XV - Otros poetas de Saraqusta

ZARAGOZA EN LA POESÍA DE AL-ANDALUS

XV - OTROS POETAS DE SARAQUSTA

verkis: Antonio Marco Botella

Continuando el desfile de poetas zaragozanos de esta época que iniciamos en el capítulo XIII entra ahora en escena el poeta hebreo Selomo ben Yehúda ben Gabïrôl, conocido por los escolásticos por el nombre de Avicebrón o Avincebrol, y por los árabes por el nombre de Abü Ayyub Sulaymän ibn Yahya ibn Yabïrül, que es sin lugar a dudas uno de los mejores poetas de Al-Andalus. Sus padres eran judios originarios de Córdoba, de la cual habían huido en una de las revueltas de la época de la ciudad califal buscando refugio en Málaga, donde nació Selomo (a.1020), pero en la ciudad malagueña, entonces sujeta a los vaivenes de la política de absorción entre las taifas, tampoco encontraron la paz deseada y optaron por emigrar de nuevo a otros parajes con mayor estabilidad, decidiendo trasladarse a Saraqusta, donde se tenía noticia que había una paz estable y permanente.

En la capital de la Marca Superior, Ibn Gabïrôl recibió una educación esmerada en su infancia, y una sólida formación científica y literaria después, gracias a la generosidad y mecenazgo de un prominente judío zaragozano, Yëcutiel ben Ishäq ibn Hasän, influyente personaje de alto rango de la corte de Saraqusta.

Yëcutiel era casi toda la familia del muchacho, porque muy pronto fallecieron sus padres, quedando solo y huérfano del amor familiar. Ibn Gabïrôl cantó en ocho bellas elegías su dolor por la pérdida de su padre con versos expresando su profunda pena:


Dolor por la muerte de su padre

Mi corazón triste se abate

con una angustia apenada,

cuyo dolor no tiene alivio,

bálsamo, cura, ni calma.

La tarde al caer me envuelve

en la urdimbre de su trama,

el llanto acude a mis ojos

aun resistiendo su llamada

para que no se consuman

mis ojos por tanta lágrima.

Lloro y sigo llorando

por mi padre y por su alma

si mueren lágrimas en mis ojos

mi dolor revive con saña...

Mi padre, gala del mundo,

cómo pudo la tierra ingrata

librarse de tan rica joya

privando al león de su manada?

Con Dios en descanso eterno

está gozando su alma![1]

[1] Ibn Gabïröl. Poesía secular.


El pesimismo exagerado de la vida, lleva a nuestro poeta incluso a expresar en uno de sus poemas su pesar por haber nacido y aun cuando solo tiene 16 años dice en sentidos versos a su madre con honda amargura:

Lamento de un joven de 16 años

"¿No has visto madre querida

como el tiempo acecha pérfido

en ayuda a los malvados

favoreciendo su destino?.

¡Tiempo de amargura y dolor

de depresiones y vacío,

días de cólera y furor,

de reyertas y conflictos,

que dejan el espíritu

de angustias transido

como el alma de una hembra

o de un niño desvalido!.

Tengo dos años sobre tres

y once, y ya he elegido

la luz a las tinieblas

el saber al zafio camino.[2]

[2] Ibn Gabïrôl. Poesía secular.


Y termina el poema en el tono más consternado que pueda pensarse, reprochando a su madre por haberle dado la vida:


¡Ay de mi, madre amada,

valiera no haberme parido!

¿Porqué ese día que yo nací

cuanto mejor hubiera sido

que tu te quedaras estéril

y no haberme a mi tenido

fue día de gran desgracia,

para las gentes de jubilo.?[3]

[3] Ibn Gabïrôl. Poesía secular.

Ese tono refleja ya todo el pesimismo que conllevará todas las vivencias del joven Selômo. Su vida continuó en hacerse realmente muy difícil, por su temperamento severo, crítico y colérico que hacían poco agradable su compañía, quizás como resultado de varias desagradables coincidencias: a su amarga soledad se añadía la circunstancia personal que era de salud frágil, bajo de estatura, de aspecto no muy agraciado y periódicamente sufría ciertas erupciones en el cutis de su cara que hacían aún menos atractiva su persona.

