XVI - La poesía bajo la dinastía Hüd

ZARAGOZA EN LA POESÍA DE AL-ANDALUS

XVI - LA POESÍA Y LA ACTIVIDAD INTELECTUAL BAJO LA DINASTÍA HÜD

verkis: Antonio Marco Botella


Sulaymän ibn Hüd, fundador de una nueva dinastía, que dio gloria y esplendor inmensos a Saraqusta y toda la Marca Superior empezó su reinado en octubre del año 1038 utilizando el honorífico título de al-Musta'ïn bi-lläh.

Este nuevo soberano conquistó Lérida y Monzón primero, y un poco más tarde Zaragoza, Huesca, Tudela y Calatayud, finalmente guerreó contra la taifa de Toledo. Tuvo este rey cinco hijos y a cada uno de ellos le dio el gobierno de una de sus provincias: Lérida a Yüsuf, Huesca a Lubb, Tudela a al-Mundir, Calatayud a Muhammäd y finalmente a Ahmäd le destinó Zaragoza, para sucederle en el reinado cuando su padre muriera, hecho que se produjo el año 1046.

Al fallecer el padre, los hijos combatieron entre sí, y Ahmäd, también llamado Abü Yafar, venció a sus hermanos ocupando todos los territorios, incluso luego también Tortosa y Denia, con cuyas conquistas la taifa de Saraqusta alcanzó el Mediterráneo. fue así como este reino se convirtió en el mas grande y potente de la Marca Superior de Al-Andalus.

Abü Yafar tomó el nombre de al-Muqtadir Billäh y gobernó la taifa desde el año 1046 hasta el 1081, el más largo reinado de todos los reyes de taifas de Al-Andalus.

Abü Yafar sentía una gran pasión por la ciencia y por la poesía. Ordenó construir bellos palacios, entre ellos la Aljaferia (al-Ya'fariyya) o Palacio de la Alegría (Qas Där al Surwr), donde los grandes poetas escribían y recitaban sus poemas.

El eminente historiador al-Saqundi (n.1231) en su obra "El Islam español" dice en una de sus páginas:

“Tenéis un rey, al-Muqtadir, señor de Saraqusta, realmente admirable, es destacado matemático, ha escrito bellos poemas y al hermoso palacio de la Aljaferia, que él ordenó construir, y al Salón de Oro, que fue escenario de anécdotas importantes de su vida, él les dedicó los siguientes versos”:


Al palacio de la Aljaferia

¡Oh, Palacio de la Alegría!

¡Oh, hermoso salón de oro!

Con los dos mis ilusiones,

veo satisfechos mis logros.

Aunque mi reino no tuviera

otras joyas y más tesoros,

yo, teniéndoos a los dos,

ya tendría cuanto ambiciono,

que con este bello alcázar

mi alegría llega a su colmo.


También mandó construir un centro cultural a semejanza del Centro de la Sabiduría de Bagdad, todo lo cual acrecentó el prestigio que ya tenia este rey como sabio gobernante, hombre culto y gran científico.

Emilio García Gómez describe en su obra "La insinceridad de la poesía árabe" una anécdota curiosa sobre al-Muqtadir que dice así:

"Vivía en el hogar del rey de Saraqusta un muchacho llamado Yahyä ibn Yatfut que aprendía literatura y a cabalgar, y era tan guapo, atractivo e inteligente que al-Muqtadir se enamoró de él. Aun cuando el rey ocultaba con sumo cuidado sus sentimientos, finalmente se lo dio a entender dedicándole este breve poema":


En el nombre de Dios clemente,

¡oh tú, bello como gacela!

dime muchacho sin dilación

y con toda gentileza:

¿cuando conseguiré tenerte

en la red de mi pertenencia?

Fluye mi vida lánguida,

el alma llena de tristeza

por no conseguir alcanzar

tu amor, por quien mi ser pena...


El joven le respondió sobre el dorso del mismo billete, también en verso y sin perder el tono jerárquico al que estaba obligado a la personalidad que se dirigía:


Si soy bello como gacela,

seguro que tú eres león

aspirando a capturarme

contra mi deseo y decisión;

¡vivir en un bosque contigo

jamás pasó por mi imaginación!


Después de esos versos el muchacho aun añadió:

- "Las leyes de la poética me exigían esa respuesta, pero luego te digo: pongo las riendas en las manos de mi señor”.

