Poetas de Saraqusta

ZARAGOZA EN LA POESÍA DE AL-ANDALUS

POETAS DE SARAQUSTA

verkis: Antonio Marco Botella


Empecemos por el eminente poeta Abü 'Umar Ahmad ibn Muammad ibn Darräij, nacido en Cazalilla (Jaen) el año 958. Antes de venir a Zaragoza había sido poeta oficial en la corte de Córdoba con el poderoso Al-Mansur, al que siguió en algunas de sus expediciones militares.

Los versos narrando los triunfos conseguidos en esas campañas fueron comparados a los dedicados por el insigne poeta oriental al-Mutabani a Sayf al-Dawla, que unen al valor estético el histórico. La guerra civil que puso fin al Califato de Córdoba le obligó a buscar un lugar más seguro que halló en la corte de al-Mundir desde el año 1018 al 1028.

Los poemas que el poeta escribió en este periodo, aparte de su valor estético, dan luz sobre hechos históricos de singular relevancia acaecidos en la Marca Superior. Desarrolló una gran labor didáctica en Saraqusta donde hizo escuela. Por no se sabe que extrañas razones abandonó la corte tujibi, donde era muy apreciado, transladándose a Denia, donde murió el año 1030.

El divan que contiene sus mejores poemas fue hallado recientemente y editado por Mahmüd Makki, quien además nos ha prestado el inestimable servicio de haberlo estudiado bajo el punto de vista histórico.

El siguiente poema de Ibn Darräij dedicado a su protector, el rey de Saraqusta, es ante todo un capítulo de loa y agradecimiento al soberano tujibi, que dice asi:


Al rey al-Mundir I

- I -

Dí a la florida primavera:

-extiende un manto de nubes

Y deja colgar tus velos

donde mis infantiles bucles

se dasarrollaron antaño

y vi mis primeras luces…

No ahorres la fecunda lluvia

que tras ella se deduce

brota y estalla lo bello

bajo la forma muy dulce

de lágrimas que son perlas

que sobre lasa flores relucen.

Inclínate sobre Córdoba

donde mi evocación fulge

cuyo canto adoro fiel

mientras mi vida dure.

Pago mi derecho a amar

que eso aquí se traduce

corresponder al amor leal

que al clan Yahya me une,

agradecer al rey al-Mundir

sobre su trono de luces

por su fina sensibilidad

que mi esperanza construye.

- II -

Bajo su égida prudente

claramente se trasluce

como prospera tu pueblo

cuanto te ofrece de dulce,

cuan to por sabio mereces

por sagaz ĝ sano disfrute.

Si los astros te son propicios

y la luna en tu favor arguye,

si las aves te auguran

presagios que amor estimule,

busca la paz en tus jardines

que el amor se traduce

en árboles, frutos y flores

que al corazón en paz seducen!


Ibn Darray, que a veces mostraba en sus poemas el servilismo bastante generalizado de los poetas asalariados, poseía también capacidades poéticas muy encomiables, como los valores líricos que encierran estos bellos versos:


La azucena

Las manos de la primavera

han amurallado sobre tallos,

castillos de azucenas bellas,

castillos de oro adornados

con almenas de brillante plata

y racimos de lirios blancos,

donde sus valientes defensores

en torno a un príncipe bravo

esgrimen espadas de oro

a la hora incierta del ocaso.


Y junto al panegírico y al verso lírico, el poema a adalides que escriben historias y qué nos transmite: en los fragmentos del siguiente poema, despues de la correspondiente loa al gran al-Mansur a quien dedica esos versos, el poeta describe la despedida en su hogar del combatiente que va a partir, y lo hace intentando imitar las narraciones de los poetas clásicos árabes, solo que en vez de describir la tienda del beduino ubica la acción en su propia casa, imagina su partir en el desierto y dirigiendose a su esposa empieza asi el poema con esta reflexión:


Por qué la muerte, ¡oh mujer!

en este largo sosiego,

es una tumba mi casa,

en que de todo carezco.

El peligro y las fatigas

del viaje que hacer quiero,

si beso a al-Mansur la mano

lograrán colmado premio.

A beber aguas salobres

me resigno en el desierto,

y hartaré mi sed al cabo

de su gracia en el venero.


