Esas cosas que también pasan cuando viajas

Fecha de publicación: Jan 26, 2015 2:43:0 PM

Aunque sé que lo hago fatal, últimamente tengo ganas de escribir... Que nos gusta viajar es obvio, además creemos que es saludable, “viajar alarga la vida”, aunque no esté científicamente demostrado, ni creamos que se pueda, lo que es innegable es que viajar rompe la rutina, lo que es maravilloso y hace que los días parezcan más largos, o al menos nosotros, viajando, tenemos esa sensación.

Otro de los aspectos positivos de viajar es que aprendes a valorar las cosas en su justa medida. Disfrutas de infinidad de cosas positivas, y lo celebras, ríes y estás de buen humor. Pero, como cuando viajas vives, también te pasan cosas desagradables, pero viajando, esas cosas ‘tan desagradables’, que quizá en tu día a día serían un gran desastre, las ves desde un punto de vista diferente y racionalices más si es tan grave.

Y sobre esto va el post.

Nuestro último día en Valencia nos debatíamos entre visitar Sagunto o algún otro pueblo del interior de Valencia. Pues bien, al bajar a acercar el coche hasta la puerta del hotel y cargar allí las maletas me di cuenta que una rueda estaba muy floja (flojísima) así que me fui hasta una gasolinera a inflarla, pero con el miedo encima porque tenía bastante claro que estaba pinchada.

Con la rueda hinchada aparqué el coche en el hotel, la rueda perdía aire. Mireioneta se quedó con los nenes mientras yo salí a buscar un taller en el que pudieran arreglar el pinchazo. No encontré ninguno, pero en ese rato tuve la sensación que la rueda no había ‘bajado’, así que cargamos el coche (2 adultos, un niño, un bebé, y muchas maletas) y decidimos ir regresando hacia Barcelona, tenía entendido que una rueda pinchada no se deshincha en marcha*.

A unos pocos kilómetros, saliendo de Valencia, vimos un NorAuto, nos pareció que era mejor asegurar y decidimos parar a ver si podían cambiar la rueda. No nos podían coger el coche hasta última hora de la tarde. El problema ya no era que no fuéramos a visitar Sagunto ni nada, era que, o hacíamos una noche extra en Valencia o regresábamos muy de noche a casa.

En vista a que ninguna de las dos opciones nos satisfacía, y como la rueda seguía sin bajar, decidimos continuar. Por suerte, poco después, ya en la autopista, Pauilolo tuvo ‘necesidades’. Esos momentos en los que dices, ¡pero si hace un rato te hemos preguntado y no tenías ganas! Pero esas necesidades nos salvaron de un posible disgusto, o de algo peor, pues al parar en Sagunto, en el área de servicio, el pueblo queda pendiente, la rueda sacaba aire a borbotones y bajó mucho en un plis-plas.

Pues nada, a cambiar la rueda, lo que significaba sacar todas las maletas, sacar la rueda, que no estaba pinchada, sino rajada casi un cuarto del neumático, lo que de continuar hubiera acabado por reventarse (gràcies per tenir pipi Pau), poner la ‘galleta’ y volver a colocar todas las maletas. Además de comprender que teníamos que conducir hasta casa con la rueda de repuesto, poco a poco y con cuidado.

Gracias a los smartphones, paramos en Castellón pues encontramos un FeuVert saliendo de la autopista. El plan no parece tan malo, dejamos el coche, comemos y nos vamos a dar una vuelta por Castellón. Pero una vez entregadas las llaves del coche tuve la siguiente conversación con Mireioneta:

- (F) clar, els hi he de deixar el cotxe perque ho canviïn ells perque només venen el neumàtic, sense llanta

- (M) i la llanta!?!

La llanta, junto con el neumático destrozado, con el enfado y los nervios, los había tirado a la basura en el área de servicio. Rojo, morado, lleno de ira, nervioso. Miles de expresiones y calificativos se me podrían aplicar en ese momento. Por suerte, Mireioneta, siempre más tranquila en estas situaciones extremas, (que quizá no lo son tanto) me dijo que nada, que nos volvemos a buscar la rueda.

De vuelta hacia Sagunto, el área de servicio, buscando cuánto cuesta una llanta, porque, aunque nos queríamos animar creyendo que estaría, sabíamos que cualquiera se la podía llevar. Pero milagro, la rueda seguía allí tirada, así que volvimos a sacar todas las maletas y metimos la rueda reventada dentro del coche, así como las maletas, comimos en Sagunto, en el área de servicio, y después de que los nenes juegaran un rato, con la ‘galleta’ puesta y mucho cuidado, cogimos el coche y continuamos el camino de vuelta.

Como iba para largo y no queríamos torturar a los nenes, decidimos parar a cenar en Tarragona. Como Pauilolo está enamorado de las pizzas, le ofrecimos ir a la Tagliatella. Al ir a pagar, se nos escurrieron los tickets restaurante, que tan bien nos habían ido para reducir costes, dentro del banco donde estábamos sentados.

Otra decepción, los camareros nos dicen que eso no se puede mover, que hay de todo allí dentro, pero como no queríamos perderlos, improvisamos una caña con un palo, un cuchillo y celo, Mireioneta los pescó y recuperamos los más de 20€ que nos sirvireon para pagar la última cena del viaje.

Ya tarde, regresamos a casa, conducimos con la ‘galleta’ puesta y mucho cuidado, los ‘peques’ duermen y nosotros escuchamos la radio mientras hacemos la reflexión inicial, situaciones que pueden parecer muy malas, pero que no dejan de ser anecdóticas a lo largo de la vida, al fin y al cabo que ha pasado, que hemos tardado más en llegar a casa y hemos hecho 80km extra. Pues no, creemos que finalmente ha sido un buen día.

*una rueda pinchada circulando no se desinfla, una vez ya se ha parado, si se vuelve a inflar se raja