1999 - El primer amor
El primer amor
Era tan seductora y atractiva,
la vi tan bella y graciosa,
que mi mente un tanto impulsiva
creyó que nunca, nunca en la vida
otra mujer tan hermosa encontraría.
Yo sentí que ella me seducía
con el encanto de su sonrisa,
con la belleza de su cuerpo
y el atractivo de su mirada.
Tal vez, como yo, ella sentía
tanto ardor y adoración
tanta alegría y emoción
que mi cuerpo y el suyo fogosos
por un mismo impulso movidos
y una mutua atracción casi loca
de nuestro juvenil sentimiento
hicieron que nuestras bocas
en un segundo se unieron
en un beso como de época
que jamás, jamás se olvidan.
Ambos sentimos, sin un instante dudar,
que aquello era un amor verdadero,
y no solo por ser el amor primero
sino también por su natural ternura…
Pasaron raudos días y días
y aquel fuego no se apagaba,
no era pues un amor pasajero
porque en mi corazón sentía
que aquella llama siempre ardía
y que duraría toda nuestra vida.
Pero eso no fue siempre así,
un día sentí que su mano fría
no ardía al juntarse con la mía
con el calor que siempre solía
y que nuestro amor exigía.
Yo acusé a ella de frialdad,
ella a mi de ser un don Juan,
pues dijo haberme visto bien
a otra chica con ardor besar,
algo que no era del todo verdad
ya que la chica era mi prima
o sea un asunto en verdad familiar.
Discutimos, disputamos con ardor,
¿eso eran celos, o faltos ya de amor?
Nunca con certeza lo sabremos.
Quizás un poco de esto y aquello.
Así terminó mi amor primero,
que nunca pasajero lo creímos,
porque lo sentimos siempre verdadero.