2007 - Ensayo sobre Europa

ENSAYO SOBRE EUROPA

Traducción de la conferencia del 27 de octubre de 2007

en el Salón de Actos del Ayuntamiento de Ejea de los Caballeros

Antonio Marco Botella

Zaragoza - 2007


Conferencia original en esperanto


Compañeros de ideas y amigos:

Ortega y Gasset, uno de los intelectuales más importantes del pasado siglo, afirmaba acertadamente, “que para definir una época no es suficiente saber lo que se hizo durante ese periodo, sino también lo que no se hizo, aunque todas las circunstancias coincidieran favorablemente para realizar lo que era factible y se debía hacer.

Por supuesto definiremos Europa en ese doble sentido que significa una mirada a la época pasada y una proyección hacia el futuro, subrayando los pasos acertados y los errores dramáticos. Como es comprensible haremos esto sin explicaciones profundas ni menciones históricas detalladas, usted a ciencia cierta y sin ninguna duda percibe que Europa no nació anteayer...

Por eso hablaré hoy, en primer lugar, sobre la Europa del pasado y a continuación de la que podemos observar hoy, cuáles fueron sus perfiles más importantes ayer, qué constatamos hoy y qué deseamos para su futuro en grandes líneas.

Sobre los problemas de la Europa actual y nuestras propias conjeturas sobre ella en el futuro, sobre eso os invitamos a opinar al final de mi exposición, respondiendo tanto a mis preguntas como a las de aquellos que eventualmente ustedes mismos puedan improvisar.

Es cierto que estar hablando sobre Europa es algo suficientemente complejo y difícil, porque cuando se pronuncia esa palabra en un ambiente culto, casi nunca es sólo para indicar la totalidad de los países cuya totalidad se llama así en forma colectiva, pero ciertamente nuestra intención va más lejos, digamos mejor, que pretendemos expresar lo que Europa significa para nosotros con su denso contenido histórico, cultural, político, filosófico y otros conceptos adicionales necesarios para conformar la idea más precisa sobre ella.

He aquí por qué considero oportuno, que antes de entrar en el núcleo de nuestro tema europeo, aclaremos del modo más conciso posible el significado que damos a esa palabra, esto es, a Europa, y llenarlo del sentido preciso que deseamos que refleje, porque ciertamente en esa definición encontraremos una nueva dimensión sobre un concepto tan amplio como de qué tipo de Europa se trata, y junto con esa definición comentaremos qué tipo de realidad mostró en ciertos periodos de su historia, como es de entender según perspectivas agrupadas por siglos, pues todo el mundo comprende perfectamente que hacerlo con más detalle resulta absolutamente imposible, porque Europa es Europa desde hace muchos siglos.

Comencemos pues nuestra disertación definiendo qué es para nosotros Europa: en mi opinión es una compleja combinación de diversas culturas, de las cuales los elementos más importantes tienen su origen en Grecia, Roma, el cristianismo y un amplio ideario de pensamientos populares sociales y progresistas.

También la cultura del Islam intervino en cierto grado en esta combinación, pues en verdad no se puede olvidar que la cultura árabe influyó de manera importante durante ocho siglos en España, y de la fusión hispana, judía y árabe nació una potente cultura que irradió por todas partes lo más selecto del pensamiento de la sociedad civilizada de entonces, de esa manera en Córdoba renació el helenismo y la ciencia durante un largo periodo de la Edad Media, justamente cuando gran parte de los europeos solamente pensaban en objetivos religiosos y en batallas, y el foco más brillante de la ciencia y el pensamiento de alto nivel se encontraba en la península Ibérica personalizado en intelectuales tan importantes como fueron Averroes, Avempace, Abentofail, Avicebron, Maimónides, Ibn Arabi, al-Mutamin, Ibn Sabin, Ibn Hazm y muchos otros eminentes astrónomos, médicos, matemáticos, geógrafos, gramáticos y poetas, todos estos últimos “más numerosos en Al-Andalus que estrellas brillan en el firmamento” como se decía en aquellos años.