Bajo el reinado de al-Muqtadir y compartiendo una misma pasión por la poesía, convivían en palacio un grupo de jóvenes aspirantes a poetas bajo la influencia de maestros de la poética y del sabio rey, entre los que cabe destacar a Ibn Hasday, 'Abd al-Rahmän ibn Sätir, Abü-l-Muta-rrif ibn al Dabbäg y otros. Este último mencionado, a pesar de su carácter andariego que le hacía viajar de una a otra corte de Al-Andalus, él prefería vivir casi permanentemente en Saraqusta, aun cuando por cortos periodos de tiempo lo hacía en las cortes de Sevilla o Badajoz.

Los historiadores de la época lo distinguieron, además de por sus méritos líricos, por su saber redactar misivas, tanto, que su nombre se hizo célebre en la Península por las cartas que dirigió a los más importantes escritores de su tiempo...

Tras un largo reinado, 34 años, el sabio rey al-Muqtadir falleció el año 1081. Le sucedió en el trono de Saraqusta su hijo al-Mu'tamin, que siguiendo los pasos de su culto padre, no solo era poeta, gran matemático y astrónomo sino de hecho un auténtico intelectual en el sentido más amplio de la palabra.

Uno de sus discípulos, Maimónides Yehuda ben Aknin, alaba su gran talento y el alto nivel de su obra, "Libro de las perfecciones y de las apariciones ópticas", desdichadamente perdida. Sin embargo nos es grato informar a quienes no están al día sobre estos temas, que en 1993, con motivo de celebrarse en la Universidad de Zaragoza un Congreso de Historia, un científico neerlandés, el Profesor Hogendijk, presentó una ponencia en la que indicaba, que acababa de traducir un manuscrito antiguo, cuyo autor era el rey al-Mu'tamin de Saraqusta, que compendiaba el más completo repertorio en el mas alto nivel sobre la matemática de su tiempo: en el libro aparecían mas de 400 teoremas de alta matemática, entre ellos el famoso teorema de CEVA, que este italiano descubriría varios siglos mas tarde.

Visir insigne del desaparecido rey zaragozano al-Muqtadir así como también de los reyes al-Mutamin y al-Mustain que le sucedieron, fue Abü-l-Fald ben Hasdäy al-Islami al-Saraqusta.

Había nacido este gran visir en el barrio judío zaragozano, y no solo era de origen hebreo sino que además, y según cita del historiador Sa'id al-Andalusí, era un hebreo tan puro, que se podía decir que su familia descendía del mismo Moisés. Su padre, Abü 'Amr ibn Hasday, según datos facilitados por Moŝe ben 'Ezra, era de la región oriental de Al-Andalus, gustaba mucho de la poesía y de tarde en tarde escribía algún que otro poema, manteniendo relaciones amistosas con el famoso visir granadino Ibn Nagrella. Su hijo, Abü-l-Fald, amaba desde muy pequeño tanto su religión y su pueblo, que soñaba visitar un día la Tierra Prometida y orar en la santa Jerusalén.

Otro de sus grandes amores era la poesía, no puede extrañarse pues, después de lo que hemos dicho, que sus más bellos versos los dedicase a los ríos Jordán y Ebro.

Entre sus poemas se distingue la qasida titulada "El canto huérfano" o sea el único, dedicado al poeta Ibn Nagrella, al cual correspondió éste muy gentilmente. Poseía Abü-l-Fald ibn Hasday una exquisita delicadeza y una imaginación tan desbordante en la creación del verso que seducía al instante según puede verse:


Nos causaron enorme alegría

nubes que del sol se burlaban

mientras se ocultaba y descubría

entre oros y luces plateadas...

En lo alto, un genio abría,

su arco, dejándolo que se combara

para que sus flechas de fantasía

nubes de algodón atravesaran!


Pero un buen día el joven poeta se enamoró perdidamente de una hermosa muchacha árabe y ya no existió para él otra persona u objeto de adoración mayor que aquella deliciosa mujer.

Su poesía, sus fervores, todo su amor exaltaron día y noche su figura, como si en el mundo no existiera ya otra cosa mejor, y por ello todos sus afanes se encaminaron en poder proporcionarle una vida lo más confortable y feliz posibles. Por ella renunció a sus creencias religiosas y se hizo musulmán, solo por ser como ella y complacerla en todo. Algún malintencionado expresó la envidiosa opinión de que su conversión no se debía al amor sino a ambiciones políticas.

El joven Ibn Hasdäy hacia poesía, tan bella que encandilaba a las gentes del pueblo llano que se complacía en repetirla. Pronto su gran prestigio popular llegó a oídos del rey al-Muqtadir, que le hizo llamar a palacio.

