III - El idioma árabe y la poesía andalusí

ZARAGOZA EN LA POESIA DE AL-ANDALUS

III - EL IDIOMA ÁRABE Y LA POESÍA ANDALUSÍ

verkis: Antonio Marco Botella

La adaptación y desarrollo de la lengua árabe en la Hispania del siglo VIII, pudo calar en el pueblo español y ser la lengua del estado y de la cultura, no solo por ser instrumento de la religión y de la diaria interrelación de las gentes, sino sobre todo por ser el idioma mas flexible y completo de la época, poseedor de una riqueza casi ilimitada de palabras.

La facilidad del árabe de derivar de una palabra que expresa la acción innumerables términos para las mas diversas sensibilidades que se quieran exteriorizar, lo hace especialmente apto para describir lo fantástico y lo objetivo, de tal manera que la multiplicidad de fonemas permiten expresar imágenes con gran facilidad simplificando las formas del decir con la necesaria melodía y el ritmo cuando ha lugar de una forma increíble.

Si a esa facilidad idiomática le añadimos la tradición literaria de origen beduino, tan respetado por doquier, comprenderemos porqué el idioma árabe no tuvo nunca rival serio en Al-Andalus. Su técnica, utilización y facilidad de expresión para temas político-religiosos, científicos, poéticos y sociales eran tales, que conquistaron rápidamente a la naciente comunidad hispano-árabe, en la que muy pronto se incorporaron los hebreos, cuya inteligencia y capacidad de adaptación fueron ganando poco a poco influencia y posiciones burocráticas, hasta el punto de llegar a alcanzar con el tiempo un merecido prestigio, del que tanto las instituciones como los potentados que les tenían a su servicio se ufanaban públicamente.

El respeto mutuo de razas y religiones, fue la clave milagrosa que facilitaría la simbiosis de los diversos colectivos para crear una comunidad que sería base de una civilización, que durante ocho siglos llegó a ser muy superior a todas las existentes en Occidente.

El nacimiento y desarrollo de la poesía en Al-Andalus fue rápido y aleccionador, tanto, que algunos de los más prestigiosos gramáticos de la época aconsejaban a los pedagogos enseñar poesía antes que cualquier otra disciplina del saber. Proclamaban, que esa prioridad facilitaba el aprendizaje de otras temáticas. La afición de los españoles por la poesía, incluso la de aquellos que seguían fieles a la doctrina cristiana, era tan fervorosa, que el famoso eclesiástico de la época, Álvaro de Córdoba[1], se lamentaba: “que sus correligionarios descuidaban por completo la lengua latina, leían con afán en la arábiga poemas y cuentos, y aun componían en esta lengua oriental versos más correcta y elegantemente que los árabes mismos".

[1] "España Sagrada" de Alvaro de Córdoba; XI pág. 273-274.

La poesía era, como el corazón mismo de toda la cultura y el saber de aquella civilización andalusí, que empezaba a florecer en el sur de Europa con un ímpetu incontenible, mientras que los otros pueblos de Occidente no soñaban mas que en batallas y conquistas. Es asi como Al-Andalus se convirtió muy pronto en un foco de cultura y saber donde era obligado venir cuando algún europeo deseaba consultar cualquier aspecto de la ciencia o la lírica.

Contribuyó poderosamente al desarrollo mas rápido y esplendoroso de aquella cultura, la llegada a Córdoba del último de los omeyas, el joven Abd al-Rahmän, milagrosamente salvado de la orden de exterminio de todos los miembros de su linaje dada por Abü-l-Abbäs [2], despues de su victoria (a.750) junto al rio Tigris, comienzo del reinado de una nueva dinastia en Oriente.

[2] Abbü-l-Abbas (m.754) primer califa de la dinastia de los abassíes. Fue proclamado en el año 739, aunque el último califa omeya no murió asesinado hasta el año siguiente. Por su sadismo en el exterminio de los omeyas se le llamó el "sanguinario".

Sucedió en Al-Andalus, que las luchas intestinas y rivalidades de las distintas facciones de las tropas árabes y bereberes por conquistar el poder devastaban el pais, fue entonces cuando los jeques andalusíes acordaron buscar un príncipe de prestigio que los gobernase con independencia, y todos coincidieron que fuera ese último omeya, que andaba huido por los arenales africanos arrostrando mil peligros, perseguido a muerte y solo protegido por los beduinos del desierto. Abd al-Rahmän aceptó el ofrecimiento que le hacían, llegose hasta Al-Andalus, desembarcando en Almuñécar en agosto del 755, derrotó con la ayuda de sus partidarios al gobernador Yüsuf, en Alameda (a.756), y controló gran parte de los territorios hasta entonces conquistados por tropas árabes estableciendo su capital en Córdoba.

Después de su victoria sobre las tropas enemigas y autoridades hasta entonces establecidas, Abd al-Rahmän se proclamó emir de Al-Andalus y en el año 773 rompió sus relaciones teóricas con Damasco declarando al emirato de Córdoba totalmente independiente de la que había sido su patria y la de todo su linaje.