(Disculpadme si acentúo esta influencia hispana, judía y árabe en Europa, pero enfatizo esta época porque sin ningún fundamento, desde hace mucho tiempo, los europeos pretenden ignorar este rico periodo, que ciertamente no se inventó por capricho, puesto que debemos considerar esta contribución como algo real porque los argumentos abundan y son comprobables).

De esta definición sobre Europa extraemos como primera y rápida conclusión que Europa, una mezcla compleja de pueblos y culturas, ya era Europa antes del nacimiento de sus naciones y que las más puras esencias que la caracterizan ya se encontraban en lo más profundo del corazón europeo, independientemente de esas naciones que la constituyen, y finalmente subrayemos como una peculiar idea del europeísmo la fidelidad a sus orígenes culturales, el ánimo sin cese para buscar nuevos horizontes intelectuales que generan una cierta facilidad en la creación, y una fe en su propio destino como creadora de nuevas formas de vida basada en su superioridad.

La idea central que conceptuamos sobre Europa y el europeísmo termina justamente aquí, en los límites de la Edad Media, cuando surgían las naciones como nuevas formas de ese europeísmo singular y único al cual de alguna manera sustituían.

Europa entonces se divide en parcelas, en cada parcela se habla una lengua propia y en lo más profundo de esos orígenes se intentan diferenciar todas ellas de las otras parcelas inventando singularidades autónomas, esto es, los nacionalismos que de alguna manera crean un nuevo “estatus” bajo la forma de culturas diferentes, pero provenientes todas ellas del mismo tronco, esto es, sin perder el perfume del europeísmo original.

Durante siglos esas parcelas, llamadas naciones, completaban en Europa una tarea gigantesca: arte y ciencia crearon escuelas, se difundieron ideas de progreso y los pueblos se sacudieron el gobierno de sus dueños, adquirieron cultura y conquistaron libertades sociales y políticas, porque Europa encontró siempre nuevos métodos para superarse, nuevos sistemas para resolver sus problemas más difíciles, nuevas ideas para superar las barreras de todo tipo que surgieron ante los horizontes propios, posiblemente por la herencia llena de valores que recibimos de la cultura helenística, y esa es la gran facilidad de Europa para crear nuevas ideas, sistemas y métodos absolutamente propios.

Los comentarios sobre la época histórica de la formación y adquisición del perfil singular de cada nación podrían llenar cientos de volúmenes, posiblemente miles, pero eso ya pertenece a la historia detallada de cada país y no quiero de ninguna manera invadir ahora esas parcelas, por supuesto que mi objetivo es hacer la historia de la evolución de las últimas etapas de las naciones, cuando ya definidas ya no pensaban en cierta política progresista y de amor a la humanidad, sino egoístamente en cómo adquirir mayor potencia y ampliar los propios límites territoriales y en cómo obligar a seguir su propia política a las naciones más débiles por la fuerza de las armas.

Esta radicalización que apareció principalmente a comienzos del siglo XX condujo directamente a una grave crisis, y el resultado fue la aparición de dictadores que tenían como objetivo conquistar toda Europa y obligar a seguir su propio despotismo, y en ese camino explotaron dos grandes guerras mundiales que generaron ruina, pérdida de valores humanos y miseria en todos sus aspectos. Bajo un punto de vista individual se pudo constatar que la humanidad perdió la ilusión por los grandes ideales.

Estas guerras mundiales, principalmente la última, con el uso repetido incluso de bombas atómicas, sirvieron sólo de forma positiva en un punto, y ese fue como reacción y vuelta a pensar en crear la estructura de una nueva Europa, la absoluta necesidad de no volver a consentir la reaparición de nuevas guerras y, como objetivo principal, unir a todas sus naciones en una sola Comunidad, sin límites territoriales ni otras barreras.

