XI - Filosofía y mística en Al-Andalus

ZARAGOZA EN LA POESÍA DE AL-ANDALUS

XI - FILOSOFÍA Y MÍSTICA EN AL-ANDALUS

verkis: Antonio Marco Botella


Estas páginas tienen la finalidad de divulgar un largo periodo de la historia medieval hispano-árabe de territorios aragoneses, durante el cual floreció la poesía, y poetas ilustres fundaron escuela y recitaron sus poemas en la Aljafería, en los palacios de los señores de la época, en los barrios hebreos de la capital y en las mas importantes ciudades de la taifa.

Pero ya iniciada la tarea, no tardé en percatarme que existía un enorme desnivel de la época visigótica respecto a la islámica que floreció a continuación, por consiguiente no se hubiera podido comprender con mediana claridad una antología poética con un cambio tan radical sin una explicación paralela de los acontecimientos políticos, culturales, religiosos, filosóficos etc. y no ya solo en la taifa saraqustana sino a grandes rasgos tampoco en todo el Al-Andalus.

A esa razón se deben los breves capítulos de distinto contenido que a este preceden, en los que trato brevemente de analizar la evolución de la sociedad andalusí, primero comentando los periodos del emirato y califato de Córdoba, durante los cuales se realiza una transmisión cultural de valores de Oriente con su consiguiente desarrollo, y enseguida una simbiosis de razas y aspiraciones nacidas de una pacífica convivencia.

Todo lo cual habría de servir de base para el nacimiento de una civilización de tan alto nivel intelectual, que cualquier preclaro hombre del saber de la época, de no importa que parte del mundo que deseara informarse sobre medicina, astronomía, matemáticas, filosofía, geografía, historia, poesía o cualquier otra rama de la ciencia, tenían que peregrinar necesariamente a este Al-Andalus, donde residían los cerebros mas privilegiados del saber, mientras que una Europa semianalfabeta se dedicaba a guerrear.

En ese clima intelectual nace la filosofía en nuestro país, a pesar de las restricciones que imponían ciertos fanáticos religiosos amparados desde el poder. Nace siguiendo en un primer impulso la nueva afición por la filosofía griega, iniciada en Oriente por el califa Abbasí al-Mansur (754-775), cuyos principales autores (entre los cuales Aristóteles era considerado el mas preclaro maestro) fueron traducidos, primero en aquellas latitudes para serlo mas tarde aquí en Al-Andalus. Muy pronto los andalusíes cuentan con un envidiable plantel de filósofos que abarcaban todas las ramas de la filosofía.

Nombremos a algunos de los mas preclaros: Ibn Masarra (883-931), Ibn Bäyya (1070-1138), Ibn Tufayl (1010-1185), Ibn Gabirol (1020-1057), Ibn Ru'd (1126-1198), Maimonides, Al-Mutamin ibn Hud, Ibn Sida, Ibn Hazm, Ibn Suhayd, Ibn Paqüda, Ibn Zuhr, Ibn Arabi y un largo y brillante etc. muy difícil de igualar en cualquier parte del mundo.

Sería excesivamente extenso para la finalidad de esta antología, perfilar siquiera fuera muy brevemente, las características del pensamiento filosófico de cada uno de los mencionados. Sólo hemos hablado de Ibn Bäyya, Ibn Gabïrol y al-Mutamin por su condición de zaragozanos y poetas. Hago otra excepción con Ibn Arabi, por el hecho de ser un gran místico y un extraordinario poeta:

Abü Bakr Muhammäd ibn 'Ali ibn Muhammäd al Arabi, también conocido por otros nombres como Muhyi al-Din (Vivificador de la Religión) o Sayi al-Akbar (El Gran Maestro), había nacido en Murcia el 28 de julio de 1165, donde trascurrieron sus años de niñez. Él, con su familia, se trasladan a Sevilla alrededor del año 1172, donde inicia su educación, muy completa y refinada, sobre todo en literatura, religión, derecho, poesía y otras ramas del saber, las más importantes en aquella época. Esa gran preparación y su talento excepcional le llevan a ser con apenas 20 años secretario del gobierno de Sevilla.

Muy joven todavía contrae matrimonio con Maryan, hija de Muhammäd ibn Abdun, personaje de alto rango originario de la ciudad norte-africana de Bujía, pero el joven intelectual ya se hallaba seducido e ilusionado por las doctrinas sufíes, un ideario extraño a la tendencia del Islam tradicional, con un alto concepto sobre la vida mística y una relación espiritual especial del hombre con Dios, cuya actitud práctica consistía en el abandono de los goces de la vida, y concretamente para Ibn Arabi en una dedicación plena al estudio, escribir obras de carácter piadoso y místico, y en un vivir ascético lo mas austero posible.

