1995 - La mujer y la poesía en Al-Andalus

La Mujer y la Poesia en Al-Andalus

Antonio Marco Botella

(De mi obra "Lirikaj Perloj de Al-Andalus")


Samideanos y colegas:

Hoy nos trasladamos con la mente a la Edad Media para estudiar las costumbres y aficiones, en varios aspectos, de la Mujer en Al-Andalus, que como podrán constatar no es la misma que las musulmanas de ayer y de hoy. Uno de los elementos más diferenciadores de aquella sociedad andalusí con la anterior y posterior fue la Mujer. Varios siglos de educación y convivencia árabe, con hombres educados para obedecer estrictamente su religión y antiguas tradiciones en un sistema de vida especialmente creado para la mujer musulmana, no fue suficiente para cambiar el espíritu independiente de la mujer andalusí, quizás debido a ciertas cualidades de la personalidad de la mujer española que estaba en sus orígenes.

Una mirada retrospectiva a las sociedades de aquella época y una atenta profundización en las costumbres y conductas de la mujer de aquellos días, no nos deja la más mínima duda sobre su carácter diferencial de éstas a las habituales del mundo musulmán.

A.F. Schack, eminente escritor sobre temas árabes, acertadamente opina: "La situación de la Mujer en Al-Andalus, era más libre que las musulmanas de otros países; ellas participaban en toda clase de actividades de aquella sociedad, y no pocas mujeres de entonces, alcanzaron fama ejerciendo actividades intelectuales. Con frecuencia rivalizaban con los hombres en la conquista de lauros poéticos. Tan alto nivel de civilización y conducta, fue la verdadera causa del respeto y alta estima que ellas recibieron en Al-Andalus, evidentemente nunca alcanzados por las mujeres de otros países islámicos".

También otros eminentes intelectuales, además de los arabistas, han emitido acertadas opiniones sobre este tema a lo largo de la historia, el Dr Sawqi Dayf, posiblemente deseando enfatizar a la mujer andalusí manifestó: "que las mujeres de la nobleza andalusí ejercieron en la poesía y en general en la literatura de aquel tiempo, un papel similar en muchos aspectos, como la mujer francesa en los siglos XVII y XVIII".

Mi modesta opinión no coincide con la de este destacado intelectual, puede eso si, que exista una cierta similitud, pero en general con una diferenciación tan considerable que se aleja de la realidad, ahora bien es preciso reconocer, que sí se acerca mucho en el caso concreto de la princesa Wallada, y en algunos aspectos también en ciertas vivencias a las de algunas princesas del periodo concreto de los reinos de taifas de Al-Andalus, pero de hecho apenas si se asemejan en su quehacer cotidiano, vida social y costumbres la mujer andalusí con la francesa: la época, la estructura social, la educación, el carácter y originalidad de ambas, son tan distintas, que hacen imposible hallar similitud, y sin embargo eso no tiene nada que ver con la calidad poética, que ambas poseen, y eso lo podrán constatar cuando en estas mismas páginas lean los poemas de las andalusíes.

De hecho yo considero especialmente subrayable la evolución positiva de la mujer andalusí y su influencia sobre la lírica de su tiempo, primero como fuente de inspiración pues le da una originalidad propia a su poesía, concretamente en torno al amor, y muestra una cierta facilidad para expresar sus humanos sentimientos.

La aparición de la Mujer en el escenario lírico de Al-Andalus adquiere un importante relieve a comienzos del siglo once, porque influye profundamente en la vida social y en la poética, que la describe así el arabista Henri Peres:

"Durante el siglo XI, la mujer de Al-Andalus se halla predispuesta a ocupar destacadas posiciones de la vida social. El nacimiento de la poesía amorosa protagonizada por ella misma al hacerla un ser idealizado, muestra, que incluso un poco protegida por los celos, pero gozando de una libertad relativa, la mujer andalusí se siente casi al mismo nivel que el hombre, y por ello exige los mismos derechos en el vivir cotidiano".

