaría a aquellos cuyas vidas se enfrentaban en el campo de batalla. Sin embargo, debía informarles de que el sentido de esta batalla se había perdido, por cualquier medio necesario.

Moguro: Peligro.

Mientras Abel pensaba, la voz gangosa de Moguro golpeó sus tímpanos. Su diferencia física era tan significativa que todas y cada una de las acciones de Moguro se asemejaban a las de un humano hacia una hormiga. Sin embargo, no era como si Moguro hubiera sacudido sus tímpanos sin propósito.

Girando su colosal armazón, Moguro dio la espalda al Palacio de Cristal con Abel protegido en su mano derecha. Mientras resonaban sonidos de impactos sucesivos en el exterior de la mano derecha en la que estaba sujeto, las mejillas de Abel se contorsionaron. La secuencia de golpes no procedía de una sola dirección, sino que llovían desde todos los ángulos.

El enemigo era simplemente grande en número. No, una colección de usuarios de la magia que pudieran apuntar a sus enemigos con tal precisión, sería inviable en este suelo de Vollachia. Es decir, no se trataba de un grupo numeroso, sino del dominio de una sola persona.

Un individuo verdaderamente poderoso que daba la ilusión de que un gran número de personas realizaban un ataque simultáneo desde todas las direcciones... resucitando los recuerdos del momento en que sus pensamientos se habían detenido por el shock justo antes, Abel levantó el rostro. Ese estilo de lucha, la voz de esa respuesta indeseada, estaban presentes en sus recuerdos. Eso fue...

Abel: ――――

Moguro torció el cuerpo, defendiendo a Abel del chaparrón de balas, y descendió. Mirando al cielo desde el interior de aquel puño, vio los rastros de una sombra que se movía demasiado rápido para que los ojos pudieran fijarse en ella. Aunque extremadamente rara, era una forma que podía verse en el Imperio de Vollachia.

El vuelo acrobático de los jinetes de dragones voladores era lo que podía controlarlos. No, actualmente no había jinetes en el Imperio capaces de deslizarse por el cielo a esa velocidad. Para ser precisos, ese era el nivel de habilidad conocido como "los límites máximos del vuelo", el dominio en el que el jinete de dragón volador más fuerte del Imperio no tenía igual.

En un instante, la luz blanca se dispersó, reverberó el sonido del enorme cuerpo de Moguro al romperse por el impacto, y una parte de la pared rota rozó la mejilla de Abel. Sin distorsionar su semblante por el dolor, lo vio. El jinete del dragón volador pasó ante la visión de sus ojos negros cubiertos por la máscara de demonio.

Cabello castaño ceniciento, hendiduras que recorrían sus rasgos desprovistos de color y oscuros globos oculares, semejantes a una noche sin luna, con un resplandor dorado asomando en ellos. Su forma parecía demasiado irreconocible, pero aun así, no había forma de confundirlo.

Abel: ¡Balleroy Temeglyph! ¿Por qué razón estás vivo?

Balleroy: No voy a hablar con usted, señor Mascara de demonio.

Produciendo una hermosa voz que desprendía una elegante impresión, se negó a responder sin dejar de afirmar su existencia. Desaparecido de la vista una vez más, el enemigo que dirigía su dragón volador para surcar los aires. Balleroy Temeglyph, era inequívocamente el autor que había apuntado a la sala del trono del Palacio de Cristal desde el exterior, el que había disparado al falso Emperador en el corazón.

Conocido como el Tirador Mágico, era el hombre que reinaba en la cúspide de todos los jinetes de dragones voladores. El antiguo Noveno de los 『Nueve Generales Divinos』, que en el pasado, durante una rebelión ocurrida dentro del Imperio...

Moguro: Balleroy, muerto. Tú, falso.

Con la misma percepción que Abel, el gigante Moguro lanzó un contraataque. Con Abel envuelto por su mano derecha, Moguro balanceó el brazo izquierdo de su enorme cuerpo y, segando literalmente el aire, lanzaron un ataque hacia el dragón volador de Balleroy.