Luego el poeta describe la despedida en el hogar de su mujer y de su niño:


Vacilaba mi firmeza

movida por sus lamentos,

cuando vino a despedirme

del día al albor primero,

rogándome no olvidase

su firme y ardiente afecto.

Al lado estaba la cuna

de nuestro hijo pequeño

que apenas hablar sabía,

pero que hería mi pecho

con su sonrisa inocente

y con sus dulces ojuelos.

En nuestras almas moraba

el niño, y era su lecho

el regazo de su madre

su blanco y hermoso seno,

por el seno que le daba

de amor hubiera yo muerto.


Más adelante el poeta describe el espíritu valeroso del buen luchador:


Hubiera dicho enseguida,

que no teme los peligros

quien la suerte desafía.

El cobarde ve La muerte

bajo mil formas distintas,

mas el fuerte y valeroso

ni la teme ni la mira.

Como un rey a sus esclavos

él los temores domina,

y para vencerlo todo

en su espada se confía.


Y por fin percibimos también en el poema una parte de fantasía lírica a la que el poeta sin duda no quiere renunciar, y asi lo muestra en sus bellas estrofas:


En la bóveda del cielo

las Pléyades relucían,

y alrededor de la clara

luz del polo, siempre fija,

el coro de las estrellas

sus circulos describia,

cual vasos en un convite

entre los huespedes giran,

por hermosas manos llenos

de deliciosa bebida.

En la oscura noche, su fulgor,

la Via Lactea vertía,

como en el rostro de un viejo

la barba blanca crecída.

De Saturno elominoso

brillo no me detenía

y al fin los astros dormidos

se quejaban de fatiga…[1]

[1] "Recherches sur la histoire et la literature de l'Espagne pendant le Moyen Age" de R. Dozy, Leiden. I (1ª edición). Reproducido en parte en la revista literaria argelina por Henri Pérés en artículo sobre esta temática.


El poema es excesivamente largo para reproducirlo íntegro en cualquier antología. Como ya hemos mencionado, despues de vivir más de una decena de años en Saraqusta, Ibn Darräy fue a vivir los últimos años de su vida a Denia, donde falleció el año 1030.

Otro destacado poeta venido desde Córdoba para residir edn la corte de los tujibíes de Saraqusta en años anteriores a la guerra civil (a. 989) fue Abü 'Umar Yüsuf ibn Härün al-Ramädï, que destacó no solo describiendo sus poemas en la forma poética clásica de la qasida árabe, sino también en la moaxaja, sobre cuyas características ya hemos hablado, siquiera sea en su parte más elemental.

Según al-Maqqari en su obra "Naft al-fib", vol. 2, pág. 440, al-Ramädi nació en un pueblo del Algarbe y estudió en Córdoba bajo la dirección de los más prestigiosos maestros del saber, donde mas tarde él mismo enseñó a su vez llegando a ser uno de los poetas más importantes de la corte del califa al-Hakam II (961-976).

Sin embargo fue encarcelado acusado de haber ridiculizado a su protector en un poema y, en la prisión, compuso un gran número de ellos que reunió bajo el título del "Libro del Pájaro", en los que alababa al gobernante y pedía clemencia. Alcanzada su libertad sirvió en la corte de Ibn 'Abi 'Amir al-Mansur durante algun tiempo, pero volvió a caer en desgracia teniendo que emigrar a Saraqusta.

Al-Ramädi fue muy apreciado en medios intelectuales zaragozanos, poseía un dominio completo en el uso de la metáfora, que escapaba de la rutina utilizada en una gran parte de muchos otros poetas, como si se tratara de clichés repetidos una y otra vez. Asi resultaba más que agradablemente sorprendente hallarnos con un verso de esta originalidad:


He visto sobre el mar una coraza de un oro rojizo hecho de azafrán.[2]

[2] Reproducido de "Analectes", II, pág. 441.


Escribió panegíricos a sus protectores, moaxajas populares, poesía báquica amorosa, sátiras o florales, o sea que practicó los más importantes géneros poéticos de la época, y ademas lo hizo bien. He aquí un fragmento de uno de sus poemas:


Sobre mi corazón doliente

las nubes dejan caer sin pena

una copiosa densa lluvia

en forma de cortina negra,

mientras las palmeras lloran

gimen y se desesperan

por mi dolor muy oculto

que mi corazón no muestra.