El sufismo no era bien visto entonces por la religión oficial. Alrededor del año 1193 Ibn Arabi inicia una larga peregrinación, primero en Al-Andalus: Córdoba, Murcia, Sevilla, para pasar luego al Norte de Africa: Bujía, Marrakech, Alejandría, El Cairo, y finalmente en 1201 a La Meca, donde estableció su residencia durante unos años.

En este centro religioso del mundo musulmán Ibn Arabi encontró su inspiración poética y escribió una colección de poemas místicos titulado "Al-Turyuman al-A'wäq" (El interprete del amor ardiente), que dio a nuestro ilustre murciano un gran prestigio como poeta místico, así como también grandes amarguras bajo el punto de vista religioso, porque los imanes de Alepo y algunos de sus discípulos, se resistían a aceptar ciertas expresiones líricas del poeta, que se mostraban más próximas al fervor del amor humano que al tono espiritual de las doctrinas místicas.

A esas críticas reprobatorias, Ibn Arabi respondió con una nueva edición de sus poemas, acompañados de comentarios del autor, con frecuencia palabra por palabra, en los que indicaba el sentido místico secreto que el quería dar a cada expresión. Con lirismo y fácil expresión explicaba así su tesis:

Todo cuanto yo menciono,

todo cuanto yo comento:

él, ella, dichos y reproches,

mis tristezas y contentos

entre nubes de lágrimas

y sonrisas y deseos...

Cuando hablo sobre lunas

soles encendidos y cielos,

sobre dunas y caminos,

plantas, bosques y ciervos,

cuanto a una joven bella digo

con sus atractivos pechos

apareciendo como soles

en el atardecer incierto,

todo cuanto pienso y fío

del mundo y sus secretos

vienen de la gloria de Dios,

y de uno a otro extremo

van de corazón a corazón

cumpliendo divinos preceptos

y divulgando la verdad

que en todos los tiempos

es buscar como fuente de vida

la bondad de Dios perfecto.


Define el amor espiritual en la forma física en un breve pensamiento que magistralmente versifica así:


Fin del amor del hombre,

es unirse al que ama:

unión de cuerpo con cuerpo,

unión de alma con alma.[1]

[1] "Amor humano, amor divino", de M. Asín Palacios. Reeditada en 1990.


Luego de estos años de residencia en La Meca, Ibn Arabi viaja de nuevo por diversos países del Oriente Medio en un incansable peregrinar de santuario en santuario y contactos frecuentes con ascetas y santones, con sabios o, simplemente, con el solo objeto de propagar sus doctrinas sufíes. Y así hasta el año 1223, en que decide, al parecer previa invitación del sultán al Malik, fijar su residencia en Damasco. En esta ciudad terminó, tras intenso trabajo, su obra "Kitäb al-Futuhät al-Makkiyya" (Libro de las Revelaciones de La Meca), una obra gigantesca con mas de 4.000 páginas, en las cuales Ibn Arabi, de una forma resumida, explica sus meditaciones, experiencias y conclusiones sobre el sufismo. Y esas ideas él las transforma en bellos versos transidos de la mas honda espiritualidad y brillante lirismo:


Nada existe sino Dios,

solo su voluntad y esencia,

cuanto existe es Dios

y criatura en apariencia...


Y luego comenta reflexivamente: "De la misma manera que Dios no necesita de ningún otro, así tampoco ama Él a ningún ser distinto de sí, pues Él es el que en todo ser amado se manifiesta a los ojos del amante, y, no existiendo sino el amante resulta que el mundo entero es amante y amado y que todo se reduce a Él".[2]

[2] "Futuhat" II, pág. 326.

La existencia de varias religiones Ibn Arabi las explica dándoles un carácter de absoluta indiferencia ante las formas existentes, pues según él, una completa y perfecta manifestación de Dios solo es aquella que Él mismo comunica a las almas místicas. Por ello el Dios de los místicos siempre es el mismo, sin las diversas características en que aparece en las demás religiones.

En este sentido Ibn Arabi nos dice poéticamente:

Mi corazón acepta formas

y diferencias sin distingos:

para el monje refugio,

prado para las gacelas,

Ka'aba para el peregrino

templo para los ídolos,

para el asceta sacrificios

lo mismo las tablas de la Torah

y el Corán en su libro...

Mi sola fe es la creencia

del Dios de los místicos.