El soberano escuchó sus poemas y valoró sus grandes conocimientos en gramática, astronomía, matemáticas y música; por ello decidió hacerlo su secretario y consejero. Su presencia casi permanente en palacio y sobre todo sus valiosos servicios al sabio rey, le hicieron acreedor a ser muy pronto promovido a la honorable dignidad de visir. Secundando eficazmente a su soberano fue protector de poetas y científicos, contribuyendo a crear en toda la Marca Superior un clima a favor de tales actividades, de tal repercusión en todo Al-Andalus, que numerosos intelectuales hicieron de Saraqusta su residencia habitual preferente.

Nadie sabía describir mejor en bellos versos que el joven visir, las fiestas que se celebraban en el palacio de la Aljafería o sobre las aguas del río Ebro. Y es que al igual que ya sucedía en la Sevilla del rey al-Mutamid sobre el río Guadalquivir o sobre el río de Silves y también sobre las aguas de un embalse próximo a Córdoba, en la bella Saraqusta se había puesto de moda celebrar, preferentemente por las noches, fiestas íntimas literarias y recitales musicales en pequeñas embarcaciones sobre el río Ebro.

Un célebre cronista de la época, Fath ibn Jaqän, nos hace una brillante introducción a una de esas descripciones hechas en verso por Ibn Hasdäy, que en este caso acompañaba al mismo rey al-Musta'in y sus íntimos en una embarcación sobre el Ebro. El historiador nos cuenta con un indudable sabor lírico:

“La barca del príncipe estaba rodeada de una multitud de embarcaciones. Las melodías de los laúdes eran tan hermosas, que hacían pararse al viajero en su camino y hacían enmudecer en su canto al pájaro mas elocuente; con estratagemas se hizo salir a los peces de las profundidades del río y las artes de pesca se hundieron hasta ellos, haciéndoles aparecer ante los ojos como ramos de perlas o lingotes de oro”...

A continuación de esta bella introducción, el cronista reproduce el poema de Ibn Hasdäy:


¡Ah, cuán hermoso el Ebro

se muestra en esta jornada!

¡Como brilla al mediodía,

su rostro por la mañana!

¡Qué bellos tintes de oro,

como deslumbran plateadas

las riberas luminosas

cuando el ocaso las alcanza!

Se diría que el Tiempo

quiere compensar con calmas

las iras de otros días

con dulces horas de templanza.

Bogábamos en frágil barquita

que otras muchas rodeaban,

las unas en perfecto orden

las otras desperdigadas.

Largamos velas por completo,

un príncipe venia en la barca,

se trata del gran Musta'in,

rey de Saraqusta y su Marca,

heredero de al-Muta'min

por al-Muqtadir legada.

Así se daba una maravilla

que la barquilla mostraba:

¡un mar dentro de un río!

¡un rey que el pueblo adoraba!

Desde las profundas aguas

los peces fuera saltaban

como lindas perlas preciosas

y la gracia de jóvenes muchachas.

Podían allí los invitados

beber vino, según gustaran,

con la fruición del que besa

la boca de la bienamada...

Se bebió a la salud

de un señor al que se ama,

que es perfumada flor

rostro que brilla con luz clara

más que la luna en la noche

más que las luces del alba.

La escena aquí narrada tiene lugar durante el corto reinado de al-Mu'tamin, solo cuatro años, y durante el mismo tuvieron lugar los esponsales de su hijo, al-Musta'in bi-lläh con la hija del visir de Valencia Abü Bakr 'Abd al-Aziz. según nos cuenta al-Jaqän en la obra "Qala'id", pág. 67,reprod. por Dozy en Recherches, pág. 462-464:

"Las fiestas revistieron una brillantez incomparable. El visir de Saraqusta Abü-l-Fald Ibn Hasdäy fue el encargado de redactar las invitaciones a las personalidades andalusíes mas consideradas e ilustres, a los héroes mas bravos y distinguidos, a los secretarios, visires y a los emires... que acudieron en masa a la corte de Saraqusta".

"Durante las bodas, los festines se sucedieron sin interrupción y no había ocasión de entregarse al sueño en ningún momento. Al-Mu'tamin, padre del novio, dio unas fiestas mas espléndidas que las del califa 'Abbäsi al-Ma'mun en su boda con Bawrän, hija de al-Hasan ibn Sahl; todos los placeres se daban cita, todo estaba perfumado de delicias, todo resplandecía de riquezas; era una lluvia de goces, y la palestra estaba abierta a todos aquellos que querían apurar todos los placeres".

Al-Mu'tamin murió el año 1085 sucediéndole en el trono de Saraqusta su hijo al-Musta'in.

