2005 - Reflexiones sobre el Quijote

Reflexiones sobre El Quijote

Versión española de mi conferencia en esperanto en Calella de Maren la "Semana Internacional de Esperanto" del año 2005

Antonio Marco Botella


Samideanos y amigos:

Una de las más altas glorias alcanzadas por la Literatura Española en el pasado, según el sabio decir de Ortega y Gasset, fue crear originales arquetipos que muy pronto se universalizaron, pasando de la ficción a la realidad como paradigma de modelo teórico a ser materializado por la vida misma. Así sucedió, pongamos como ejemplos Don Quijote y el quijotismo, Sancho Panza y el sanchopanzismo, Don Juan y el donjuanismo, la Celestina y el celestinismo, y así algunos otros.

Yo espero, que mis lectores, o auditorio, comprendan que yo no escribo este ensayo para enfatizar de una forma chovinista las glorias más o menos loables del pasado histórico o literario español, en cualquier caso yo considero por igual los méritos a que haya lugar, abstracción hecha del país donde tuvo su origen.

Aquellos que me conocen saben perfectamente que después de más de setenta años como esperantista y otros eventos de antes y después de la guerra civil española, yo puedo incontestablemente confesar, que nunca he sentido la tentación de enfatizar tópicos chovinistas, incluso si se trataran de auténticos valores culturales.

Coherentemente con ese principio debo añadir que como esperantista y simple ciudadano todas mis consideraciones siempre han sido guiadas por un sentir universalista basado en la intercomprensión de hombres y pueblos, derechos humanos, libertades y conquistas sociales y en esa linea cuanto haya lugar. Evidentemente este preambulo solo pretende frenar criterios fanáticos irreflexivos...

Y en este punto convergen los primeros párrafos de este ensayo con la continuación de mis definiciones, subrayando como glorias de la Literatura Española lo antedicho, o sea cuan loable es esa creación de originales arquetipos, como el Quijote del que estamos hablando, que han pasado de la ficción a la realidad a nivel universal, y que eso no ha sucedido porque lo han hecho españoles, sino porque esos conceptos rápidamente se universalizaron.

¿Quién no conoce en el mundo la figura de Don Quijote? En el campo de la cultura universal no hay quien no lo conozca. El protagonista principal de la novela de Cervantes simboliza una de las más altas expresiones del idealismo humano: representa la solidaridad entre los hombres sin discriminación de ningún género, de una persona siempre dispuesta a ayudar a los más débiles y empeñado en defender siempre lo justo, a veces incluso sabiendo que no lo va a conseguir.

Algunos críticos han definido a Don Quijote como el símbolo de un idealista nada pragmático. Una definición más ajustada a la realidad yo diría “que se trata de un hombre que generosamente lucha por la justicia, no importa donde ni cuando”, porque efectivamente el generoso caballero lo vemos siempre luchar por sus ideales sin esperar compensación de ningún género. Por eso algunos piensan que se trata de un loco.

Pero la definición del Quijote y el quijotismo tiene también otras definiciones cuando se asocia la figura del generoso caballero con la de su escudero Sancho Panza, ya que la vida de ambos trascurre en idénticos acontecimientos que ambos interpretan de forma distinta, uno perfila su quehacer como idealista mientras que el otro lo ve según la general interpretación del mundo real del vivir de cada día. Eso da lugar a que cuando en la novela aparece Don Quijote enseguida aparece la figura de Sancho, pues se hace necesario que al quehacer idealista del caballero se le añada el contrapunto que aclare los hechos de una forma real.

Curiosa dualidad la de Don Quijote y Sancho Panza! que con caracteres y cualidades distintas, incluso contrapuestas, la actitud de uno aclara la del otro, mostrando que la vida del hombre es con frecuencia inexplicable bajo un solo punto de vista, aunque parezca lo contrario si se analizan aisladamente.

Estas últimas consideraciones me inducen a comentar con un poco más de amplitud mi definición sobre el arquetipo que simboliza Sancho Panza: el realismo, o sea, el sentido práctico de la vida. Como se puede percibir por los comentarios anteriores, constatamos que ambos protagonistas de la obra de Cervantes no siempre responden al simbolismo que les atribuimos, porque Don Quijote, de vez en cuando, acepta escuchar las sentencias de la ciencia popular de Sancho expresando un claro realismo con sus múltiples ejemplos; y Sancho, por su parte, con frecuencia vacila entre el propio pragmatismo y un cierto deseo de sacar provecho a su quehacer, de tal manera que impulsado por esos estímulos pierde parte de su pragmatismo y en ciertos momentos se convence de las mismas fantasías del caballero.

