XIII - La taifa de Saraqusta

ZARAGOZA EN LA POESÍA DE AL-ANDALUS

XIII - LA TAIFA DE SARAQUSTA

verkis: Antonio Marco Botella


El primer rey de la taifa de Saraqusta pertenecía a la familia Tuijibí, y el primero de esta dinastía en reinar fue al-Mundir I (1017-1023), hombre pacífico, inteligente y diplomático, que supo establecer orden y rigor administrativo en su reino y debió usar una prudencia sin límites con sus vecinos, pues teniendo a una parte a los cristianos y a la otra los árabes de distintas facciones, solo una política estrictamente neutral podía hacer posible la supervivencia de su reino.

Pronto el prestigio de al-Mundir como persona pacífica y de singular talento se extendió por todo Al-Andalus, lo que propició que poetas, científicos y otros eminentes intelectuales, deseando adquirir fama y dinero, se sintiesen atraídos a visitar su reino y sobre todo a residir en él, convencidos de su prosperidad.

Saraqusta, la Zaragoza de aquellos días, era llamada entonces “Madina-l-bayda” (la ciudad blanca) por el brillo de los mármoles de sus murallas, a las que daban solidez 200 torres principales, de las cuales solo quedan tres, y cuya importancia solo era comparable a la mítica Córdoba en sus años de esplendor. Al-Mundir imitó la corte de los califas, y músicos, cantantes y destacados poetas hallaron protección y ayuda en la bella capital de la Marca Superior.

Este rey, como soberano neutral y con dotes persuasivas hizo posible que en esta ciudad se celebrasen las bodas de una hija de Sancho Iº García, conde de Castilla (995-1017) con un hijo del conde Ramón Borrell, de Barcelona, ante gentes de ambas religiones, o sea la musulmana y la cristiana.

Esta alianza por matrimonio, según el cronista Ibn Hayyän, de Castilla y Barcelona, fue un logro personal de al-Mundir Yahyä, en cuya gestión el fundador de la dinastía Tuijibí puso de manifiesto un espíritu de tolerancia envidiable, siendo un ejemplo a imitar, no solo por sus descendientes sino también por la posterior dinastía Hüd, cuyas normas hicieron posible la convivencia de musulmanes, cristianos y hebreos en aquellos territorios durante largos años.

Al-Mundir quiso también embellecer la ciudad con nuevas e imponentes edificaciones: ordenó ampliar la mezquita principal y, para honrar la memoria del honorable Hanaŝ que la había creado, quiso glorificar la religiosidad del pasado situando el minarete de la misma en su justo lugar, o sea, indicando la dirección de La Meca, hacia donde deben hacerse las rituales oraciones. Hizo también construir Baños Calientes públicos, y otras construcciones de distinto carácter que dieron a la ciudad prestigio urbanístico.

Entre las numerosas personalidades eminentes llegadas a Saraqusta buscando protección para su saber o su arte, es obligado citar a los poetas Ibn Sa'id, al-Ramädï, Ibn Darräij al-Qastalli, Abü-l-Mutarrif al-Dabbag y muchos otros poetas, a los que hay que añadir un amplio contingente de filósofos, gramáticos, matemáticos y otros intelectuales (sobre cuya actividad no vamos a comentar en esta modesta monografía), que hicieron junto al foco de pensadores locales de la taifa saraqustana, una de las mas importantes de la Península.

Nos detendremos para narrar con más detalle biográfico, poético y anecdótico a poetas zaragozanos, y como tales consideramos no solo a los que aquí nacieron sino también a los que aquí residieron largo tiempo o de una manera permanente.

Antonio Marco Botella