IV - La lírica durante el emirato

ZARAGOZA EN LA POESÍA DE AL-ANDALUS

IV - LA LÍRICA HISPANO-ÁRABE DURANTE EL EMIRATO

verkis: Antonio Marco Botella


Durante el largo periodo del emirato independiente, o sea desde su comienzo en el año 773 hasta el 929 en que se proclamó el Califato de Córdoba, la lírica de Al-Andalus pasó, de su periodo de formación a ser la expresión mas representativa de una sociedad constituida por minorías étnicas, que miraban como modelo la poesía del lejano Irak, hasta llegar a igualar e incluso superarla durante el Califato de Córdoba.

En las cortes omeyas era muy normal tener poetas asalariados y bellas cantantes, muchas de las cuales, ademas de cantar en las fiestas de palacio, solían componer música y poemas. En la corte de Abd al-Rahmän I en Córdoba, también se siguió esa tradición omeya y el emir hizo traer bellas cantantes de Oriente, entre ellas la famosa Achfa, que acompañándose con su laúd maravillaba a sus oyentes. Al-Hakam I (796-822) tuvo en su corte dos famosas cantantes y declamadoras de poemas: Alon y Zarkon, que rápidamente se hicieron populares en el país. Abd al-Rahmän II fue el emir que más hizo en nuestro país por este arte y por la cultura: cuando todavía no era emir envió a expertos especialistas de su confianza a Mesopotamia para copiar las más importantes obras científicas árabes originarias de griegos y persas.

En Al-Andalus estableció en su propio palacio una escuela de altos estudios científicos y otra de música, de la cual salieron, entre otras muchas, tres excepcionales cantantes; Fadal, Adam y Calam, que adquirieron fama imperecedera. Sin embargo, la fama de estas tres extraordinarias divas palideció cuando llegó a nuestro país el gran Ziryäb[1], llamado popularmente "el pájaro negro". Su prestigio fue tan enorme, que me siento obligado a dar una corta versión sobre su personalidad:

[1] Véase la biografía de Ziryäb, de Maqqari (Abü-l-Abbas Ahmad al-). Eminente historiador argelino (m. 1631), autor de una importante obra sobre la España islámica, titulada "Aroma delicioso" (Nafh al-rib). Esta obra tiene el gran valor de conservar fragmentariamente o íntegramente obras de autores arábigo-españoles medievales, cuyos originales se han perdido, y sin embargo se consideran fundamentales para describir aquella época. Por estas razones, nuestros lectores verán citado en estas páginas el ilustre nombre de Maqqari repetidas veces.

Ziryäb, el llamado "pájaro negro", había nacido en Bagdad el año 789 y era originario de una familia persa. Hizo su aprendizaje de música y canto en la escuela de la corte de Bagdad, dirigida por Ishäq al-Mawsili. Se cuenta, que cierto día, el califa Harün al-Raid (766-809) preguntó al maestro al-Mawsili si entre sus alumnos había alguno que destacara sobre los demás. El maestro le respondió que sí, que lo había, y unos días mas tarde se lo presentó.

El alumno distinguido no era otro que Ziryäb, que fue invitado a hacer un recital ante el califa. Lo hizo de una manera tan fina y magistral que el califa vibró de entusiasmo. Las crónicas de la época cuentan, que cuando Ziryäb se presentó en esa ocasión ante Härün-al Raid, le dieron el laúd de su maestro, pero él no lo aceptó y con firmeza dijo al mismo califa:

- Señor, si quieres que cante con las características de mi maestro, yo usaré ese laúd, pero, si quieres oírme tocar con mi propio estilo y según mis conocimientos, entonces usaré un laúd especial inventado por mi mismo.

Aceptó el califa oírle en las condiciones propias propuestas por el genial Ziryäb y de inmediato cantó una canción original dedicada al propio califa, acompañándose con su delicado e innovado instrumento. Härün-al-Raid se sintió tan complacido e impresionado que rogó a Ziryäb volviera de nuevo a palacio a darle un nuevo recital.

Cuando Al-Mawsili, su maestro, tuvo conocimiento del hecho, celoso de su preeminente posición en la corte, temió perderla y violentamente exigió a Ziryäb una rápida decisión: abandonar el país aceptando una gran suma de dinero que él le donaba como compensación, o él, su maestro, ordenaría que le asesinaran.