Y fue así como nació, apenas dos años después del final de la guerra, el Consejo de Europa. El primer objetivo fue económico y político, pero sólo se alcanzó el económico bajo el nombre de Benelux, al que pronto se añadieron otras naciones. Estos fueron los primeros pasos para la desaparición en muchos aspectos de las fronteras de los países europeos citados. Poco a poco esta unión se agrandó. Se creó en 1957 la Unión Económica Europea subscribiendo el tratado de Roma. Y a esos primeros enlaces económicos se añadieron nuevos organismos que ya no eran sólo económicos, como fueron la Fundación Social Europea, Euratom, la Unión Aduanera (que posibilita la libre circulación de mercancías y productos diversos), el Parlamento Europeo y comisiones específicas para la agricultura, pesca, fijación de precios comunes y finalmente lo más importante, la aceptación de una moneda común para todos sus miembros.

El progreso de la Unión fue digno de mucha atención durante algunos años, aunque para conseguirlo se debieron superar altas barreras, pero como es de entender no todo progresó de manera suficientemente agradable.

Frecuentemente los intereses de los propios países ponían freno a este progreso. Finalmente algunos países no aceptaron la Constitución Europea, posiblemente ese texto no contentaba a todos y en democracia se deben respetar siempre las opiniones más diversas, pero cuando se trata de una propuesta suficientemente importante que significa un paso delante de la Comunidad, ¿Por qué no anteponer los intereses colectivos a los de sus naciones?. ¿O por qué no buscar el consenso entre los que la aceptaron y los que no lo hicieron en lugar de dejar de lado los problemas en el olvido, como ocurre ahora? ¿Por qué no actuar de manera fuerte y enérgica en el sentido recto? ¿O por qué aceptar logros mínimos, como ocurre hoy, sólo porque dos miembros desean conservar tradiciones caducas?.

Una rápida conclusión pone en evidencia que después de las últimas convenciones europeas no se salió de la crisis en que entró Europa después del desastre de las votaciones para una nueva Constitución, aunque es evidente que necesitamos sin falta una Constitución para garantizar las libertades de todos sus miembros y regular las leyes básicas para administrar con justicia a todos los europeos. La verdad es que la mayor parte de las propuestas de la nueva Constitución ya funcionan en otros diversos organismos, tratados y leyes, puesto que lo que Europa necesita enseguida no sólo es un presidente y ministros y el papel de un nuevo Parlamento Europeo y los de las naciones miembros como ratificantes de leyes justas, sino lo que verdaderamente es urgente es una nueva política económica y social, la renovación de los sistemas financieros que garantizarán los derechos de los trabajadores, una nueva política sobre inmigración y una solidaridad efectiva con los países pobres; ya no se puede tolerar que seres humanos, niños y enfermos mueran por hambre o falta de medicamentos.

Efectivamente, Europa necesita usar una sola voz para la política mundial y crear una Comisión especial para hacer efectiva la solidaridad favoreciendo a los pueblos que viven en la más profunda miseria. Hay que esforzarse por hacer desaparecer a los dictadores e individuos corruptos de esos países en la miseria, y por nuestra parte en ningún caso debemos explotar en provecho propio las riquezas de esos pueblos.

Una de las políticas más importantes que se deben estudiar profundamente y aplicar en Europa es la de la inmigración, y no (precisamente) por los desplazamientos de seres humanos para los trabajos más pesados en los países europeos.