Es como si las nubes generosas

amortajaran mi tristeza

y las palomas con sus lamentos

oficiaran de plañideras.[3]

[3] "Analectes" II pág. 443. Ver al-Maqqari "Naft al Tib", ed. Ihsän 'Abbas, Beirut 1968.


Abü 'Umar Yusüf ibn Harün al-Ramadi murió en el año 1022.

Otro de los poetas cordialmente recibidos en la corte de Saraqusta fue Abü 'Amr al-Dänï, tanto que en uno de sus primeros poemas aquí escritos decía:


"Llevaré eternamente conmigo,

mañana, tarde y siempre,

los soplos embalsamados

del elogio y amor perenne

al oido de árabes y andalusíes

y a cuantos oírme quisieren

de cómo aquí fui recibido

¡y en cuanta estima me tienen![4]

[4] Qal o Qalá 'id al-iqyän de al-Fath ibn Jäqän, pág. 10 (Büläq 1283)


Debió de decirlo en romance, porque según crónicas de la época, Abü 'Amr, aunque de origen musulman, todavia no dominaba en ese tiempo el idioma árabe. El célebre cronista Ibn Jaldün, comenta, que este poeta llegó a adquirir enorme prestigio y "la mayor perfección en la lectura del Coran, adquiriendo una gran influencia a traves de sus obras en esta materia". La más importante de ellas es "Kitäb al-taysir", un manual que trata de las siete normas de lectura, que acabaron por reemplazar a todos los demas textos existentes sobre este tema.

Abü 'Amr al Dänï murió el año 1053.

Despues de la muerte de al-Mundir, solo dos tujibies ocuparon el trono de la taifa de Saraqusta: su hijo Yahyä ibn Mundir (1021-1036) y al-Mundir II ibn Yähyä ibn Mundir. Sobre el primero nada importante nos han dicho los historiadores, excepto una mención que nos hace el poeta ibn Darräij en uno de sus poemas de una campaña contra Nájera en la que logró abundantes cautivos y botín, y que obligó al rey navarro a venir a Saraqusta a tratar con él con gran solemnidad a las puertas de nuestra ciudad, encuentro en el que participó también el caid de Tudela y Lérida, Sulaymän ibn Hüd, que sin duda aspiraba a la sucesión en la taifa saraqustana, y que en esta ocasión le prometió sumisión.

Yähyä murió en el año 1036, según versión de al-'Udri, sucediendole el mencionado al-Mundïr II durante unos dos años cuando fue asesinado (en 1038) por uno de sus primos, Abd Alläh, según él "como castigo por no reconocer al emir de los creyentes Hiŝam II" en realidad por ambición de poder.

En los breves días que el asesino se mantuvo en el puesto de la más alta autoridad de la ciudad, la muchedumbre asaltó el alcazar de Saraqusta, y esos disturbios debieron de ser de gran envergadura porque los destrozos del alcazar fueron m uy considerables. Según los cronistas de la época, en los mismos murió violentamente el visir del último rey de la dinastia tujibi, el judio zaragozano Yëcutiel ben Isäq ibn Hasän,ejecutivo de la política de rigor administrativo y apoyo decidido a científicos y poetas iniciada y mantenida por toda la dinastía tuijibi, e incluso parece ser, que literato él mismo.

Nos sentimos obligados a mencionar a este visir, no por sus méritos literarios, de los que apenas si tenemos noticia, sino por su decidido apoyo a los intelectuales que buscaron protección en la taifa de Saraqusta, y de manera muy señalada por su apoyo a uno de los mejores poetas de Saraqusta, Ibn Gabirol, que aun cuando no naciera en esta ciudad, aquí llegó de muy niño y desarrolló toda su vida de poeta y filósofo singular, y del que luego hablaremos largamente.

El fin de la revuelta y de la dinastía de los tujibíes se produjo cuando Sulaymän ibn Hüd, caid de Tudela y Lérida, se hizo dueño de la ciudad y se instaló en la misma como nuevo soberano de Saraqusta y de toda la Marca Superior, iniciandose con él la dinastía de los Banü Hüd, cuyos orígenes parece ser que procedían del Yemen, del linaje árabe de Yudäm.

Antonio Marco Botella