La gente tendía a creer que las grandes cosas se movían con lentitud, pero eso no era más que una ilusión originada por sus puntos de vista alejados de los acontecimientos. Además de proteger a Abel de los francotiradores mágicos, habían bloqueado la totalidad de los ataques del enemigo hasta ese momento. Los movimientos de Moguro eran agudos, ágiles y precisos.

Moguro: Rápido. Meticuloso.

Sin embargo, incluso con los reflejos y la agilidad de Moguro, someter a Balleroy, que convertía todo el cielo en su dominio mientras volaba a su alrededor, había sido inviable. El rasgo especial de un jinete de dragón volador no se limitaba a la velocidad, sino que se extendía a la posibilidad de moverse hacia arriba, abajo, izquierda, derecha, delante y detrás. Moverse en todas las direcciones imaginables era su mayor ventaja, que no podían perder para no caer a la superficie. Además, Balleroy no era un jinete de dragón volador cualquiera, era su cúspide.

Abel: ¡Se ha vestido de viento...!

Las tácticas de Balleroy destacaban en el francotirador mientras se movía mediante el uso de la magia, pero sus puntos fuertes como uno de los raros portadores de magia dentro del Imperio no se limitaban sólo a implementaciones ofensivas.

Al envolver de viento el dragón volador que dirigía, realizó una maniobra que otros jinetes de dragones voladores no podían, aumentando su velocidad y suavizando los impactos que recibía, con lo que era incapaz de ser atrapado jamás. Sin embargo, para ponerlo en práctica, era indispensable una fuerte coordinación con su dragón volador.

Abel: ¿También ese dragón volador ha vuelto del más allá?

Los jinetes de dragón volador presumían de una fuerza tremenda en la batalla, pero sus mayores inconvenientes eran que llevaba tiempo cultivarlos, además de que no podían montar a lomos de ningún dragón volador aparte del que eligieran como compañero. Para matar a un jinete de dragón volador, primero hay que matar a su dragón volador. La causa de la muerte de Balleroy no fue una excepción. Sin embargo, Balleroy había remontado el vuelo. Literalmente, estaba surcando los cielos junto a su amado dragón.

Abel: El Gran Desastre...

No es que se hubiera producido ningún daño claro u observable. Sin embargo, dado que Chisha había perdido la vida como Vincent Vollachia, no quedaba más remedio que sospechar que los sucesos que habían trascendido la comprensión humana a partir de entonces estaban relacionados con la Gran Catástrofe.

Aun así, no tenía sentido que Balleroy Temeglyph fuera el portador del Gran Desastre. Por supuesto, Balleroy era la cúspide de los jinetes de dragones voladores, un individuo verdaderamente poderoso entre los más fuertes del Imperio. Si quisiera hacerlo, no tendría ningún problema en acabar con la vida de Abel. Y sin embargo...

Moguro: Temblando. Aguanta.

Abel: ¡No importa, hazlo!

La voz inorgánica emitió un viento intenso, y Abel alzó su propia voz en respuesta. Al momento siguiente, Moguro, abalanzándose con el enemigo como objetivo, bajó el brazo hasta sus propios pies. Incluso si aquellos eran llamados "pies", mirando el enorme cuerpo de Moguro en ese momento, parecía como si se hubieran convertido en uno con la calle. Después de clavarse en una calle del Imperio, el brazo izquierdo produjo un chirrido y, tras un momento de resistencia, la calle arrancada se elevó magníficamente hacia el cielo.

Abel: ――――

Abel ya había visto volar partes de un distrito poco antes en la Llama del Caos. Por aquel entonces, también había sido un espectáculo absurdo, pero no había sido más que la unión de los habitantes de la ciudad para lanzar edificios derruidos. Sin embargo, en el caso de Moguro, se trataba de una proeza de fuerza desprovista de complejidad, un acto inequívoco de violencia.