Todo ello, unido a su profunda religiosidad y a su temperamento riguroso, reflexivo y filosófico, muy sensible a cuanto con él se relacionaba, concretaban una personalidad de difícil trato. Lo que a su vez le originó un cierto aislamiento que él interpretó en cuanto se refiere a la colectividad judía de Saraqusta como si le tuvieren excluido de la misma.

Así lo expresa en uno de sus poemas:


Miserable y solitario,

de padre y madre falto,

dolido desde adolescente

y de las gentes aislado,

salvo de mi pensamiento

no tengo amigo ni hermano.

Tratado como extranjero

me siento de todos alejado

en un concierto de avestruces

entre tanto necio taimado.

Destilo mis lágrimas en vino

en mi sangre lágrimas derramo

sediento estoy de amigos

para mi sed alivio no hallo.[4]

[4] Ibn Gabïrôl. Poesía secular.


La amistad y ayuda económica de Yëcutiel eran pues esenciales para el desenvolvimiento intelectual y la labor de escritor del joven Selomo. Desdichadamente este periodo no fue largo, porque como resultado de intrigas políticas palaciegas en la misma corte de Saraqusta, Yëcutiel, visir de la corte, fue asesinado el año 1038, cuando el poeta contaba apenas 18 años.

Este hecho constituyó un duro golpe para el poeta, que acrecentó enormemente su impresión de permanente soledad, que hasta entonces ya lo era de hecho en el aspecto familiar, y eso a pesar de que las relaciones amistosas entre su protector y él no fueron siempre excesivamente cordiales, pero el reconocimiento llegó finalmente y el poeta dedicó unas sentidas y profundas endechas a su generoso protector:


Por un hombre asesinado

A quien se postra en duelo

el llanto por sus mejillas

fluye a raudales como ríos

mientras su alma suspira.

Su cara jovial, que conozco,

el llanto la tornó sombría.

Eres joven, ¿por qué lloras?

¿Acaso gimes por la partida

de una amante ingrata

o por las nubes que rocían

como el llanto de una madre

por una pérdida muy querida?

Mientras el hombre vive, espera,

no si yace en la fosa fría.

Llora la muerte de un hombre

que en un bosque perdió la vida;

si hubiera muerto en casa,

como muere la mayoría,

de no haber muerto traspasado

por espadas y mil heridas

le habríamos enterrado

con esplendor y honras dignas...


Después de una larga disquisición sobre la alevosía del asesinato y las bondades que atesoraba el amigo, el poeta acaba así:


Recogió Dios su espíritu puro,

dióle sitio a su alma limpia,

que ascenderá eternamente

como la luz que mas brilla,

como el radiante sol se eleva

que a todos los mortales ilumina.[5]

[5] Ibn Gabïrôl. Poesía secular.


Puede decirse que en este periodo de vigencia de la amistad y protección de Yëcutiel se desarrolló la más importante tarea como intelectual de Ibn Gabïrôl. Utilizó en la poesía las tres lenguas predominantes en Al-Andalus: el árabe, el hebreo y el romance popular, aunque en general utilizara el árabe, no por ser el idioma de los gobernantes (como hemos dicho repetidamente) sino por ser el más completo y capaz para expresar los mas delicados matices de los sentimientos y del buen decir.

En poesía se muestra bajo dos aspectos completamente distintos y ambos interesantes: la de carácter profano encuadrada en la llamada poesía secular, y la lírica religiosa.

La primera, o sea en la poesía profana, se muestra enormemente influenciada tanto en la forma como en la temática por la poesía árabe o andalusí, aunque frecuentemente aparece en la misma cierto matiz personal pesimista y místico, que denuncian el espíritu y autoría de quien la escribió.

Tenía el joven Ŝelomo un elevado concepto de la poesía, a la que atribuía un espíritu educativo y benefactor que describía así:


Aprende de la poesía

su lenguaje y sus secretos;

permanece en sus cancelas

en sus ventanas y huecos,

vigila en todos los poemas

como el azor sus huevos

y rechaza con toda energía

cuanto tuviere de rastrero,

esforzándote en alcanzar

lo que ella tiene de excelso...


Y sostenía una opinión más que excelente sobre su propia poesía y de su capacidad para crearla, mostrándose muy duro con cuantos pretendían rivalizar con él en esa tarea sin estar dotados para ello. En más de una ocasión les ponía como ejemplo una frase hecha de por sí bastante elocuente: "la vasija solo puede verter lo que contiene", y en verso lo dice de esta manera:


Loando su propia poesía

Algo, lector, a ti te pido

cuando buscar la luna deseas

-tu embrujadora hermana-

mira el lugar en que se eleva

su encumbrado aljarafe

junto al sol que a todo supera,

luminarias de mas talla

que aquí pensar se pueda.