La libertad y protagonismo de la mujer andalusí en aquella sociedad nos hace comprender mejor el atractivo que ella despierta en el hombre, la fantasía de los poetas, el carácter de los sentimientos que los poetas expresan, nos ayudan a percibir más claramente los perfiles de la mujer de esa época. Naturalmente, esas cualidades idealizadas se le deben atribuir, en parte, a la fantasía de los poetas. Sin embargo no es fácil deducir que parte pertenece a la lírica y cual a la realidad. El retrato ideal de la Mujer de esos días, según al-Baralyawsï podría consistir en los siguientes elementos líricamente interpretados con marcada ironía:

      1. "Coger fragmentos de la aurora y formar con ellos su mejilla, y con una rama crear su talle".

      2. "Mirar los jacintos por su cuello, y con ello formar un cuello de mujer con brillantes estrellas como collares".

      3. "Las pupilas y párpados de una vaca salvaje serian suficientes para ella, con tales pupilas ella captaría impetuosos valientes leones".

      4. "Como el brillo de sus ojos, no es suficiente el acero de lanzas y sables usados por el hombre, porque más resplandecen las tetas y ojos de las mujeres".

      5. "El pelo trenzado sobre el blanco rostro, harian comprender al hombre como se puede unir la luz del dia con el negro de la noche".

Evidentemente, esta interpretación de los rasgos de una mujer para ridiculizarla, se excede en fantasía.

Con la imaginación de la lírica, el rey de Sevilla, Mutamid, poeta ante todo, vi así, desde lejos, los rasgos ideales de la mujer amada, que se inclina un tanto por la adoración:

"Por el cuello ella es un antílope; una gacela por sus ojos; por el talle un jardín con montecitos, con perfume de arbusto creciendo sobre la arena"

Aunque para el hombre de aquella época, la mujer ideal clásica era morena con una voluptuosa larga cabellera, no podemos olvidar la inclinación de los emires omeyas por las rubias, cuya preferencia se generalizó durante el siglo XI.

Muchos poemas de diversos autores muestran la diversidad de opiniones sobre las características de la belleza de la mujer de entonces, desde la morena con larga cabellera, a aquella de cuello de cisne de blanco rostro, o aquel muy original con pelo corto, e incluso el de amazona, mujer con actitudes y maneras viriles, que cabalgaban majestuosamente y seducían a los hombres igual que a las mujeres. Escenas expresivas de mil matices de mujeres en la intimidad de la alcoba, lírica y sensitivamente narradas, puede leer cualquier lector en estas páginas, aunque sin entrar en la pornografía, tendencia que no gustaba a la opinión pública de aquellos tiempos, y apenas usada en la lírica andalusí. Parecidos a estos versos de Abd al-Rahmän V al-Mustazhir:


-¿Has olvidado ya tu pasión de amor

gozada una noche en lecho de rosas,

dónde nos unimos como un anillo

y abrazados un solo talle formamos,

abrazándonos como collar de cisne

y con pasión sin fin nos amamos?

Mientras, parpadeantes estrellas jugaban

con brillo azulado, como ojos de chica joven…


Mutamid escribe desde el campo de batalla a la amada y con ardiente expresión la dice:


Besaría tu bella cara bajo el velo

la púrpura mejilla que con ardor amo,

yo te besaría desde la cintura al pelo

y sueño tras la batalla solo en tu cuerpo.


Ibn Baqi, delicada y tiernamente, evoca en bellos versos una noche de amor, y añade a su lírica expresiones románticas apenas imaginables en aquella época:


Cogí a la amada con fuerte impulso,

igual que un militar oprime su sable,

formé en el lecho una almohada con su cabello

y cuando me llegó el sueño, ya satisfecho,

debí separar los brazos de tu cuerpo,

pero tanto la amaba, ¡Oh pasión de amor!

que me alejé de ella, porque en imaginación

quise despertar de mi sueño y del ensueño.


Se podrían citar un centenar, un millar de poemas en los que la mujer andalusí es idealizada por los poetas. También en narraciones en prosa, como aquellos de Ibn Hazm en su admirable obra "El collar de la paloma", sin embargo también había un corto número de poetas que pensaban y escribían todo lo contrario; antes que ibn al-Gaddad, al-Gazal ya escribía:

"La mujer es casi una bestia de carga, es tuya mientras tú estas sobre el caballo, cuando descabalgas, otro hombre puede ocupar tu lugar y hacer lo mismo que hiciste tu".

Pero estas excepciones solo hacen confirmar la opinión general sobre la singularidad de la mujer andalusí en el mundo musulmán y su papel en la poesía subraya un elemento más diferencial en relación a las otras de los países árabes.