Era una visión que probaba que Moguro Hagane era extraordinario, prueba de que era uno de los 『Nueve Generales Divinos』. Sin duda, Balleroy también era un individuo extraordinario, pero Moguro, además de los otros Generales Divinos, también poseía esas mismas cualidades. Por lo tanto, Balleroy no podía ser capaz de ser el portador del Gran Desastre.

Por supuesto, si la calle que se había arrancado del suelo fuera para lanzarla y nada más, el astuto Balleroy se limitaría a esquivarla y acabar con ella. Por lo tanto, con el bloque de la ciudad que podría llamarse una bala de cañón ha sido lanzado, Moguro...

Moguro: Pulverización.

Un golpe de su brazo izquierdo, y se convirtió en innumerables proyectiles obstruyendo la vía de escape aérea de Balleroy. La metralla se dispersó en todas direcciones, y cada trozo era una masa de roca o un terrón de tierra incluso mayor que un humano. Al dispersarse con ese singular golpe de Moguro, era tan probable que un humano normal sufriera heridas mortales incluso con un simple roce. Naturalmente, si Balleroy fuera golpeado por ella, incluso él, que dominaba el Método del Flujo, acabaría mostrando una abertura fatal en el aire. Para evitar eso...

Balleroy: ¡Carillón!

De acuerdo con la voz aguda en medio de la tormenta de viento, su dragón volador se elevó con el fin de deslizarse más allá de la lluvia de balas de rocas. Agitando las alas mientras surcaba el aire, su dragón volador se dirigió a la única zona del mundo en la que el incesante chaparrón de rocas era algo más débil.

Abel: Obviamente, es una trampa.

Moguro había dejado deliberadamente una región en la que el aguacero era ligeramente más débil, sin embargo, aunque Balleroy y Carillon eran conscientes de que se trataba de una treta, no podían permitirse ser alcanzados por la metralla, así que no tuvieron más remedio que volar hacia ella.

Lo que quedaba por saber era si Balleroy, montado en su querido dragón a gran velocidad, saldría victorioso al esquivar el esperado golpe de Moguro. Con su dragón volador envuelto en viento, Balleroy aceleró, surcando el cielo mientras arrasaba con luces la metralla obstructiva. Moguro hizo girar el brazo izquierdo que habían retirado, y un golpe capaz de agujerear el mundo surcó el cielo de la Capital Imperial.

Como Generales Divinos mutuos, se desarrolló un duelo que nunca podría haberse realizado en vida de Balleroy, y mientras ambos cruzaban con todas sus fuerzas en lo alto del aire, comenzó su enfrentamiento. En ese instante, más rápido de lo que podían chocar entre sí, las nubes de la Capital Imperial volaron por los aires con el sonido de una explosión y su onda expansiva.

Abel: Ghk.

Aunque se había evitado el daño directo de la potencia explosiva, la réplica fue tan intensa que parecía que iba a desgarrar el cuerpo de Abel, que se aferraba a Moguro. Pero, por muy dura que fuera la situación a la que se enfrentara su esbelto cuerpo, Abel nunca cerraría los dos ojos. A partir de entonces, sus ojos captaron con firmeza los acontecimientos de aquel momento.

Abel: Moguro, brazo...

Justo antes de que el brazo izquierdo giratorio de Moguro pudiera desplegar su poderío pulverizando a Balleroy, se produjo una interferencia, y la parte equivalente al braquio de un humano se partió en dos. Girando con vigor, el brazo de Moguro, lo bastante enorme como para rivalizar con el tamaño del propio castillo, danzó por el aire. Deslizándose tranquilamente volando por debajo de los daños, Balleroy había sobrevivido a la lluvia de metralla. No sólo eso, había escapado completamente ileso. Entonces, el que había destruido el brazo de Moguro, salvando así a Balleroy de su apuro era...

???: Oh, OHHHHHHHHHHHHH!!