Y ese elevado lugar en que el joven Gabïrôl pone a su poesía lo culmina valorando su saber con gran inmodestia:


A los que me quieren superar

o alcanzar mi grandeza,

les digo que es querer subir

a las nubes con una escalera.

En verdad son las Pléyades

y el Carro que tan alto rielan

sandalia de mi pié y calzado

mientras que Orión es mi correa.[6]

[6] Ibn Gabïrôl. Poesía secular.


Con la misma vehemencia que se auto alababa era implacable contra sus enemigos y contra quienes hacen mala poesía, como en estos versos:


Contra los malos poetas

Los pezones de la ciencia,

amigo, ya se han secado;

los que manaban poesía

extinguidos han quedado.

Los soportes que la sostenían,

envejecidos, desgastados

se fueron de sus estancias

y sin base quedaron arrasados.

En su lugar han surgido

nuevos cantores de paso,

que recitan flacos poemas

cantando versos quebrados,

no supieron hallar el camino,

ni temieron, ni temblaron

por descubrir sus vergüenzas

ni siquiera se han turbado.

Como escarnio han extendido

un cortinaje para taparlos,

sus cantos tararearon torpes,

y los llevaron al fracaso.

Sus pies fueron más veloces

que los de ligeros cervatos

huyeron con más presteza

que un azor en vuelo alto.


Escribió poemas eróticos, poemas apasionados de amor y mujeres, con el mismo frenesí que un adolescente impetuoso, como en este que insertamos:


La amada esquiva

La mujer que yo más amo,

es por adorable y bella,

como las estrellas al sol:

el rey entre todas ellas;

hermana del sol por brillo,

cuando la luna luz refleja,

madre de la noche clara

que alumbra con paz serena.

Tamar es su bello nombre

que a sus amigas sosiega,

es popular por su gracia,

por sus virtudes y fineza,

siempre que se la menciona

es para alabar su belleza,

toda la cordialidad unida

a su mucha gentileza.

Ella me reprocha mis mimos,

mis lágrimas y mis promesas.

Yo le repliqué con pasión

cuando me dijo respondiera

porqué me dolía su ausencia

el porqué de mi tristeza:

-Es como si trigo me faltara

o el vino en la bodega;

porque cuando me faltas tu

me falta la vida entera!


Amor y sufrimiento son gemelos nacidos en un mismo parto, que gravitan unidos con todo el vigor del sentimiento en la hipersensibilidad de Ibn Gabïrôl, él no entiende el uno sin el otro, y así lo expresa en sus poemas:


Sufrimiento de amor

Me hirió de amor una dama

con el collar de seducción

del embrujo de las Pléyades

y su garganta de blanco brillo

cuando descubría su alabastro

luminoso sol de sugestión.

Yo le he dicho con ternura:

-Mi alma toma, y quedo tranquilo,

sino da término a mis males,

que placer solo hallo contigo!

Ella me respondió con dulzura

y comprensiva me dijo:

-Para una llaga antigua

no encuentro para ti alivio!

-Reciente es, yo le dije,

y solo tu sabes darle remedio!

Ella, tierna, me replicó:

-Mi vaso bebe con unción

como el día que nos separamos

que tanto a ambos nos dolió...

Canta conmigo con alegría

la trova que un árabe difundió:

"En recuerdo del hombre amado

a quien amor profundo me unió,

yo suspiro por su presencia

y por todo lo que él me dio".[7]

[7] Ibn Gabïrôl. Poesía secular.


Su alta sensibilidad de solitario le lleva como hombre y como poeta a estados de ensoñación que él traduce líricamente fantaseando entre el ensueño y la realidad; como en estos versos:


Ensueño

Descansaba yo semidormido

con los ojos entornados

cuando vi sobre la tierra

un fascinante bello astro.

Me alegré ver una estrella

caída desde muy alto,

igual que me alegrara

de ver gemas con brillo raro

o coral de vivos colores

suntuosos para el ornato.