La más famosa de todas las poetisas andalusíes fue Wallada bint al-Mustakfi, nacida en Córdoba en el año 994, hija del califa omeya Mustakfi, ella recibió una educación refinada y, muy joven ya escribió sus primeros poemas. En la obra "al-Dajira" (El tesoro magnífico), texto árabe publicado de M. ben Cheneb (Argel 1339) se puede leer:

"Su salón era centro de reunión de los nobles andalusíes, el patio de su palacio lugar preferido para galopar los caballos de la fantasía de la poesía y de la bella prosa, lugar adecuado para exhibir la belleza y elegancia de los vestidos. Porque mujer no mojigata, ella no ocultaba sus pasiones, aunque con mucha frecuencia se la criticaba. Algunos escritores aseguraban que ella era inmoral y juerguista, pero como ocurre frecuentemente en casos similares, tales opiniones eran fruto de la envidia y malevolencia".

Además, en aquel tiempo, las mujeres de nuestro país gozaban de una gran libertad, como se puede constatar por los poemas y narraciones de aquella época, que todavía podemos leer. No se puede dudar que no todos los hombres veían con buenos ojos el progresismo de las mujeres, principalmente por prejuicios religiosos y tradicionales, y también como ahora, porque la princesa no era tan discreta como se le exigía por su noble linaje, y eso era "pecado" imperdonable para los hombres oficiales formalistas.

La princesa Wallada se hizo famosa también por sus relaciones amorosas con ibn Zaydun, uno de los poetas-cumbre de la lírica de Al-Andalus, al que ella eligió entre una pléyade de brillantes candidatos al casamiento. Con emoción ella le dedicó este poemita:


Mi llegada él espera

cuando grisea la tarde,

ya la noche oculta todo

hasta los más íntimos secretos.

A ti y a mi nos liga algo

con el sol no coincidente,

porque si nuestro amor brillara

nunca el grato sol brillaría,

igual con la luna ocurriría

y las estrellas fulgurantes,

que no aparecería la embrujada luna

ni las estrellas parpadeantes.


A la crítica de los murmuradores sobre sus excesos juerguistas y su afición por los placeres, ella respondía con versos fieros defendiendo su derecho a la vida privada:


Ante Dios solemnemente juro

sin posibilidad de pecado alguno,

que soy digna del respeto de las alturas.

Por la vida dignamente me conduzco

alta la cabeza con dignidad completa

solamente a mis amañitos permito

tocar mi delicada mejilla bella,

que a los demás no toleraré…

Yo acepto de los hombres besos

no comprendo sin placer la vida.


Dos hechos se mostraron especialmente trascendentes en la conducta de Wallada: la muerte de su padre y la interrupción de relaciones amorosas con ibn Zaydun. La muerte de su padre, el califa al-Mustakfi, la dejó libre de los rigores y formalismos de la corte cordobesa: su rechazo al velo, su inclinación por los placeres, la extravagancia de su conducta y su absoluta indiferencia sobre las barreras para mostrarse públicamente según su capricho.

La interrupción de sus relaciones amorosas con ibn Zaydun fue, al parecer, más dolorosa, pues amaba al poeta con gran ilusión, conviviendo largamente con él, y ella lo acompañó gozando de su reciproco amor. Cuando él, prófugo de la prisión, y sin duda víctima de esas relaciones amorosas quiso escapar de celosos hombres influyentes de la corte cordobesa, esa vida inestable no podía ya durar, el poeta siguió su destino, y Wallada cantó con lamento por su ausencia con los siguientes versos:


Ausencia

¿Existe para mi solución

a la dolorosa queja mía

nacida de sufrimientos

por ausencia y amor fallido?

Cuando en ciertas noches

durante largas horas invernales

nos sentimos ahítos de placer

ardiendo en las brasas de la pasión,

¿porqué no nos dejamos captar

de la apática duda del desamor

y se acelera el fatal destino

de nuestro irremediable final?

Giran las noches sin límite

y con tortura no llego a ver

el fin de la larga distancia

separándonos pérfidamente.

Tanto, que incluso paciencia

y esperanza no son suficientes.

Bendice Dios, al menos, con lluvias

la tierra donde gratamente vivimos!!