Al alzarse una voz grave que retumbó la atmósfera, se produjo una colisión feroz, un impacto lateral. Con el brazo destrozado y la postura rota, los orbes verdes de Moguro centellearon ante lo que había irrumpido. También para Abel, esta interferencia había sido imprevista. Aunque era algo que cabía esperar. Después de todo, si el oponente era Balleroy Temeglyph, que había vuelto de la muerte.

???: ¡¡¡BASTARDO!!! ¡¡¡ALÉJATE DE ESTE MALDITO DRAGÓN!!!

Blandiendo garras de dragón, atravesó con facilidad el cuerpo de Moguro, formado a partir de las murallas de la ciudad, y junto a un rugido, un golpe de su cola se estrelló contra Moguro, destruyendo una parte, quedando la masa de éste reducida en un abrir y cerrar de ojos. Fue extremadamente brusco, pero eso era algo natural. El oponente era de las formas de vida más fuertes que existen.

Abel: ¡El Dragón de las Nubes, Mezoreia... es lo que reside dentro, Madelyn Eschart!?

Mezoreia: RAAAAAAAAHHHHHHH!!!

El aullante Dragón bramó con todo su cuerpo, y con una colisión hizo que la enorme complexión de Moguro se balanceara enormemente. Con cada golpe, las murallas se resquebrajaban y sus pedazos caían en picada sobre la Capital Imperial. El Palacio de Cristal, ensalzado como el castillo más bello del mundo, vio sus jardines pisoteados, sometidos a la devastación, mientras que el paisaje urbano de la Capital Imperial, construido de forma ordenada y bien dispuesta, encontró la muerte a cada segundo que pasaba. Además, las catástrofes que asolaban la Capital Imperial no terminaban ahí.

Abel: ――――

Indistinguible entre los estruendosos sonidos de la ira del Dragón mientras arrasaba el cuerpo de Moguro, lo que había llegado a los oídos de Abel era el sonido de la destrucción, semejante al mundo derrumbándose, procedente de un lugar lejano.

Así, dirigió su mirada hacia allí, hacia detrás del Palacio de Cristal, donde había un embalse, una cisterna que aprovechaba los manantiales entre las montañas y se utilizaba como fuente de agua para toda la Capital Imperial, cuyo baluarte había sido atravesado por el brazo izquierdo de Moguro, que había sido hendido momentos antes.

Un latido después, las fisuras se expandieron desde el punto en que había penetrado el brazo, y el agua del embalse empezó a filtrarse por las grietas. Acumulando vigor gradualmente, en poco tiempo toda la presa se desmoronaría y se convertiría en una corriente de lodo que fluiría por la Capital Imperial. Guiar a los residentes de la Capital Imperial, así como a los Soldados Imperiales y a los rebeldes que participaban en la batalla, hacia un refugio lo antes posible era...

Moguro: Torpeza.

Justo después de oír el susurro de Moguro, un murmullo no del todo silencioso, una sensación de flotación asaltó el cuerpo de Abel. Al mirar por encima del hombro mientras sentía que se le levantaban las entrañas, Abel vio que no era que le hubieran lanzado, sino que el brazo de Moguro, la mano de la que Abel se había sujetado, había sido atravesado por el Dragón por encima de la muñeca. No es que hubiera sido un objetivo. Más bien, no había sido más que el resultado de un ataque temerario. Sin embargo...

Abel: Oh.

Engullido por el impulso de su caída libre, el cuerpo de Abel giró sobre sí mismo en el aire. Sus brazos, que habían estado aferrados al brazo de Moguro, se habían desprendido de él, pero aunque siguiera aferrado a él, dado que el brazo había sido originalmente las murallas de la ciudad, lo más probable es que hubiera acabado siendo la causa de su muerte. Sin embargo, aunque el brazo de Moguro no se hubiera convertido en su causa de muerte, a este paso, Abel se estrellaría contra algo muy parecido a él, y similar sería su destino.

Abel: Necesito...