Parecía como si el Creador,

con la magia de su mano,

bajara estrellas del cielo

y al despertar yo asombrado

en vez de una blanca estrella

me hallara con el desengaño

solo de mis manos vacías

fruto real de haber soñado![8]

[8] Ibn Gabïrôl. Poesía secular.

Idealiza el amor de la pareja asociando su felicidad a todo cuanto rodea al ser humano, a todo cuanto de bello tiene la naturaleza, como en este epitalamio:


Contemplando una idílica pareja

A quien mucho le complace

contemplar el idilio

del sol y la luna amándose,

decidle que corra con sigilo

y vea el par de gacelas

que con amor solicito

unidas en tálamo y caricias

se contemplan seducidos.

Ante tanto esplendor y gozo

se avergonzó el sol tímido,

y la luz de la luna sintió

celos por tanto amor y delirio.

Viendo a los enamorados

la tierra se engalanó de brillos,

de sus encantos más bellos

y de perfumados lirios;

las ondas marinas en añil

con rumor de rima y ritmo

entonaron cánticos de amor

al triunfal y bello idilio, y el eco de mil besos

se expandió desde el bello nido.[9]

[9] Ibn Gabïrôl. Poesía secular.


Y rindió homenaje a la naturaleza con la potencia lírica de los bien dotados, como en este poema dedicado a

La Primavera

Una bandada de golondrinas

piaba con lírico canto

alegre desde la fronda

sin haberles nadie enseñado.

¿Cómo podéis oír sin gozo

ese canto que va vagando

entre el nocedal tranquilo

y los mil rumores alados?

¡Qué galanas son las ramas

que el tiempo van renovando

con mil retoños nacidos

que los huertos van bordando!

Una hacia otra se inclina

en íntimo coloquio charlando,

las jaras que se entrecruzan

al viento dócil abren paso.[10]

[10] Ibn Gabïrôl. Poesía secular.


Le complacía alabar a los pocos amigos que tenia y escribió sentidas elegías a las personas que había amado, a su padre y a su protector Yëcutiel, o los versos encendidos dedicados a la amada de sus sueños para siempre anónima, pero... realmente era cierta esa soledad de la que él tan frecuentemente se lamentaba, o todo eso no era otra cosa, no de falta de amigos, sino mas bien por carecer de íntimos afectos permanentes nacidos en su corazón por su carácter irascible que en él eran congénitos por las causas que ya hemos apuntado?.

Ciertamente que esta conjetura es posible, porque él, en sus propias obras menciona una respetable cantidad de personas con las que mantenía frecuentes y a veces larguísimas conversaciones de tipo filosófico, científico o religioso: Rab Nissim, el sabio Rab Hayé, Rabí Isaac, Marwän ibn Yanäh y otros. Quizás ese sentimiento de frustración de no ser amado desde la intimidad era lo que le hacia caer en pesimismos profundos, que tan bien sabia expresar en sus poemas:


¿Que sientes tu, oh corazón

que largamente en silencio

lloras, como rey exilado,

solitario, triste y dolido?


Para lo que él llamaba su cruel destino o para sus enemigos, solía utilizar una saña y rigor increíbles en un ser de tan fina sensibilidad como indudablemente poseía nuestro poeta, que así decía:


Huérfano, triste y sin amigos,

solo sin alma amiga he quedado,

siento mi vida sin objeto

y mi espíritu del mundo aislado.


En Al-Andalus, ningún auténtico poeta dejaba de escribir poemas báquicos. He aqui como trata el tema Ibn Gabïrôl:


El amado y el vino

Tiene pupilas de enfermo,

que con desconsuelo miran.

Está la copa de vino llena

de un sonrojo de mejillas,

y sus labios frutos frescos

mármol que sobre mármol brillan.

La risa breve de su boca

como en oro se perfila,

con palabras que dan muerte

voz que clama por su vida.

Gira el vaso, sol en el cielo

así se va el amigo y día:

a un destierro imaginario

del que no se tiene noticia.

Mi sangre mana por la copa

precipitada por la prisa

hacia un ocaso sin noche

ni sin luz de amanecida.


Una de las más firmes pasiones de Ibn Gabïrôl, ya desde su más tierna juventud, fue su afán de saber, su incesante busca de la sabiduría que siempre persiguió con tenacidad:


Si el saber a vuestros ojos

tiene tan livianas esencias

mas febles sois vosotros

en vuestra flaca insistencia.