Otro poeta famoso de este periodo, nacido y residiendo permanentemente en Saraqusta fue Yahyä al-Yazzar al-Saraqusti, cual indica su nombre, carnicero y zaragozano. Según al-Maqqari, parece, que fue el famoso poeta Ibn Ammar, visir del rey al-Mutamid de Sevilla, exilado en Saraqusta un corto tiempo (alrededor del año 1085), quien descubrió el talento lírico de este poeta popular, que estaba dotado de innata inspiración para componer versos. Lo presentó como tal al rey al-Mu'tamin y éste enseguida lo aceptó como poeta de su corte.

Fue notable compositor de moaxahas de las que 10 se conservan en el Yay× al-taw'ih, de Lisän al-Dïn al-Jatib. Veamos a continuación algunos de sus inspirados versos:


Surgió debajo de las capas

la luna de su bello rostro,

cuyos encantos van diciendo:

¡ama con ternura de devoto

que quien se olvidó de amar

olvidó su regla de oro!

Pueden ser los vestidos burdos

y cubrir verdaderos tesoros,

que hasta la rosa tiene espinas

sin perder del aroma el trono,

que el almizcle va en tosco envase

y la pez cubre el vino sabroso.


Yahyä al-Yazzar escribió numerosos poemas de los más variados temas, pero destacó muy en particular por su poesía popular: solía visitar los más modestos barrios y conversar amigablemente con sus gentes sobre sus problemas e ilusiones. De esas conversaciones entresacaba el poeta bellas canciones y poemas populares, que en forma de moaxahas o zejeles, habitualmente largos y en el idioma del pueblo, constituían el encanto de cuantos le escuchaban...

Pero muy a pesar de ese mimo popular, el antiguo carnicero no se sentía contento en su tarea cotidiana de poeta asalariado de la corte, porque nunca llegó a adaptarse a su papel un tanto servil, y por ello decidió finalmente liberarse del asfixiante protocolo y abandonar su puesto en palacio. A título de despedida dedicó unos versos al visir Ibn Hasdäy, rogándole le disculpase por su decisión de abandonar la corte:


Me criticáis con excesivo rigor

por sentirme tan contento

como simple vendedor de carne

y no como poeta palaciego.

Desconociendo la profesión

es pretencioso de hecho

condenar ese mi oficio

con criterio tan severo.

Yo, no lo trocara, estoy seguro,

por el de chambelán predilecto

pues prefiero mi oficio

aun siendo mucho mas modesto. etc.[1]

[1] Al Maqqari, pag. 412-522.


Abü Bakr al-Yazzar al-Saraqusti solía también visitar las tabernas en esas correrías populares que hemos hecho mención, lo que evidentemente no estaba bien visto por la sociedad islámica de aquellos días, cuando reinaban en Al-Andalus los omeyas o mas tarde los almorávides, pues los bebedores no solo eran castigados por infractores de la Ley de Dios (Corán II, 216), sino que incluso en algunos casos se les condenaba a muerte. Sin embargo en todos los tiempos ha habido maliciosas interpretaciones de los poderosos, para dar matices de impunidad a sus vicios.

También en esta época, en la que se hacía pasar como zumo de frutas lo que no era otra cosa que vino puro. La afición de al-Yazzar por el vino era bastante conocida por el pueblo llano y así la cantaba él en sus poemas:


Fui con frecuencia a tabernas

cuando la noche viste de negro

para que nadie descubriera

mi afición por ese saboreo.

Nunca tuve ningún pudor

por confesar ese regodeo,

cambié cualquier cosa por vino,

del oscuro vino que prefiero,

y lo hice siempre al contado

por complacer mi mayor deseo.[2]

[2] Analectes II, pág 538. Reprod. R. Dozy, (Supl. I, pág. 404)


Abu Bakr al-Yazzar al-Saraqusti murió en su ciudad natal, donde siempre había vivido, el año 1145.

Otro destacado poeta de esta tierra fue Sulayman ibn Mihran al- Saraqusti. Por verdadero azar he encontrado unos versos entresacados de una curiosa anécdota, pues tengo su ficha como poeta zaragozano, pero no había conseguido hallar ni uno solo de sus versos.

La breve historia se la debemos al célebre médico al-Kinani, que nos cuenta, que viajando él por territorios cristianos y árabes, buscando esclavas cristianas bien dotadas de voz para ser formadas como cantoras en la Academia de Córdoba de Canto y Danza, quedó sorprendido por el siguiente hecho que en estos términos nos cuenta:

“Participaba yo en cierta fiesta de la hija cristiana de Sancho, rey de los vascos, esposa del tirano Sancho, hijo de García, posiblemente en Burgos, durante los crueles días de la terrible fitna, En el suntuoso salón había un gran número de cantantes y danzarinas musulmanas, regalo de Ibn al-Hakam, durante el periodo que este fuera Príncipe de los Creyentes de Córdoba".