Apenas establecido su dominio, el nuevo emir, inició una gran labor política, primero nombrando gobernadores adictos en los principales enclaves estratégicos, y entre los mas importantes, los del Ebro, que tenían por misión contener los ataques del exterior: había que evitar las agresiones de los francos y sus aliados, como efectivamente sucedió con la expedición de Carlomagno contra Saraqusta, que aliado con gobernadores rebeldes formaron una alianza contra Abd al Rahmän I, pero la alianza fracasó con la derrota de Roncesvalles (a.778) porque cristianos y musulmanes lucharon juntos contra los francos, luego el mismo emir fue a poner orden en el valle del Ebro ocupando Saraqusta, los Pirineos Orientales y el Rosellón .[3]

[3] Levi Provençal “Historia de España musulmana”, pag. 118, trad. Codera.

Restablecida una paz relativa, Abd al-Rahmän dedicose a hermosear Córdoba tomando como modelo las capitales de Oriente: empezó a construir una gran mezquita, baños públicos y otros confortables servicios. Al mismo tiempo edificó una hermosa quinta en el noroeste de la ciudad, a la cual dio el nombre de al-Rusäfa, en memoria de una casa de campo cercana a la bella Damasco perteneciente a su abuelo Hi.am, a quien él recordaba con veneración. En esta hermosa quinta rodeada de jardines, el joven Abd al-Rahmän dio sus primeras fiestas, tan fastuosas como las que se celebraban en los hermosos palacios de Oriente.

Paralela a esas construcciones de tipo ornamental de la capital cordobesa, impulsó la creación de un sistema de regadíos por medio de norias y acequias, que a la par que hacían desaparecer grandes extensiones de tierras pantanosas del pais, hizo florecer una agricultura riquísima.

Cuentan ciertas Crónicas de al-Hullat, reproducidas por el erudito Dozy, que en los jardines que rodeaban la lujosa mansión que venimos de citar, el emir, ya titulado Abd al- Rahman I, hizo plantar árboles originarios de la lejana Siria y otros territorios orientales, entre ellos granados de frutos muy gruesos y sabrosos, que sorprendían a los nativos. Había tambien plantado y crecido en el bello jardin una palma, desconocida en Al-Andalus, que parece haber sido la madre de todas las palmas de Europa, y que hacía evocar en el espíritu del joven emir una nostalgia irrefrenable a su amada tierra de Oriente. Aquella palma le inspiró los siguientes versos:


Tú, como yo eres, ¡oh palma!

extranjera en esta tierra.

Llora, aun cuando por ser muda

¿como podrás llorar mis penas?

Tú no sientes como yo siento

el dolor que me aqueja

por la lejanía y ausencia

de cuanto se ama y consuela.

Si tu fueras como yo, humana,

llanto y angustia vertieras;

a tus hermanas de Oriente

enviaras tristes quejas,

a ellas que ya disfrutan

del agua y de la tierra

que el Eufrates generoso

te vio nacer y hoy te riega.

Pero tu olvidas la patria

que tu perfil me recuerda:

nuestro país, que 'Abü-l-Abbas

y el hado adverso me niegan.[4]

[4] Ibidem; s. 36: Otros poemas del mismo Abd-al Rahman figuran en mi obra "Lirikaj Perloj de Al-Andalus", en versión del idioma internacional Esperanto, y otro del poeta Abu-l-Majsi en el mismo idioma, con un añadido anecdótico bastante interesante.


Tal vez este poema, pleno de melancolía y tristeza, fue el primero que un árabe escribió en ese periodo de nuestra historia sobre tierra española. El mismo Abd al-Rahmän I escribiría luego otros poemas de características similares, y desde su palacio de Córdoba, la música y el ritmo de sus versos voló a todo lo largo y ancho de aquel Al-Andalus esplendoroso para hacerle partícipe de la tradición lírica de los omeyas.

Desde ese día venturoso, cada palacio de Al-Andalus, tuvo cantoras y poetas, científicos y gramáticos protegidos, que harían de este país un foco del saber, que desdichadamente ni nuestro pueblo, ni Occidente, han llegado todavía hasta hoy (a las puertas del siglo XXI) a conocer en toda su profundidad y valor: existe una gran ignorancia sobre esta soberbia civilización de ocho siglos, incluso en las universidades europeas.

Una cantidad considerable de manuscritos han sido ya traducidos pero otros muchos, innumerables, duermen todavía sobre viejos archivos esperando que gentes despiertas y competentes descifren sus valores históricos y líricos en la actualidad poco conocidos.

Entre los poetas destacados durante el gobierno del emir Abd al-Rahmän I es preciso nombrar a Abü-l-Majsi, mencionado en las crónicas de la época. Este poeta, que vivió horas dramáticas en la corte del primer omeya de Al-Andalus, (que con detalle explico en mi obra original en Esperanto, "Lirikaj perloj de Al-Andalus"), supo educar a su hija, Hassanä al-Tammimiyya, en literatura, y en el arte de la composición musical y de poemas, siendo en el trascurrir del tiempo una importante poetisa andalusí.

Antonio Marco Botella