Si el saber está encerrado

y vuestro corazón no porfía,

yo he de abrir esas arcas

que el corazón puro aspira,

¿Cómo abandonar la ciencia

si el mismo Dios la inspira?

o ¿cómo dejarme a mi ella

si es cual mi madre adoptiva?

Hizo Dios entre nosotros

un firme pacto de por vida!


Aproximadamente en el año 1037, Ibn Gabïrôl intentó establecer relaciones amistosas con otro gran poeta judío, Ŝemuel Ha Naguid ibn Nagrella, visir del rey de Granada y jefe del ejercito de ese reino. En su honor Ibn Gabïrôl le dedicó este panegírico:


Loa a Semuel ibn Nagrella

¿Qué es aquella luz que se alza

y como aurora se asoma?

así el sol puro brilla

tal es esa luz hermosa!

Como hija de reyes es noble

por su fragancia y aroma,

efluvios de mirra quemada

en sahumerios de suaves ondas;

lirio rojo son sus mejillas

que lo brujo no transforman.

Se adorna con alhajas de oro

y con zafiros en finas joyas,

es la corona de su cabeza

luna que con jaspe se orna,

creí verla brincar en el campo

como si volase una paloma.

¿A dónde te diriges, a dónde?

El día al ocaso tímido toca,

y yo le digo con voz emotiva

que quiere ser cariñosa:

-Mira que el mundo sin tu luz

solo es oscuridad y sombras...

Movió los labios al responder

vertiendo miel por su boca:

-En busca de Semuel marcho

a su casa que tanto atesora!

No vengas, no! -cauto le dije.

Verlo, no siempre se logra![11]

[11] Ibn Gabïrôl. Poesía secular.


No se tiene noticia si esta exagerada loa llegó a conocimiento del visir de Granada, lo que sí parece cierto es que a pesar de la costumbre establecida entre poetas de responder a un poema laudatorio con otro, el poderoso visir no correspondió nunca ni a este ni a otros poemas que más adelante le dedicó el zaragozano, lo que dio origen a que se desatara la cólera del joven Ibn Gabïrôl.

Todos estos poemas de la poesía secular que venimos de transcribir acompañando las vivencias de nuestro poeta, y otros muchos que han sido también publicados, se dispersaron en el tiempo y en el olvido. La investigación de su poesía no empezó hasta el siglo XIX y los primeros resultados efectivos no se dieron hasta entrados los años 20 del presente siglo. Si hubiéramos de realizar un análisis de su poesía habríamos de tener en cuenta en un primer lugar las opiniones de sus contemporáneos o sucesores, y entre estos, doy preferencia a la de Möse ben Ezra (1060-1135), judío, poeta y casi contemporáneo de Ibn Gabïrôl, que nos dice así:

“Ibn Gabïrôl -Dios le haya perdonado- aunque era el más joven de los poetas de su generación, sobresalió sobre todos ellos por sus cualidades literarias. La mayor parte de aquellos eran poetas distinguidos, cuyos poemas y composiciones eran dulces y agradables, y si bien pudiera establecerse entre ellos una jerarquía, todos se asemejaban en la belleza de sus expresiones y en la brillantez de su estilo. Pero nuestro Abü Ayyüb les aventajó; era un autor admirable y un literato insigne; supo amaestrar admirablemente su espíritu poético, pudiendo alcanzar los propósitos más elevados y las ideas más nobles. Su espíritu poético es muy delicado y se parece a los poetas modernos árabes. fue llamado caballero de la palabra y maestro de la poesía. Sus palabras son delicadas y tiernas y sus temas conmovedores.

Todos los ojos inteligentes estaban vueltos hacia él y aun los envidiosos le señalaban con gesto de admiración. fue el primero entre los poetas hebreos que empleó el metro sarï y los que vinieron después de él siguieron sus huellas, según se explicará más adelante y será cosa manifiesta a aquel que lea sus poesías y profundice su sentido. En sus poesías, él hizo entrar las concepciones fundamentales según los preceptos de la Ley y ajustadas a la tradición”.

La poesía de Ibn Gabïrôl está pues fuertemente influenciada por su entorno andalusí y ambiente musulmán, el espíritu reflexivo, religiosidad y carácter propio, junto al influjo cultural y científico que se vivía en la Saraqusta de aquellos días. Pero esa poesía, o sea su poesía secular, se diluyó en el tiempo.