"A una señal de la señora a una de ellas, ésta tomó el laúd y cantó el siguiente poema":


Mis dos amigos mas queridos...

¿porqué la brisa cuando sopla

viene siempre acompañada

de suave perfume y nunca sola?

Del país de mis amigos viene

esa brisa con su aroma

que trae hálitos de amores

e inspiran pasión recíproca,

¿son dos la dulces brisas

o una sola ternura amorosa?

Que Dios riegue la tierra,

donde vive ella, la hermosa,

con cuello de bello cisne

que los corazones alboroza.

¿Acaso como brisa mi corazón

está dividido en dos lonchas,

una que se halla conmigo

y con ella se halla la otra?

La brisa igual que el amor

son en verdad dos aromas!


"Había cantado la bella trovadora con una gran emoción y sin duda con una perfección difícilmente superable, cuando en ese instante de silencios indescifrables, un gemido profundo sacudió los corazones y de inmediato los presentes se percataron que una de las dos sirvientas en cautividad de la señora cristiana, lloraba sin consuelo. Al-Kinani, invitado y narrador de la anécdota, compadecido, se acercó hasta la hermosa y le preguntó con solo su mirada":

- ¿Qué es lo que os hace llorar?

- Esos versos, respondió la muchacha, fueron escritos en su día por mi padre, y al oírlos no he podido contener mis lágrimas.

- Esclava de Alá, ¿quien es vuestro padre?

- Mi padre es Sulayman ibn Mihran al-Saraqusti. Estoy en cautividad desde hace muchísimo tiempo y desde siempre no tengo noticia alguna de mi familia.

Al-Kinani, que vivía a la sazón en Saraqusta, contó esta emocionante historia en uno de esos recitales íntimos que en aquellos días se celebraban en pequeñas embarcaciones sobre las aguas del Ebro, y desde ese día la simpatía que en todas partes despertaba el poeta ibn Mihran al-Saraqusti era inmensa.[3]

[3] Esplendor de Al-Andalus", de Henri Pérès.

Ibn al-Jatib, poeta, historiador, político y renombrado antólogo granadino reproduce en su obra "Libro de la Magia y de la Poesía", algunos poemas de Ibn Mihran al-Saraqusti. En uno de ellos, el poeta zaragozano critica severamente a uno de esos pudorosos mojigatos que suelen existir siempre en todos los tiempos y ciudades desde que el mundo es mundo haciendo gala de un tan exagerado pudor que raya en el ridículo. La respuesta del zaragozano es digna de un fino poeta, como sin duda Ibn Mihran lo era:


Me censuró con todo rigor

mi decidido propósito

de desnudarme en pleno día

quitándome mis vestidos...

Me llamó libertino e inmoral,

escandaloso y pervertido.

Yo le repliqué en tono jovial

cual si no lo hubiera oído:

- Que un hombre joven y alegre

con buen humor y decidido

quiera mostrarse desnudo

tal como la naturaleza lo hizo,

como si despertara de un sueño

sin perversión ni maleficio,

¿es eso acaso por ventura

la imagen de un libertino?

¡No mas reproches!, le respondí:

De todos es bien sabido

que la aurora nace cada día

sin ropajes ni vestidos,

y eso no solo no escandaliza

sino que arroba los sentidos.

Amor, sinceridad, adoración,

desnudos son, seres lucidos![4]

[4] Al-Maqqari II, pág. 496.


Ibn al-Kinani, médico un poco fatuo, pero de unas facultades intelectuales extraordinarias, se jactaba en el siglo XI de enriquecerse comprando esclavas y formándolas en distintas artes para venderlas luego a precios exorbitantes dijo en cierta ocasión:

"Soy capaz de despertar la inteligencia de las piedras y con más razón la de las personas más ignorantes. Sepan que poseo en estos momentos cuatro cristianas cautivas que, ayer ignorantes, son hoy sabias y llenas de cordura, versadas en el conocimiento de la lógica, filosofía, geometría, música y canto, bellas letras, astronomía etc. y citaba como ejemplo de una de esas "operaciones" la educación y venta de una cantante que vendió a Hudayl ibn Razim, por una suma de tres mil dinares".

(Una verdadera fortuna entonces: sesenta mil francos oro), que según él y el historiador Ibn Bassän que lo cuenta, era una verdadera maravilla como cantante y como intelectual.[5]

[5] Al Dajira fi mahäsin ahl al-Yazira, de Ibn Bassän. Repr. "Esplendor de Al Andalus" de Henri Péres, pag. 387.

Antonio Marco Botella