En esos casos, Sancho ya no es el mismo Sancho sino un cierto Sancho-Don Quijote que comparte las locuras y fantasías de Don Quijote, incluso con el mismo entusiasmo que el caballero.

Posiblemente la obra de Cervantes, no es otra cosa que la sincera intención de humanizar ambos caracteres, quitando a uno esas cualidades que hacen de Don Quijote, o sea de un idealista, un ser tan puro cuya vida sería imposible en el mundo real del cada día de los hombres. Y la de Sancho, o sea la de un realista, dominado por los apetitos materiales que rebasan el máximo tolerable de la convivencia humana.

La solución ideal del problema posiblemente sea, buscar el justo equilibrio entre ambos extremos: frenar el idealismo del primero, y descargar una gran parte del pragmatismo del otro, y con esa finalidad, el genial autor de la novela, mete a ambos protagonistas en los mismos eventos, para que cuando vivan una misma aventura, el lector constate el contraste entre el idealismo que purifica nuestras intenciones y aspiraciones, y el necesario pragmatismo inevitable para las necesidades materiales.

De esta manera, Cervantes, desenvuelve su teoria no por la entelequia del razonamiento, sino por la práctica lección del vivir de cada día: Don Quijote lucha por hacer desaparecer la injusticia, ayudar a los más débiles, batallar contra toda clase de tiranías, idealizar los atractivos de su amada. Sancho, piensa siempre en las recompensas, aspira a ser rico y sacar provecho a toda acción, sueña con honores sin cuento. Generoso y abnegado el primero; calculador y ambicioso el segundo.

Ambos aparecen en unos mismos eventos y avatares con respectivos objetivos, pero solo reciben burlas y palos. Posiblemente, ambos resultados tienen una misma causa y una justa compensación: la realidad de la vida frena los excesos de los radicalismos. Y sobre ese sendero el idealista constata, la necesidad de aspiraciones más reales, y el ambicioso de más prudentes objetivos.

De hecho, en cada derrota de Don Quijote, Sancho aprovecha la ocasión para hacer evidente al caballero cuan peligroso y de ningún provecho es en la vida ordinaria luchar por altos ideales, y al mismo tiempo él aprende con esas vivencias del caballero, que en la convivencia humana debe existir algo más que nuestras ordinarias necesidades, y eso se traduce en una cierta admiración y gran simpatía y mayor estima a Don Quijote. Sancho, un hombre sencillo y práctico, aprendió de su acompañante a valorar y estimar los ideales de Don Quijote, tan ciegamente como el mismo caballero, pero la fe de Sancho a esos idealismos pasaba por la individual interpretación de Don Quijote, sine qua non, pero lo que realmente daba alto valor a esas ideas y sentimientos de ambos protagonistas era, es, que al igual que en la obra de Cervantes idénticas ideas y sentimientos existen en la vida real de cada persona.

Cervantes, empezó a escribir su más grande obra, el Quijote, a los sesenta años, cuando encarcelado en Sevilla por la presentación falseada de cuentas como cobrador de impuestos del estado, ya tenía la edad suficiente para expresar firmes conclusiones sobre sus aspiraciones, ideales, fracasos, ilusiones y frustaciones: él soñaba con ser un héroe al participar en la batalla de Lepanto, pero en vez de alcanzar la gloria de los grandes capitanes sufrió la mutilación de su mano izquierda; aunque heroicamente luchó en la indicada batalla y tras ella fue capturado en Argel, con gran valentía participó en un complot para fugarse de la prisión, él no tuvo éxito en sus empresas, esa es la realidad, porque también aspiraba a ser un famoso escritor, pero sus primeras obras teatrales no encontraron el favor del público, así pues a pesar de su talento él no recibió en la vida mas que fracasos y miseria.

Posiblemente fue como resultado de tantas fracasadas ilusiones en su propia vida, que en su mente se fraguó el esquema de la novela “Don Quijote”, la más grande obra escrita en toda una época.

Don Quijote es un libro de humor, es también una profunda obra filosófica, De humor, porque el contraste de ideas que vibran en cada aventura muestran tan grotescas diferencias entre el idealismo de Don Quijote y el pragmatismo de Sancho, que inevitablemente inclina al lector a la risa o al llanto, porque hay una casi gran muestra de locura en los protagonistas que rebasan la lógica y el raciocinio. El carácter filosófico de la obra, viene dada, por la riqueza de ideas que sugiere el argumento lleno de idealismos imposibles y pragmatismos sin límite, tantos que te obligan a responderte a ti mismo sobre las esencias de esas ideas y a preguntarte, ¿puede existir la convivencia humana sin la llama de esos ideales?