"Encontrar algo" pensó mirando a su alrededor, los ojos de Abel se clavaron en un punto. Sin embargo, ese punto no era una fuente de ayuda. Lo que había entrado en la visión de Abel era el gran agujero del Palacio de Cristal por el que Moguro le había sacado. El agujero conducía a la sala del trono. No pudo asomarse al interior, pero le llamó la atención. Él había sido quien dijo "no te preocupes por los muertos", y sin embargo él también había bebido más o menos del mismo veneno.

Abel: ――――

No sabía si había encontrado la manera de salir del atolladero o no, incluso con ese único segundo. Pero que no hubiera desperdiciado ese segundo era prueba del espíritu implacable de Abel, la cicatriz indeleble grabada en su alma para siempre. Por otra parte, si se precipitara así a la muerte, discutir la cicatriz grabada en su alma no tendría ningún mérito...

???: ¡¡Tira!!

Abel: ¿¡Ghk!?

Perdido en lo que debía hacer, Abel acomodó sus extremidades para disminuir el impacto, pero antes de que eso pudiera suceder, se encontró forzosamente con una suave sensación. Conteniendo inconscientemente la respiración, el cuerpo de Abel rebotó y volvió a caer sobre aquella sensación. Repitiendo eso innumerables veces durante un breve instante, Abel llegó a darse cuenta de que estaba rebotando sobre una tela extendida.

Alguien había extendido montones de tela bajo el Abel que descendía, amortiguando así su caída. Digiriendo la realidad de su estrecha escapada de la muerte, Abel rodó enseguida fuera de la tela, y desde su borde puso un pie en tierra firme. Mientras estaba sobre una rodilla, levantó el rostro para cerciorarse de quién era el autor de dicha hazaña...

???: ¡Bueno~, ha llegado la hora del mandamiento!

Abel: ――――

???: ¿Es usted Su Excelencia, o tal vez Su Excelencia? En cualquier caso, ¡el Gran Desastre ha llegado! ¿¡No luchará contra el Gran Desastre conmigo!?

¿De verdad estás tan encantado con el cumplimiento de la profecía?

Extendiendo los brazos, tanto su porte como su voz eran alegres y demasiado fuera de lugar, con la batalla entre el titánico Moguro y el Dragón de las Nubes causando la demolición de la ciudad a sus espaldas, el hombre... Ubilk, sonrió. Celebrando el momento en que el mandato que se le había concedido como Cazador de Estrellas, sin duda, se había materializado.

※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※ ※

El atronador estampido de los muros al romperse reverberó, sacudiendo violentamente el Palacio de Cristal. Convencido de que había ocurrido algo decisivo, Berstetz Fondalfon entró en la sala del trono. Y entonces...

Berstetz: ¿Es eso, Chisha-dono?

La pared de la sala del trono se había derrumbado, y entre el polvo recién esparcido, Berstetz encontró la forma del Emperador de pelo negro desplomada sobre la alfombra escarlata, bajando así las comisuras de sus ojos rasgados en penumbra. Acercándose a él, vio que el cuerpo, desplomado boca abajo, había sido perforado en el pecho.

El corazón que debía latir en su interior había estallado, el hilo de la vida había sido cortado. Aunque no era militar, lo comprendió con una mirada. Había sido una muerte instantánea. No había habido tiempo ni siquiera para sentir dolor.

Berstetz: Teniendo en cuenta lo que hemos hecho, esto podría decirse que es bastante el final misericordioso.

Desde que había cometido traición, levantando una rebelión contra el Emperador, Vincent Vollachia, Berstetz se había resignado a que su muerte no sería en absoluto pacífica. Como cómplice, Chisha también debería haber tomado una decisión similar. Pero entonces otra vez...

Berstetz: Aunque, por mi discusión con el Stargazer, parece que habías puesto tus ojos en algo diferente a mí.

