2012 - Sobre moros y cristianos

Volviendo al tema de los escudos y "cabezas cortadas” de los moros

Antonio Marco Botella

Junio de 2012

Deliberadamente he dejado pasar unos días (incluso meses) hasta que se apagase totalmente la minipolémica sobre una opinión indocumentada de alguien que acusó de racismo a los aragoneses al contemplar las cuatro cabezas de reyes moros en el escudo de Aragón, aduciendo que son “cabezas cortadas de moros”, cuando en realidad no solo no son cabezas cortadas, sino que sus orígenes datan de tiempos anteriores a los gobiernos cristianos, precisamente en los tiempos que aún gobernaban los musulmanes en Al-Andalus.

El tema podría ser más racional e ilustrativo si se hubiera pedido, “si deben desaparecer o no esas cabezas “cortadas” de los moros del escudo de Aragón” y además "que se explicase desde cuando y porqué están ahí esas cabezas y en realidad que simbolizan".

Por ello creo muy acertado el artículo que en esos días de polémica, hace tiempo, apareció en un periódico local un articulo del insigne catedrático de Historia, Don Guillermo Fatás, que acertadamente opinaba, que los orígenes de esos símbolos datan de más allá del siglo XIII, en los tiempos de Al-Andalus, cuando la Península Ibérica era gobernada por musulmanes, por ello pensamos, que esos críticos musulmanes debieran haber pedido, en primer lugar, una explicación de esos símbolos, que datan de varios siglos atrás de los gobiernos cristianos, y de ninguna manera aventurar una opinión sin base alguna.

De momento ha quedado claro por el artículo citado, que de cabezas “cortadas”, nada. Y si generalizamos la polémica de los símbolos de los antiguos escudos de los añejos reinos, y tratamos de explicarlos uno a uno, enseguida nos percataremos, que gran parte de ellos son pura leyenda, mitos no siempre reflejos de una verdad histórica, que muy pocas veces simbolizan los grandes valores que quieren representar. Lo dicho, no debieran estar en los escudos porque les falta representatividad. Gran parte de ellos no tienen la perspectiva histórica que necesita un símbolo para expresar esos perfiles que debieran tener del colectivo humano al que tratan de representar y enaltecer.

De acuerdo con lo manifestado, no hay cabezas cortadas. Pueden estar tranquilos los que a ese respecto tachan de racismo ese emblema. Pero ese error no es solo referido al escudo de Aragón, sino normalmente también en otros muchos, incluidos los de los países de los indocumentados que sugirieron esa singularidad racista. Realmente ¿esas cuatro cabezas tienen hoy algún significado extraordinario para los aragoneses? ¡Evidentemente, no! El error añadido fue haberlas puesto en el momento inadecuado y conservarlas, o sea, cuando no se tenía todavía la perspectiva de su auténtico valor.

Si se propusiera en este momento poner imágenes humanas como símbolo de gloria en el escudo de Aragón del periodo musulmán (del 711 al 1492) yo pondría sin dudarlo dos: la cabeza del rey de Zaragoza, al-Muqtadir y la del sabio filósofo zaragozano Ibn Bayyä más conocido por el nombre de Avempace. Ahora bien, estos dos musulmanes no eran moros, aun cuando aquí y en otros muchos lugares se acostumbre a llamar moro a cualquier musulmán. Concretamente en Saraqusta (Zaragoza) durante mucho tiempo tras la invasión, la mayoría de la población estaba constituida por yemeníes. Y evidentemente los yemeníes no son moros.

Pero olvidándonos de esa polémica de razas que no nos llevarían a ninguna parte, veamos en una corta biografía quienes eran esa pareja de ilustres hombres que en mi opinión sí merecen estar en el escudo de Aragón como símbolos gloriosos de su tiempo: el rey de Saraqusta al-Muqtadir y el gran intelectual zaragozano Ibn Bayyä.

Abü Ya´far, que tomó el nombre de al- Muqtadir Billäh, gobernó la taifa de Saraqusta desde el año 1046 hasta el 1081, el mas largo reinado de todos los reyes de taifas de Al-Andalus Fue un hombre que sentía una gran pasión por la ciencia y por la poesía. Ordenó construir Baños Públicos y bellos palacios en nuestra ciudad, entre ellos la Aljafería o Palacio de la Alegría, en cuyo Salón de Oro los grandes poetas escribían y recitaban sus poemas.