Los poemas que no se olvidaron fueron los de carácter religioso y sus obras filosóficas bajo una u otra forma: Sus obras sobre moral y filosofía, “La corrección de los caracteres” (1045) y “La fuente de la vida”.

La primera citada, un manual práctico de educación escrito en árabe, ha sido traducida al español por el profesor zaragozano D. Joaquín Lomba Fuentes, en 1990. De la segunda obra hay que decir, que escrita en árabe en forma de diálogo, estudia el origen y constitución de los seres, la oposición entre Dios (uno, infinito y eterno) y el mundo (múltiple finito y perecedero). El manuscrito original se perdió, quedando una versión latina, Fons vitae, hecha por Juan Hispano y Domingo Gundisalvo en el s. XII. De la misma obra nos ha llegado un resumen de la misma hecha por Sem Tob ben Falaquera en el s. XIII.

Esta obra, muy conocida y celebrada en todo el Occidente cristiano y de carácter fundamentalmente neoplatónico, no se la relacionó durante siglos con Ibn Gabïrôl. Su atribución definitiva se debe al profesor Munk en 1847. fue traducida por completo la primera vez, al español en 1901, al hebreo en 1926 y al francés en 1970.

Otras obras importantes de Ibn Gabïrôl fueron: “Selección de perlas” (Mujtär al- ijawähir) que es una versificación de máximas morales arabes 652 sentencias práctico-morales; “El Collar” (Anaq) que es una gramática en verso que consistía, según Abraham ben Ezra (1092-1167) en unos 400 versos, de los cuales solo se conocen hoy 98: parece ser que el objeto de esta gramática era promover la lengua sagrada de la comunidad judía, que se hallaba en grave postración, superada por el árabe oficial; y como obra de madurez, tal vez escrita después de abandonar Saraqusta, “La Corona Real” o “Keter Malküt”, larga composición rimada de carácter religioso en la que se suceden las dos posiciones mas habituales de Ibn Gabïrôl, la latréutica con ideas astronómicas, cosmogónicas y filosóficas, con las de contrición de los pecados y espera del perdón divino.

La poesía religiosa de Ibn Gabïrôl no tenia porqué aceptar reglas ni formas de la poética árabe, por tener su origen y razón última en la religiosidad hebrea e intimismo del poeta, pero forzoso es reconocer, que el alto nivel de la poesía árabe y andalusí obligaba al poeta a crear la que hacia en hebreo en una calidad similar.

Surge así aquí en Sefarad, una nueva forma de hacer poesía de los hispano-hebreos frente a los piyut palestinos y orientales adscritos a una lengua ancestral, y estos de aquí, poetas nacidos en esta tierra, tienen su más alta representación en estos cuatro grandes poetas que aquí citamos: Ŝemuel ibn Nagrella, Ŝelomo ibn Gabïrôl, Möse ibn Ezra y Yêhuda Ha-Leva.

Su principal novedad es la utilización de la lengua hebrea renovada y en esa tarea de flexibilización del idioma Ibn Gabïrôl es pieza fundamental. Su poesía religiosa da un nuevo estilo muy diferente al piyut antiguo, se introduce en el poema la voz individual que se une a temas ideológicos que están inmersos en el pensamiento religioso y esa forma de expresión se extenderá en el tiempo a místicos del futuro, con este o similar vocabulario:


En todas las albas y ocasos

te he buscado fervoroso

y tendido a Tí mi palma

mi espíritu y mi rostro.

Por Ti gime mi corazón

sediento de amor y gozo

con la humildad del pobre

que pide al poderoso.

Las alturas no pueden contener

tu poder infinito asombroso

sin embargo en mi pensamiento

están tus esencias y tu todo.

¿No yace en mi puro corazón

tu gloria que por Tí escondo

y vibra en mi el deseo

que en mi espíritu adoro?


El tono dialogante, el estilo y lenguaje que aparecen en estos versos religiosos, impactan por primera vez con toda la fuerza de la estética y la mística en la poesía, proyectándolos en el futuro sobre un campo, que siglos mas tarde recogerán con devoción el espíritu de Santa Teresa, San Juan de la Cruz o Fray Luís de León, por nombrar sólo poetas místicos españoles.

En el año 1045, Ibn Gabïrôl abandona Saraqusta después de firmar su obra "La corrección de los caracteres". A partir de este momento muy poco se sabe ya de cierto, de sus andanzas ni de sus obras: vagó por Al-Andalus sin un destino cierto.