Aunque era un claro acto de traición, Berstetz no tenía intención de condenarlo. Más bien, sus verdaderos sentimientos eran de admiración. Para conseguir lo que uno desea, debe agotar todas sus fuerzas en el intento, tal era la esencia del Imperio. Ni Berstetz ni Chisha poseían la fuerza de combate necesaria para acatar el mantra del Imperio, pero se parecían en el sentido de que ambos compensaban lo que les faltaba con su ingenio.

La nueva forma del Imperio construida por el Emperador, Vincent Vollachia, también lo había reconocido y certificado como una forma de fortaleza. Berstetz también había aprobado esa forma de hacer las cosas en el Imperio, y adhiriéndose a ella, Chisha había dado un magnífico ejemplo. Con su propia fuerza. Como hombre del Imperio Vollachia, eso fue un acto de honor.

Berstetz: Aunque, parece que será difícil encontrar el tiempo para decir palabras de elogio.

Bajando la mirada hacia el cadáver, Berstetz observó el agujero en la pared por donde soplaba un vendaval. Al otro lado, pudo cerciorarse de la presencia de un enorme cuerpo, coloreado como las rocas, en movimiento... la presencia de Moguro Hagane. Dadas estas circunstancias, sería extraño que Moguro hubiera matado a Chisha.

En su posición, Moguro era supuestamente un aliado de Chisha, desempeñando este último el papel de Emperador. La causa de la muerte de Chisha había sido un golpe en el pecho, pero habría sido imposible para el gigantesco cuerpo de Moguro ejecutar un golpe con tanta precisión. Si había que preocuparse, era por las extrañas palabras que el Stargazer... ese Ubilk, había dejado al pasar junto a Berstetz, en dirección al exterior del Palacio de Cristal.

Berstetz: El Gran Desastre, y la ruina que trae... Sólo, ¿qué es lo que desconozco en el Imperio?

???: Mi Dios, ¿nadie te ha informado? En ese caso, ¿te pongo al corriente?

Berstetz: ――――

Sus mejillas se endurecieron al oír de repente una voz, Berstetz volvió lentamente la mirada. Sus ojos, dirigidos hacia el gran agujero, se volvieron hacia los restos derrumbados del Emperador. Luego, dirigió su mirada más arriba, hacia la parte más profunda de la sala del trono, hacia el trono.

Aunque todo el castillo temblaba aún por los impactos, el trono permanecía sin moverse, firme en su posición. Mientras la bandera nacional que representaba al Lobo de Espada se mecía con el viento, ante él había una silueta, apoyando la barbilla en la mano. Sentado en el trono donde Su Excelencia el Emperador debería estar sentado, la figura miró a Berstetz.

Berstetz: Que...

Hablando con propiedad, Berstetz debería levantar una voz severa y reprochar la falta de respeto de la persona sentada en el trono. Sin embargo, era incapaz de hacerlo. Era cierto que se había quedado mudo debido a la conmoción, pero por encima de eso, Berstetz no poseía la cualificación necesaria para reprocharles nada.

En este Imperio de Vollachia, el cargo de Primer Ministro ocupaba el segundo lugar después del Emperador y la Familia Imperial en términos de autoridad. Se podía decir que los generales de primera clase ensalzados como los 『Nueve Generales Divinos』 tenían un rango similar, pero más importante era el hecho de que no había casi nadie en el país a quien Berstetz, con el cargo de Primer Ministro, no pudiera reprochar. Sin embargo, Berstetz no había podido reprender a la otra parte. La razón era...

???: Pensar que aún vivirías, eres bastante tenaz, Berstetz. Dime ¿quién ganó la Ceremonia de Selección Imperial? ¿Vincent-niisama? ¿O fue Prisca?

Con grietas en su pálido y bello rostro, la miembro de la Familia Imperial de Vollachia habló. El maestro al que Berstetz Fondalfon había servido anteriormente, la Princesa Imperial que se suponía que había perecido, sufrió una derrota en la Ceremonia de Selección Imperial, Lamia Godwin cruzó tranquilamente las piernas en lo alto del trono.