Wallada bin Mustakfi murió en el año 1091. Hemos citado y traducido trozos biográficos de poetisas y sus poemas reproduciendo ciertas escenas poco delicadas y opiniones materialistas sobre el amor, que han sido excepción en la poesía de las mujeres de Al-Andalus, porque deseo dejar constancia de que existieron, y como añadido confirmar la idea sobre la libertad de la mujer andalusí, no solamente en su conducta, sino también en el mundo de la poesía, absolutamente impensable en otra sociedad musulmana Con esas poetisas de expresiones crudas y materialistas, existía un mayor número de otras que representan el encanto, la delicadeza y los sentimientos estrictamente amorosos, que sentían y amaban la poesía con una fina sensibilidad…

Mencionemos entre estas últimas a la princesa Umn al-Kiran bint al-Mutasim, hija del rey de la taifa de Almería, al-Mutasim, (1051-1091). Sobre ella dice el prestigioso historiador Ibn Sa'id:

"El mismo rey enseñaba a su hija Um literatura, hasta que él constató, que ella, dominaba perfectamente la clásica qasida árabe y la moaxaja".

Y Maqqari confirma:

La princesa Umn era muy inteligente y escribía buena poesía, pero ella se enamoró de un joven llamado al-Sammar, nacido en Denia. Ella le dedicó los siguientes versos:


Al-Sammar

¡Oh vosotros, los hombres,

sentid asombro por lo que hizo,

por lo que ha hecho por amor…

si por él no fuera, yo bien creo,

no bajaría la luna de la oscuridad

desde lo alto de su horizonte

hasta donde vivimos, la Tierra.

Me basta con quien amo

porque si él me abandona

mi corazón hasta el fin le seguiría,

si, le seguiría hasta el fin.


Pero apenas el rey Mutasim supo de esos amores de su hija, hizo desaparecer al joven, y nada más se supo del joven al-Sammar. Obstinadamente, la princesa, no olvidó a su amado, y pensando en él escribió otros poemas, como el que sigue:


Gozar la intimidad

¿Qué podría hacer yo, mi amor?

Busco algún camino para llegar

hasta lo profundo de tu intimidad.

Aléjate de él para evitar

el oído de cualquier espía

que nos pueda la vida amargar.

¡Qué extraña obsesión

desea gozar su intimidad

de quien ocupa un lugar

en lo íntimo de mi corazón!


Otra poetisa prestigiosa de la misma taifa de Almería era, Al-Gassaniyya al Bayyaniyya (porque era de Bayyanna o Pechina), citada por Maqqari como famosa, que escribió este poema:


Aprensión a partir

¿Te acuerdas acaso de aquel día

cuando dijeron: es hora de partir?

¡Corazón va a partir la caravana

y has de soportarlo con paciencia!

Tras su marcha ya nada me queda

porque la muerte no es nada

y menos si se carga de tristeza.

Me gustaba vivir a la sombra de tu amor

y así me era muy grata la vida.

El jardín del amor era tierno y florido.

Eran noches felices en las que el amor

solo tenia goces y ningún reproche,

no había sospecha de rotura y abandono.

Ojalá supiera cual es la hora de partir,

pero que fuera para partir unidos,

¡seria partir lo más grato de nuestro amor!


Menciona también Maqqari como famosa poetisa del mismo siglo a Umm al-Ala bint Jusuf al-Hiyariyya (la de Guadalajara). De los fragmentos de los poemas que aun se conservan transcribo uno de ellos:


Todo lo que viene de tí

Todo lo que es bueno y bello

cierto que con amor viene de ti

y con el tiempo ha de brillar

como resplandece tu corazón.

Mis ojos se alegran viéndote

y oyéndote se regocija mi oído.

Quien vive sin ti su vida

se ve frustrada para siempre

porque privada de la esperanza

su porvenir se le acaba…


También de la misma época es la poetisa Nazhün bint al-Qiläi a la que el historiador cita como nacida en Granada, y comenta que ella era una mujer independiente muy inclinada a la vida de disipación, y subraya que sus poemas eran frecuentemente mejores que los de los hombres. Le enseñó literatura el ciego Majzumi, que percatándose del talento y espontaneidad de su discípula la enseñó rápidamente a rimar versos. No existía en la Granada de aquel tiempo poeta más listo que ella para rimar, y eso ella lo demostró públicamente. En cierta ocasión Ibn Sa'id, visir de la taifa de Granada y poeta se dirigió por escrito a la bella Nazhün los siguientes versos:


¡Oh tu, hermosa con más de mil amantes!

a todo el mundo dejas disponible tu camino…

Sin vacilar, y con intencionados versos ella le respondió enseguida:

Incluso si mil amantes tuviera, solo su amor,

el de Abü Bakr, podría aceptar mi corazón!