Ziryäb decidió aceptar la invitación que le había hecho el emir del lejano Al-Andalus, al-Hakam I, y de esa manera evitar la situación crítica en que se encontraba, con lo cual el legendario califa Härün al-Raid nunca mas sabría de él.

Desdichadamente, durante su largo viaje, el emir andalusí al-Hakam I que le había invitado, falleció, sucediéndole Abd al-Rahmän II, el cual apenas supo que Ziryäb había desembarcado en Algeciras junto con sus hijas, Olalla y Handüna, las esclavas Gaslän y Humayda y su discípulo Muta, no solo confirmó la invitación que había hecho su antecesor a Ziryäb, sino que envió a la ciudad citada una comisión presidida por el cantante hebreo Mansür al-Yahudi para acompañarle durante su recorrido hasta Córdoba.

Apenas llegado a la capital de Al-Andalus, Ziryäb fue inmediatamente recibido por el propio emir, que le comunicó la generosa suma de dinero que le asignaba como cantante de la corte, así como otras valiosas compensaciones. Sin vacilar, Ziryäb aceptó la generosa oferta y sin más dilación cantó ante el propio Abd al-Rahmän.

Tanto gustó el canto como la persona de Ziryäb al emir, que rápidamente ambos intimaron como buenos amigos.

Además de los conocimientos musicales del nuevo cantante de la corte, pronto se pudo comprobar, que Ziryäb era un autentico erudito en distintos temas: perfecto conocedor de la música, geografía, astronomía, historia, matemáticas, poesía, etc. Era un verdadero placer oírle hablar sobre sus viajes a países casi desconocidos en Occidente, las mil peripecias que el gran hombre había vivido o escuchar sus doctas opiniones sobre arte, ciencia o poesía.

Con relación a la poética, él enseñaba a sus alumnos poetas de la escuela de Córdoba tanto la antigua como la moderna poesía, sus estilos y todos los secretos de la composición, ritmo y rima. Con el permiso del emir, él fundó un Conservatorio de Música y arte del Canto, que como ya hemos dicho tenía su sede en el mismo palacio del emir.

Nadie sabía en Córdoba como él, organizar un recital poético y elegir con mejor acierto a los poetas más adecuados para cada caso, ni disponer de los elementos mas precisos que debían contribuir a exaltar el motivo de la fiesta. Él cuidaba de todo, desde los manteles de las mesas del banquete hasta los vasos y platos, que anteriormente eran de plata y desde su llegada había puesto de moda que fueran de cristal.

Por sugerencia de Ziryäb, los cortesanos cordobeses habían aprendido a vestir en una determinada moda, cambiando el color de sus vestidos con arreglo a la estación del año, a peinarse de manera que un flequito de sus cabellos cayera sobre sus frentes, a comer con finura y conversar, preferentemente, sobre temas intelectuales. De esta guisa pronto Ziryäb se convirtió en el verdadero ídolo de Córdoba.

Con él, entraron en nuestro país numerosas canciones de origen greco-persa, compuso miles de canciones y de poemas, y una nueva melodía nació de su ingenio cuando añadió una nueva cuerda a su laúd.

El creó nuevos métodos de enseñanza y cantó y recitó con una maestría completamente desconocida en nuestra tierra, tan bellamente, que por todas partes se extendió la leyenda de que los genios le visitaban para inspirarle y perfeccionar su arte.

Sobre su enorme prestigio nos hablan, no solo los libros que escribió, sino también una antología publicada conteniendo una gran colección de canciones andalusíes, obra que en su época rivalizó con la mas famosa en su género, El libro de las canciones, publicado en Oriente por Abü-l-Faray Ali al-Ispahani (897-967).

El fallecimiento de Abd al-Rahmän II en el año 852, protector de las letras y buen poeta él mismo[2]; y el de Ziryäb en el año 857, significaron un freno a la evolución poética de Al-Andalus.

[2] En la versión original en Esperanto, repetidamente citada, figuran poemas de Abd al-Rahmän II y curiosas anécdotas del mismo, que en esta obra no reproducimos por estar exlusivamente dedicada a poetas andalusies aragoneses.

Antonio Marco Botella