El eminente historiador al-Saqundi (n. en 1231) en su obra “El Islam español” dice en una de sus páginas:

“Teneis un rey, al-Muqtadir, señor de Saraqusta, realmente admirable, es destacado matemático, ha escrito bellos poemas y protegido a innumerables científicos y poetas. Mandó construir un centro cultural a semejanza del Centro de la Sabiduría de Bagdad, todo lo cual acrecentó el prestigio que ya tenía como sabio gobernante, hombre culto y gran científico”.

Bajo el reinado de al-Muqtadir y compartiendo una misma pasión por la poesía, convivian en palacio un grupo de jóvenes aspirantes a poetas bajo la influencia de maestros de la poética y del sabio rey, entre los que cabe destacar a Ibn Hasday, Abd al-Rahmän ibn Sätir, Abü-l-Muta-rif ibn al-Dabbäg y otros.

Tras un largo y fructífero reinado, el sabio rey al-Muqtadir falleció el año 1081 sucediéndole en el trono su hijo al-Mu´tamin, que siguiendo los pasos de su culto padre, no solo era poeta, gran matemático y astrónomo sino de hecho un gran intelectual en el sentido más amplio de la palabra.

El otro personaje que yo pondría en el escudo de Aragón es Abü Bakr Muhammad ibn Yahya al Sa´íg ibn Bayyä, conocido por los escolásticos por el nombre de Avempace. Este eminente hombre nació en Saraqusta en 1085/1090, en el seno de una familia muy modesta completamente ajena a la vida e inquietudes intelectuales. Se cree que su abuelo era platero, por deducción de la palabra al Sa´ig, oficio que seguiría su padre y que él mismo también se iniciaría. Historiadores y antólogos coinciden en opinar, que Ibn Bayyä poseía un talento mas allá de lo común, no solo para las letras, astronomía, matemáticas, medicina y filosofía, sino sobre todo para la música, para lo cual estaba extraordinariamente bien dotado. El historiador al-Maqqari asegura, que después de haber compuesto un Tratado sobre Música, nada de cuanto hasta entonces se había escrito sobre este tema, incluida la famosa obra de al-Farabi, ni esta ni cualquier otro Tratado de su época ya no servían para nada. Según García Gómez inventó el zéjel, que tanta importancia tendría siglos más tarde en la formación de la primera poesía de las distintas líricas de Occidente.

El historiador Ibn Jaqän hizo una crítica muy severa de Ibn Bayya en su antología de poetas españoles “Collares de oro puro” por ciertos antagonismos personales, pero después de eso, en otro de sus libros, le colma de elogios con el siguiente panegírico:

“La luz de su inteligencia brilló esplendorosa, al demostrar de manera concluyente y decisiva la verdad de todas sus opiniones. La fama de su nombre difundíase por todos los países de la tierra. Trató de aquilatar el valor de los humanos conocimientos, y fue equitativo en su crítica. Sustituyó por demostraciones apodísticas la ciega aquiescencia a las razones de autoridad, probando de manera cierta y evidente, que tras la muerte hemos de volver a la vida. Sus poemas entusiasmaban y conmovían los corazones. Las nacaradas perlas de los mares habrían deseado ser ensartadas en sus versos. Sus poemas, en fin, tenían la virtud de disipar la tristeza y el dolor de los corazones de los hombres”

Ibn Bayyä es autor de importantes comentarios sobre Aristóteles y profundos estudios sobre Física, Meteorología e Historia de las Bestias; posee un Tratado sobre Lógica y otro sobre el Alma de profundo contenido titulado “Tadbir al mutavvahhid” (Régimen del Solitario).

En 1118 Alfonso I “el Batallador” conquista Zaragoza y Avempace abandona la ciudad que le había visto nacer. Parece ser que marchó a Játiva y mas tarde a Almeria, Granada y Sevilla, en esta última ciudad trabajó un tiempo como médico, mientras tanto tuvo ocasión de dedicar muchas horas al estudio y elevar aun más sus altos conocimientos. De Sevilla se trasladó a Orán y Fez. En esta última ciudad marroquí Ibn Bayyä murió en el año 1138, probablemente envenenado, según los datos que aun se conservan.

Nuestra respuesta a esa acusación de racismo, ya ha sido anulada por un ilustre historiador debidamente documentado, y por el contrario aun hay muchos aragoneses que aprobarían que en el escudo de Aragón figuraran las cabezas de los mencionados aragoneses de origen árabe: al-Muqtadir y Avempace.

Poner las cabezas de esos dos hombres ilustres en el escudo de Aragón hubiera sido, antes y ahora, un motivo de orgullo para todos los aragoneses.

Antonio Marco Botella