Se comenta que estuvo en Granada donde tal vez buscara la protección del famoso poeta y gran visir Ŝemuel HaNaguid, pero ningún documento escrito justifica ni siquiera que ambos llegaran a contactar. Mas probable parece ser que consiguiera tener alguna relación con Rab Nasim de Qayrawän, de quien Ibn Gabïrôl se honró llamándose su discípulo, y que por esas fechas se encontraba en la capital granadina donde había ido a la boda de su hija con el hijo de Ibn Nagrella.

Según testimonio de Möse ben Ezra, Ibn Gabïrôl murió en Valencia cuando apenas había cumplido 30 años, o sea, aproximadamente en el año 1053, sin que nadie haya podido indicar por qué fue a Valencia y cuáles fueron la circunstancias de su muerte.

Otro testimonio, el del historiador árabe de Toledo, Ibn Sa'ad, cita la fecha de la muerte del poeta el año 1057, pero hasta ahora todavía se mantiene la incertidumbre, no solo de su muerte sino incluso de los lugares que visitó después de su partida de Saraqusta.

Siguiendo el orden cronológico de nuestra historia nos encontramos con el poeta Bahya ben Yosef ibn Paqüda, poeta y filósofo, como el anterior también de origen hebreo, con seguridad más filósofo que poeta y sobre todo gran teólogo, juez de un tribunal rabínico de Saraqusta. Se deduce por ciertos datos recogidos de historiadores de la época, que nació por el año 1040 y pudo ser muy bien en esta misma ciudad, puesto que en alguno de esos manuscritos que aún se conservan se le añade a su citado nombre el de Saraqusti. poseía un gran prestigio en la ciudad donde era llamado dayyan o sea el juez.

Hacia el año 1080 escribió en árabe la obra Kitäb al-hidäya ilä farä 'id al qulüb (Guía a los deberes de los corazones), uno de los libros de piedad mas populares del judaísmo, que fue enseguida traducido al hebreo (s. XII) de Yehuda ibn Tibbon, del que a su vez se harían más tarde traducciones en otros varios idiomas.

Parece ser que aún se conservan algunos poemas que ibn Paqüda intercambió con otros poetas de su tiempo, poesía profana más que religiosa que no se ha divulgado, pues la que se conoce es de carácter sagrado, en la que se muestra como poeta reflexivo y piadoso, con claras influencias aristotélicas y completamente convencido de la grandeza de Dios.

J. Millás Villicrosa, en su obra Poesía hebraica posbíblica ha traducido uno de sus poemas mas relevantes, del cual me permito reproducir un corto fragmento, que dé idea a nuestros lectores de las características de la citada poesía:


Baqqasá

Señor de toda cosa, magnífico,

excelso sobre toda bendición y alabanza,

todo está en tu mano, y tu reino sobre todo,

tu imperio está por encima de toda razón y límite,

tu grandeza y tu sabiduría y la fuerza

de tu poderío vivifican toda obra.

La palabra de tu boca es el fundamento de todo ser,

la raíz de toda raíz y el principio de toda generación.

El tumulto de las aguas, los cielos y la tierra,

el resplandor de la luna y del sol, fijos en su morada,

su figura, sus milicias y su poder

con sólo tu palabra prestamente se constituyó...


Y el largo poema termina con estos bellos versos:


A la media noche te he buscado, Dios mío,

entre los debates de mi corazón, en tinieblas,

te he rememorado en los atardeceres, y brilló para mí

la gloria de tu nombre como la luz del sol esplendorosa.

La porción de las maravillas de tus loores que recuerdo

acepta, oh Dios mío, como ofrenda y sacrificio,

y este mi cántico, acepta y bien acoge,

Señor de toda cosa, magnífico!

Se supone por ciertos datos de sus biógrafos, que Bahya ben Yosef ibn Paqüda murió hacia el año 1100, dejando una obra intelectual del más alto nivel, cuando en la taifa de Saraqusta hacía varios años que reinaba una nueva dinastía: la de los Hüd, que tanta gloria científica y de todo orden había de dar a la más importante taifa de toda la Marca Superior.

Justamente ese periodo es el que vamos a estudiar a continuación, con igual modestia que hasta ahora lo venimos haciendo.

Antonio Marco Botella