Europa tiene el deber ético de ayudar solidariamente a esos pueblos que en ningún modo tienen los suficientes elementos culturales, científicos y creativos para la investigación que les posibilite salir de la miseria y el hambre. En los centros de investigación ya se esbozaron ideas, proyectos y realidades que pueden resolver los problemas más importantes de esos países. Uno de esos remedios podría ser la aplicación de la bioquímica en la agricultura para que el hambre desaparezca definitivamente del mundo. Citemos un sencillo ejemplo que sucede aquí, en España: la provincia española de Almería era hace no mucho una de las más pobres de España, hoy aplicando modernas técnicas en la agricultura ha pasado al primer puesto entre las que más progresan. Ensayos sobre esta agricultura ya se iniciaron en el norte de Cataluña... ¿Qué sucedió para que un suelo que producía hace no mucho una sola cosecha al año hoy día produzca tres e incluso cuatro cosechas al año? ¿Qué tipo de milagro científico ocurrió para que debajo de esas cubiertas de plástico con ayuda de ordenadores y muchas técnicas de producción agrícola (el suelo) sea tan fructífero? Posiblemente estamos ya a las puertas de la aparición de nuevas fuentes de energías más limpias e inagotables que transformarán nuestro modo de vida. Europa no puede rechazar uno de sus deberes más éticos.

De ninguna manera quiero entrar en los malabarismos de ciertos políticos que sacuden lejos de sí los deberes de amor a los seres humanos. O de aquellos otros que solo están interesados en adquirir un triste prestigio político en su escalada hacia cargos más elevados. Sobre esta miserable y abominable política y sobre esos políticos sólo queremos proclamar colectivamente nuestra incesante oposición. No se debe consentir que un país cualquiera, incluso los más poderosos, indiquen a la Comunidad de un modo algo dictatorial hasta donde se puede progresar. Y todos sabemos que más de uno de estos países que han escogido sus preferencias entre los programas y proyectos de Europa y frenan todo aquello que no les conviene, aunque signifique un continuo progreso para todos sus miembros. Eso es intolerable y no debemos estar callados en esas ocasiones.

Y a través de ese camino, entre lo que tenemos, proyectamos y debemos realizar ya sin pérdida de tiempo, de nuevo comentamos nuestro día a día. En este momento Europa se encuentra estancada, y no sólo por los mínimos logros de las últimas convenciones. Una de las barreras que frenan el progreso continuado de la Unión es el renacimiento de nacionalismos radicales influyentes en algunos países de la Unión.

Efectivamente, los nacionalismos que en sus comienzos fueron válidos como motor para liberar a los pueblos, crear escuelas y establecer culturas autóctonas son ahora los que frenan la evolución normal de la sociedad europea. Cada momento tiene sus necesidades, y cada necesidad su momento histórico para el desarrollo propio. Las naciones y los nacionalismos ya completaron su tareas y definitivamente terminaron su papel... Continuar en la vieja línea política es anticuado y regresivo, sin embargo esos viejos “ismos” no se sienten vencidos y persisten expandiendo la confusión e impidiendo el entendimiento mutuo, y escondidos dentro de las instituciones multinacionales más modernas actúan como si los siglos no hubieran pasado. Los nacionalismos no pueden actualizarse porque pertenecen al pasado y son esencialmente regresivos.

Y no puedo terminar el tema sobre las pretensiones nacionalistas sin mencionar las últimas piruetas de los mini-nacionalismos de ciertas regiones europeas, anacrónicos, regresivos y absurdos, que mezclan los derechos naturales de los pueblos para autoadministrarse con el renacimiento de una especie de “bisutería política” sin valor con ideas pasadas de la Edad Media, que se quieren anteponer a los conceptos modernos de unidad de los seres humanos y de los pueblos en objetivos y empresas comunes, sin barreras, sin estúpidas diferenciaciones entre seres humanas inventadas por mentes egoístas, refloreciendo el pasado. Esto significa, en primer lugar, una división y una perversa siembra de odio. Por eso uno siente cierta vergüenza (entre otros yo mismo) cuando se escucha a estos nacionalistas con pretensiones progresistas estar orgullosos ante pretendidas diferencias o cualidades humanas superiores a las de sus vecinos o en comparación con otros pueblos, que incluso proclaman la aspiración a establecer nuevos límites regionales o recobrar territorios vecinos que pretenden hacer suyos, justamente cuando ese tipo de estructuras deben inexcusablemente desaparecer incluso de nuestro pensamiento.