Esa especie de juego entre poetas, en salones o en la calle, consistía en improvisar unos versos, a los que otro poeta debía responderle con otros versos coherentes con los improvisados y con similar rima.

Transcribimos una de esas moaxajas escrita por la poetisa que estamos comentando:


Yo daría a mi padre generosamente

para conservar mi dulce amor ardiente.

Él pasó de prisa junto a mi,

el de los dulces ojos negros,

con toda su rumorosa pandilla,

¡iba recogiendo mirtos!

y con palabra cálida y tierna

recitaba una aleya. (*)

[*] Cada verso de un capítulo del Corán.

Tal vez buscaba una recompensa

mas que flores en su busca intensa.

Me hizo eso recordar

cierto emocionante caso

de un amor no olvidado

que otra de sus aleyas bellas

contaba con subido ardor

y que él gustaba recitar.

Si lo hubiese él alguna vez querido

no hiciera falta habérmelo pedido.

Doy vueltas a mi corazón

y se reavivan las ascuas

de mi amor y de mi pasión

y cuando entona su canto

doncella soy que si el quisiera

seguro que enamorada me tendría.

Él la ama más, pero se muestra altanero,

ella sabe su amor, me desea si no me ve!

Con vehemencia me desea!!


También la poetisa, Hafsa bint al-Hayy, era granadina. Ella nació en Las Alpujarras de Granada y sobre ella comenta ibn Dihya: "Hafsa escribia una elegante poesía igual en prosa que en verso. Enseñaba literatura, y su belleza era comparable a su gran talento y perfecto conocimiento de la lírica de su tiempo. Mantenía relaciones amorosas con el poeta Abü Yafar, pero perturbaba aquel gran amor el gobernador de Granada, que la amaba locamente, así pues Hafsa debía obrar con extrema prudencia, porque entonces, esas altas autoridades podían en cualquier momento decidir sobre su vida o la muerte de cualquier ciudadano. El drama de amor del poeta Abü Yafar con la citada poetisa terminó trágicamente. Cuenta el historiador Ibn Sa'id, familiar del poeta mencionado, que en cierta ocasión Yafar envió a Hafsa una nota con el siguiente texto:


Dios quiso protegernos aquel día

cuando nos confesamos nuestro amor.

Una dulce brisa en nuestro jardín soplaba

como venida de barcos en la lejanía.

Venia del Nayd un perfume que al llegar

el aroma del clavo delicioso difundía.

Y la tórtola cantaba entre el boscaje

curvando las ramas del arrayán

sobre el arroyo que lo cruzaba…

Verías al jardín como alborozado

porque fue testigo de nuestro amor,

y no faltaron retozos, besos y abrazos.


No queriendo provocar la cólera y los celos del gobernador, ella no contestó aquella nota, pero después de dos meses de impaciente espera, el poeta no pudo resistir más aquella situación y le envió a su servidor con una nueva nota en la que le decía:


¡Oh tu, mi amorosa nota no has contestado!

Dime porqué no la respondiste de inmediato.

Por la tardanza de tu nota sufre mi corazón

y yo de impaciencia muero con esa obsesión.

¡Cuantas largas noches interminables!

¡Cuantas esperanzas soñadas perdidas

arrojando mis lamentos al viento!

Desdichado el amante cuyo inaplazable amor

no recibe la respuesta suspirada…

Si matarme por amor tu no deseas

respóndeme pronto porque solo el amor me salva!


Hafsa reaccionó de inmediato tras haber leído esa nota, y sin más espera le respondió en verso a su poeta amado:

Tú, hombre orgulloso y osado,

proclamas tus sentimientos amorosos,

pero sepas que tus quejas no me gustan:

el amor, si es verdadero, no necesita

protestas de amor o compensaciones,

tiene fe en si mismo y en su finalidad.