Nuestro ilustre hombre, poeta místico ante todo, escribió dos colecciones de poemas. Una, "Al-Turyuman", de la que ya hemos hablado, y la otra, "Divan"-Colección de poemas-, versos místicos, en los que él usa todos los elementos tradicionales de la poesía árabe. Ejemplo, en muchos de ellos, en el comienzo de sus odas, ese clásico elemento de las qasidas, que consiste en el tradicional escenario del desierto y sus beduinos, el caso es expresar la idea de breve acampada y marcha, la angustiosa soledad y la espera, o la nostalgia y el regreso. Luego se monta el poema propiamente dicho, más o menos así:


En la ausencia la nostalgia me amarga,

y hallarte no me calma ni alegra el alma,

encontrarte inesperadamente me duele

porque mi pasión nada la sacia, etc. etc.


Como es perceptible, un cierto matiz de misticismo en los motivos del poema, crean un doble sentido en el significado del verso no siempre comprensible para los no-místicos. Sin duda Ibn Arabi parece querer poner un mensaje espiritual en cada poema.

Esa es, posiblemente la originalidad de la poesía de nuestro ilustre poeta: su insistencia en el mensaje espiritual, aun en los casos que parecen mas bien no pertinentes, y eso explica porqué los imanes criticaron agriamente ciertos poemas suyos, y es que ellos no eran capaces de penetrar en la profundidad espiritual de una lírica que llevaba implícito otros altos valores, que no eran aquellos ordinarios que ellos percibían.

Según Ibn Arabï, Dios está en cada creación y el universo es una suma de divinas esencias. Los imanes solo comprendían en cada párrafo su significación literal y nunca su valor intrínseco espiritual, y esa miopía les impedía ver otro importante elemento, la belleza del verso:


Sobre palomas que zurean en el bosque

con doloroso y variado tono, yo hablo,

cuando en las ramas en sol y oro

lloran sin consuelo por su amante lejano, etc.


Engañaban a los imanes y fanáticos religiosos ciertas expresiones sobre la vida ordinaria, que incluso llegaban a parecerles inaceptables en un místico como Ibn Arabi, como este delicado poema:


Daría mi vida entera

por las doncellas tan blancas

que besando la Piedra

conmigo ruborosas jugaban.

Cuando te pierdes tras ellas

solo su perfume quedaba

huella exquisita de amor

para infortunados vedada.

Nunca una noche sin luna

me privó andar bajo su mirada

sin que el recuerdo luminoso

de otras noches evocara.

A una de ellas cortejo,

la mas bella y delicada,

cuando desvela su rostro

descubre un brillo sin tacha,

sol que asoma en Oriente

su brillante faz rosada,

sus rizos negros son noche

que la luz del día encantan.

Sol y noche, luz y sombras

que maravillan mi mirada:

por ella de noche vivo de día,

su pelo de día noche derrama.


Se podrían reproducir múltiples poemas con estas características en los que predominan la belleza de las cosas y los seres, que para nuestro místico eran siempre "Cosas y seres de Dios".

Ibn Arabi escribió, según algunos biógrafos orientales, unos mil títulos; Carl Brockelman editó mas de 200 libros; Osman Yahyä calcula en torno a los 550 manuscritos, de ellos muchos se han perdido, pero han quedado algunos muy importantes como "Kitäb al-Futühät al Makkyya" (Libro de las revelaciones de La Meca), "Kitäb Ŝarh Fusüs al hikam" (La sabiduría de los Profetas), una colección de biografías de santones andalusíes, dos colecciones de poemas, y otros.

El citado "Kitäb Ŝar Fusüs al hikam" es la mas importante de las existentes, puesto que se considera como su testamento y demostración de su cosmología, o sea, su ideario filosófico y religioso. Este maestro de la doctrina sufí, dejó muchos discípulos en el mundo islámico, también en Al-Andalus y en el mismo Murcia. Entre los más preclaros en tierra murciana debemos citar a Ibn Sabïn, nacido en el valle de Ricote (Murcia) y autor dentro de la doctrina sufí de un nuevo ideario, que durante cierto tiempo tuvo muchos adeptos.

Ibn Arabï, el gran "Muhyi al Dïn", murió el 16 de noviembre del año 1240, en Damasco, donde todavía hoy es respetado y reverenciado como uno de los mas relevantes místicos del Islam.

Estos breves datos biográficos de Ibn Arabi, no representan mas que un ligero bosquejo de lo que en realidad fue su vida, sus doctrinas, sus aspiraciones, su poesía...

Profundizar en la vida de este singular místico, requiere mucho estudio, mucho talento e infinitas páginas. Mi objeto no es otro hoy, que divulgar su figura y su talento.

Antonio Marco Botella