Proclamamos firmemente la necesidad de que cada ser humano sea considerado como un ser libre en un colectivo libre y en una naturaleza respetada, que las pretensiones de naciones y de ciertos grupos políticos nos dirijan, nos dividan, nos diferencien, pertenecen a una época pasada y la vida de la humanidad no puede depender de ese tipo de caprichos y pasiones.

El ideal de Europa y el europeísmo deben barrer de delante de nuestro horizonte de modo definitivo todas esas ideas arcaicas. Repito, no podemos aceptar que países que prefieren sus tradiciones y sus inclinaciones imperialistas y que de ningún modo aman el ideario del europeísmo, se encuentren entre nosotros frenando el progreso de Europa y aceptando sólo todo aquello que les conviene ...

A mi memoria viene cierto parágrafo pronunciado hace tiempo por el Secretario del Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, Robert Muller, cuando en su discurso ante los participantes del Congreso de Esperanto internacional que tuvo lugar en Lucerna, enfatizó la necesidad de personas soñadoras (idealistas) para la humanidad porque, como dijo, “el mundo incesantemente tiene necesidad de modelos que impresionen la imagen y la cosmovisión de los seres humanos. Necesitamos, junto al trabajo consciente y al mantenimiento realista de nuestras circunstancias vitales, sueños (ideales). Casi todos los grandes cambios históricos fueron el resultado de sueños y pensamientos visionarios. Posiblemente el mundo ya no sueña lo suficiente, y es cierto que junto al realismo de cada hora debemos buscar la compañía de sueños de cambio”...

Y a través de este camino de acontecimientos y circunstancias favorables o adversas que clarificamos, llega ante nosotros el futuro, el destino de Europa, y de nuevo nos encontramos con uno de nuestros parágrafos suscritos al comienzo de nuestra disertación sobre la caracterización de Europa, lo que puede anunciar perfectamente el final de mi discurso, es decir, nuestra fe en nuestra superación, y a pesar de todo lo dicho en un sentido y en contra, me siento optimista, tengo fe en el destino de Europa basado en ese ideario que heredamos de la cultura helenística como creador de nuevas formas de vida que signifiquen una evolución progresista. Ciertamente Europa reencontrará su camino cuando piense más en el colectivo, en la unidad de todos los pueblos y olvide para siempre el estigma sobre razas, diferenciaciones y rivalidades inútiles. Entonces pensaremos y actuaremos más firmemente en proyectos para solucionar los problemas de ese mundo mísero que hoy se muere de hambre.

Fue ese el ideal de los esperantistas del pasado siglo. Nuestra divisa fue la paz y la comprensión entre los seres humanos y los pueblos. ¡Nunca debemos olvidar que el esperantismo floreció gracias a ese ideario progresista!

Y sobre el futuro de Europa de ningún modo acepto cierto egocentrismo europeo que sólo piensa y actúa egoístamente para sí mismo, tampoco deseamos que nuestra acción política sea de algún modo imperialista, es decir, que en ningún caso nuestra técnica, cultura y saber signifiquen poder sobre otros pueblos, nuestro objetivo deberá ser que Europa fuese como un plataforma desde la cual se proyectasen a todo el mundo valores como los derechos humanos y sociales, igualdad política, ejemplo sobre justicia general y garantía sobre política de paz y solidaridad... y alcanzar en la realidad aquello que proclamó Robert Muller en un Congreso de Esperanto Universal: un ideario utópico para la convivencia de todos los seres humanos sin ningún tipo de distinción.

Y como fin de mi disertación, comenzaremos un diálogo entre nosotros mismos, en primer lugar respondiendo a la pregunta: ¿Cuál considera usted que es el problema más importante de Europa en este momento? Después de las respuestas que alguno o muchos de vosotros expreséis, sed vosotros mismos quienes propongáis las preguntas para su eventual respuesta por otros.

¡Gracias por vuestra atención!

Antonio Marco Botella