Esa pregunta puede darse también tras una amplia reflexión en la parte pragmática, ¿evoluciona la vida actual en el sendero de un cierto sanchopanzismo usando la técnica moderna, no como un signo de progreso sino como la materialización de un deseo colectivo no-idealista?

Una simple mirada a la conducta pragmática de muchos colectivos humanos da la impresión de que se hace absolutamente necesario conservar e impulsar las grandes ideas de libertad, justicia y humanismo en la mayor proporción posible, y de ninguna manera como palabras y conceptos biensonantes. Evidentemente, necesitamos nuevos impulsos renovadores para sacudir la sociedad del marasmo y la rutina que oxidan el dinamismo del pensar progresista de nuestra época.

Necesitamos nuevos Don Quijotes que convenzan a los hombres de las actuales generaciones sobre el arcaismo de ciertas ideas y sistemas político-sociales que se nos quieren imponer como modernas, que consisten en crear nuevas fronteras locales, nacionales y hasta continentales bajo el pretexto de necesarias diferencias raciales, lingüísticas y otras varias diferenciaciones que se inventan los retrógrados.

Y en relación con esa actitud que debieramos adoptar los humanos progresistas hay un buen decir del gran filósofo Miguel de Unamuno que proclamaba: “si en nuestro camino hallamos la mentira, debemos denunciarla; si nos encontramos con la injusticia debemos luchar contra ella; si nos encontramos con la tiranía bajo no importa que aspecto, que nadie dude sobre su deber para contrarestarla”...

La figura de Don Quijote, despierta en el lector, entre otras, una cierta reacción contra la pasividad de ciertas situaciones que evidencian que se debe reaccionar sin dudarlo. Don Quijote muestra que apenas constata una de esas situaciones él no cede ante la posibilidad del fiasco y la derrota, y cuando apaleado y burlado una, dos y hasta tres veces, él tiene la fuerza suficiente para no renunciar a su lucha, y una y otra vez abandona su modesto hogar para luchar de nuevo contra toda clase de vilezas. De hecho, para un idealista, abdicar de sus propias convicciones significa perder su propia estima, y sin esa fuerza espiritual la vida no tiene ningún valor.

Cuando Don Quijote está ante los molinos de viento, que le amenazan con sus grandes aspas, él está plenamente convencido que se trata de gigantes que obstruyen su marcha, entonces no procede analizar de que se trata sino luchar contra el enemigo. Sin embargo, para el pragmático Sancho son molinos y luchar contra ellos una verdadera locura. Estamos ante uno de esos dilemas que hallamos en este libro y que ya hemos comentado ¿se trataba de gigantes según la visión de Don Quijote o de molinos de viento como realmente percibía el miedo de Sancho?

La respuesta no es dificil, en toda empresa idealista hallaremos siempre numerosos Sanchos, que intentarán convencernos de la inutilidad de nuestros esfuerzos e intentarán convencernos de la gran envergadura de los molinos de viento fabricados por el miedo y el perfido deseo de frustrar nuestra lucha. Es asi, como el idealista, eventual Don Quijote, encontrará en su camino solo aspas de molino amenazando su vida y otras coacciones envueltas en insultos, burlas y risas, que obstruirán nuestro camino hacia nuestro ideal soñado.

Y ciertamente, que en esta dirección podríamos continuar nuestros comentarios horas y horas sobre el mismo tema: el idealismo de nuestro hidalgo caballero y el realismo de nuestro escudero, o sea, la vida de los que luchan por un ideal y los que egoístamente solo pretenden en la vida su propio provecho.

Es muy posible, que en otro momento también podamos comentar sobre el barbero, el cura y el bachiller, ese trio que perfectamente pueden simbolizar la pasividad de la sociedad, el conformismo y la rutina de la mayoría.

Se trata de una minoría que en el nombre de las buenas costumbres y otros retóricos pretextos eficazmente contribuyen a arruinar los humanistas proyectos de solidaridad de nuestra sociedad, cuya traducción a la vida real se muestran en esos colectivos humanos cuya sola ambición es utilizar su fuerza para establecer toda clase de diferencias: racistas, sociales, lingüisticas y otras del más variado carácter.

Felizmente para la humanidad, a pesar de una carencia abundante de Quijotes, el quijotismo no ha desaparecido del mundo totalmente, y yo espero, que nunca va a desaparecer. Al contrario florecen los Sancho-Panzas como fruto de una época, y en algunas ocasiones más peligrosamente, porque se trata de Sanchos enmascarados de Don Quijotes.

Muchas gracias por vuestra atención!

Antonio Marco Botella