El amor sincero no necesita victorias,

como las nubes ocultan la lluvia

el amor oculta el sufrir del corazón,

así como la palmera da sombra

el lecho da placer y felicidad,

por tanto no te lamentes en vano

pues sabes el motivo de mi silencio...


La bella Hafsa vivia desde hacia unos años en esa tensa situación, entre los celos de su verdadero amante y el miedo a la coacción y espionaje del gobernador, mientras tanto ella escribía poemas haciendo de sus sufrimientos y de su amor pura poesía.

Otra poetisa destacada de esta época fue Hamda bint Ziyad al-Muaddib, llamada también Hamduna bint Ziyad al-Muaddib, de Guadix, según asegura el mencionado historiador Ibn Saìd era granadina y estaba considerada como la poetisa más importante de todo Al-Andalus. Añade que las granadinas, famosas por su belleza y señorío, eran conocidas por tener cualidades árabes. He aquí cuan bellamente Hamda describe un baño en el río Genil:


Una bella en el río

Mis lágrimas con honda emoción

muestran a los secretos del río,

porque revelan con ardor la belleza

de los tesoros del profundo amor.

El río danza en un ritmo zig-zag

entre los verdes vivos de los huertos

y los jardines se balancean

por el impulso del suave oleaje.

Entre las bellas gacelas

cuando un hombre antílope

se desnuda resplandeciente

pierdo yo el poder de enjuiciar .

Los oscuros ojos de ella

tienen algo que embrujan,

igual te hacen soñar

que el sueño te quitan,

cuando su pelo trenzado

cae sobre su desnudo torso

caen negro sobre blanco

como la luna sobre la noche,

y eso te fascina tanto, tanto,

como de algo nuevo que nace,

se diría que la aurora triste

llora por la muerte de un hermano,

pero abandona la ropa negra

cuando la luz del día ilumina.


Ella pinta el valle de Guadix bajo su punto de vista personal, reflejando la belleza del valle y la que ella añade con su calidad poética:


Valle de Guadix

La sombra y frescura del valle

nos guarece del viento cálido,

y la abundante y frecuente lluvia

reverdece todas sus huertas…

La sombra de las arboledas,

junto a una brisa grata suave

nos protege del rigor del sol,

por ello nos sentimos mimados

como bebé de madre amorosa.

Y sedientos de amor

bebemos en aquellos nidos

el agua rica y cristalina,

con el aroma del sabor

del vino más sabroso.

Los árboles dejan filtrar

con el viento un ligero resplandor,

el rodar de unas piedrecillas

nos parece como si oyéramos

el roce de unos collares

como si bellas muchachas

sus brillantes joyas movieran.


De las citadas poetisas, algunas eran nobles, otras esclavas, con caracteres muy distintos, detalle que no siempre aparece en los viejos manuscritos, casi siempre es una curiosa anécdota la que obliga a manifestarlo, ahora bien cuando se trata de enjuiciar la calidad, casi siempre se puede apreciar, que la de las mujeres nobles es fina, delicada, posiblemente como consecuencia de una más refinada educación. La de las esclavas se ve más espontánea, más viva, insuperable en ese aspecto, la de las mujeres judías, si habían estudiado literatura en medios hebreos se muestran mas solidas de argumentos.

Como ejemplo de una poetisa esclava podemos citar a la bella Itimad al-Rumaykiyya, y contar como ella consiguió ser esposa del rey de Sevilla, Mutamid: Sucedió que Mutamid paseaba a orillas del Guadalquivir con su amigo Ibn Amär, poeta de gran talento. Como ya hemos comentado los poetas acostumbraban a divertirse con un juego poético, que consistía en que uno improvisaba un verso, al que el otro poeta acompañante debía responderle con otro verso con igual ritmo y rima. En aquella ocasión sucedió que Mutamid vio ondear las aguas del río y recitó:


El viento transforma el río

en una cota de malla…


No encontrando de inmediato respuesta con la adecuada rima, Ibn Amär vaciló, y una muchacha que por azar paseaba cerca de ellos añadió:


Mejor cota no se halla

como la congele el frío.


Escuchando a la muchacha improvisar más rápida que al propio Amär, el rey asombrado la miró quedando profundamente impresionado de su belleza y de su palabra. Mutamid llamó a su criado acompañante y le ordenó invitar a la muchacha a presentarse ante él en su palacio. Cuando eso sucedió el rey quiso saber algo sobre ella:


-Dime, estas ya casada? La preguntó el rey.

-No, señor príncipe -le respondió ella.

-Tanto mejor, porque yo quiero comprarte y casarme contigo.


Mutamid amó a Rummaykiyya durante toda su vida, con un amor constante y fiel. Tuvieron una niña llamada Butayna, que también llegó a ser una buena poetisa.

Como ejemplo sobre poetisas hebreas podemos citar a Qasmuna bint Ismail, cuyo padre era también poeta y que la enseñó literatura. Maqqari, comenta sobre ambos, que el padre con frecuencia escribía parte de una moaxaja, y ella completaba el resto del poema. Veamos un ejemplo de cuan reflexivamente escribía esta poetisa:


Lo que yo no me atrevo a nombrar

Veo yo un bello huerto

cuyos frutos ya maduran

y ningún jardinero

siente el fervoroso goce

de extender su mano

para la cosecha coger.

¡Oh, cuanto lo lamento!

La rica juventud vigorosa

se pierde sin remedio

y aislada y silenciosa

algo en mi se queda sola

con un tímido sentimiento ñoño.


De otra parte, la más antigua poetisa de Al-Andalus hasta ahora conocida es Hassana la Tamimiyya, hija del poeta Abü-l-Husayn, cuya fecha de nacimiento no ha llegado a saberse con certeza, pero se supone que nació a fines del reinado de Abd al-Rahman I, porque su primer poema hasta ahora conocido estaba dedicado al emir Hakam I (796-822). Durante muchos años se la conoció por una cita de al-Maqqari, pero últimamente gracias a las investigaciones del arabista Elías Terés, se ha llegado a la conclusión de que es la misma Hassana que venimos de citar. La versión tras la traducción de Terés es la siguiente:

"Entre las mujeres famosas de Al-Andalus debemos citar a Hassäna la Tamimiyya, hija del poeta Abü-l-Husayn. Ella estudió literatura y aprendió el arte de la poesía. Cuando el padre murió, ella era todavía soltera y había escrito las estrofas de este poema dedicado al emir Hakam I para pedir su ayuda":


Vengo a ti ¡oh Hakam!

muy afligida y dolorida

tras la muerte de mi padre

¡generoso Dios le bendiga!

Bajo la protección paterna

yo viví en la abundancia

y en su benevolente cariño,

hoy yo busco tu protección

¡oh imán todopoderoso! etc.


Y como último ejemplo sobre la variedad social de las poetisas de Al-Andalus que he mencionado, he aquí un poema de una poetisa analfabeta, llamada al-Ballestilla, porque ella residía en Ballis (la actual Vélez), versos alguna vez declamados de un amigo del antologista al-Dabbi, que éste ha reproducido:


El propio jugador

Tengo yo un amante bello

cuya mejilla es una rosa

con la blancura de la nieve.

Cuando estoy sola, él alegre

muestra su buen carácter,

pero enseguida cambia.

Yo no debiera defenderlo

porque hiere mi corazón

cuando a mi me considera

una simple y dura piedra,

pero yo lo amo con fervor

y apenas tengo fuerza

para enjuiciarlo severa,

él es mi única bella flor.


Como nuestros lectores sin duda han perfectamente comprendido, yo solamente he citado en estas páginas algunas de aquellas poetisas y poemas, que la fama proclamó en aquella época como más destacadas, no siempre de gran calidad, e igualmente no todas ellas efectivamente buenas. Sin embargo como mencionadas en antologías yo me he visto obligado a elegir entre ellas, pero mi objetivo en este caso era solamente mostrar el papel de la mujer en la poesía de aquella época.

Estas numerosas poetisas, abrieron el camino a esa anónima poesía cantada al comienzo de los primeros balbuceos de la lírica castellana. Antes de ese nacimiento ya las mujeres andalusíes cantaron cancioncillas amorosas, con improvisados versitos, que nos recordaban las clásicas "seguidillas", canciones cantadas también por las mujeres esclavas con acompañamiento de laudes en reales salones, proclaman el derecho de esas poetisas al amor y la libertad.

Antonio Marco Botella