7. LA CONSTRUCCIÓN DE UN TEMPLO Y LA SEGUNDA LLAMADA DEL DHARMA

El pueblo de Marmellar, abandonado por un incendio en 1976

Regresamos a Ibiza, pero las cosas habían cambiado para Ninette y para mí. Decidimos mantener nuestra doble vida normal y tratar de conseguir un sitio para abrir una especie de centro del Dharma no sectario. Comenzamos la meditación seria y todo parecía ir bien. Así que cuando completamos la siguiente temporada, volvimos a la India con el Dharma en mente y, de paso por Barcelona, empezamos buscando un sitio.

Finalmente encontramos un bonito lugar en una zona de población dispersa con dos áreas urbanas cercanas con aparente desarrollo lento. A escasos tres kilómetros al sur había un magnífico pueblo abandonado. La propiedad rústica se encontraba en la zona denominada Pinedas Altas, en realidad dentro de un terreno forestal protegido y con un castillo románico como vecino más cercano, salvo por media docena de casas “pirata” construidas en la misma área. Todo era tranquilo y en calma. Era 1981 y la fecha de la construcción de la masía era 1881. Cien años, un buen presagio.

Por fin compramos el terreno con una masía en ruinas de dos plantas. No tenía tejado y el suelo de la segunda planta se había derrumbado. Un muro había cedido parcialmente, las ventanas eran diminutas y el interior no estaba protegido. Sin embargo, la tierra era hermosa, con una pista forestal de seis kilómetros desde el lado de Barcelona, de altos pinos bordeando ambos lados.

Teníamos que coger un autobús hasta el pueblo más próximo, Torrelles del Foix, y luego caminar los seis kilómetros.

El castillo de Marmellar del siglo XI, separado de nosotros por una riera normalmente seca

Más tarde descubrimos que habíamos pagado demasiado, pues el agente inmobiliario se había aprovechado de nuestra inocencia. Sin embargo, vi el potencial del sitio y Ninette parecía satisfecha, aunque tras pagar lo estipulado le salieron algunas dudas. Su intuición era correcta, como verás, pues al año siguiente descubrimos que nos habíamos metido en un embrollo del que nos resultaba complicado salir.

No obstante, con un futuro impredecible por delante, continuamos haciendo planes en Ibiza. Empezamos a anunciarnos para aquellos que estuvieran interesados en unirse a nosotros en una Comuna del Dharma, para estudio y desarrollo personal. El resultado fue bueno y recibimos quince respuestas prometedoras pero variables. De este modo comenzamos una correspondencia con ellos y establecimos unas condiciones.

Entonces golpeó el desastre. Habíamos caminado por el bosque de pinos con gran ánimo. Pero cuando alcanzamos nuestra masía, tras pagar en efectivo y asegurando los trámites legales, nos encontramos una nota en la puerta que afirmaba que la masía era del autor de la nota y de nadie más. No nos preocupamos demasiado porque creímos que un trato legal es un trato,algo irrevocable, pero cuando fuimos al Registro de la Propiedad, nos encontramos con que alguien más había interpuesto una reclamación sobre el sitio.

Contratamos un abogado y lo dejamos en sus manos, entonces regresamos para estudiar el Dharma en Asia.

Cuando volvimos escuchamos malas noticias. Aparentemente existía una antigua ley no derogada en Cataluña, que declaraba esto: si en un pasado lejano, un terrateniente le decía a su arrendatario que al morir él, la propiedad sería suya, entonces era así.

El otro tipo no tenía pruebas excepto la palabra de su padre y sus antepasados. En el juzgado presentaron una sencilla nota antigua del Ayuntamiento que simplemente empleaba una vez el término “tu masía”. No podíamos hacer nada sino esperar, así que continuamos con nuestros planes de estudio.

También seguimos visitando la masía con las esperanzas intactas. Por fin nos llegó la sentencia. La masía dejaba de ser nuestra, y para estropear el asunto la jueza negligente había “olvidado” declarar que tenían que devolvernos el dinero que pagamos. Habíamos perdido la masía, el dinero y nuestro plan de futuro. Los trámites que habíamos legalizado no servían para nada.

Nuestro abogado llevó el caso ante el Tribunal Superior de Justicia y tuvimos que esperar. Pero la sentencia parecía concluyente.

Lo que aprendió Ninette aquí fue un estoicismo ante la cara del desastre, y simplemente descartamos el incidente como parte del Samsara manchado sin lágrimas.

El juego de la espera

La decisión del Tribunal Superior tardó diez años. Durante ese tiempo no pudimos hacer planes, así que continuamos nuestra vida de Ibiza e hicimos más viajes a la India y Nepal para comprar y estudiar allí. Además viajamos a otras partes de España, a Inglaterra y América, donde visitamos a la madre de Ninette en California y a su hermana más pequeña Linda, que estaba ocupada con su propia búsqueda espiritual.

Ninette en California

Habíamos perdido la esperanza sobre la masía y Ninette empezó a establecerse en Ibiza, al menos en la parte que el turismo no había devaluado lo suficiente como para curar su apego romántico. Por el contrario, yo me resistía al influjo del turismo y al cambio cultural que estaba teniendo lugar, urgiendo por fin a apartarnos pronto de la isla enseguida que el Tribunal hubiera resuelto.

Entonces de repente, cuando el caso estaba fuera de nuestras mentes ya casi por completo, el Tribunal Superior decidió que la masía era nuestra, después de todo. ¿Fueron diez años desperdiciados? En realidad no, porque durante ese tiempo habíamos avanzado con el Dharma, aunque yo encontraba imposible el seguir soportando a los nuevos residentes en la isla. Yo estaba afianzado fuertemente con los Theravada tras frecuentes visitas a Bodhgaya, convirtiéndome en un Bhikku (monje ambulante), estudiando el Vissudhi Magga e investigando los antiguos sistemas budistas alternativos para hallar todas las respuestas. Por otro lado, Ninette encontraba muy difícil la meditación, mientras aceptaba los ideales budistas. Entonces no entendíamos por qué, pero ella insistía en perseguir ese ideal durante todos esos años.

Es más, teníamos suficiente dinero para reconstruir la masía. Ahora era asunto de decidir cuándo irnos. En nuestro primer intercambio de ideas, Ninette quería seguir en Ibiza y yo marcharme de inmediato. Finalmente, con gran resistencia a la idea, estuvo de acuerdo en irnos.

La construcción

Habíamos abandonado la idea de la Comuna, así que la reconstrucción del edificio era nuestro principal objetivo. Se acabaron los viajes a la India y Nepal y empezamos el trabajo duro de rehabilitación, sin saber nada en absoluto sobre la labor. Reparar el Janus había sido difícil mentalmente en lo que respecta al cambio para Ninette. La transformación en hippie había sido más difícil socialmente, pero ahora, sin transporte y sin conocimientos disponibles, la tarea se volvió una dificultad física, y una vez más se lanzó a ella sin protestar.

Ninette trabajando a destajo con la hormigonera

Los materiales no se podían depositar directamente en la masía, así que tuvimos que transportar todo con carretilla a lo largo de doscientos metros bajando una colina empinada. Un día que había pendiente una pesada carga, el alcalde de Juncosa pasaba para ver cómo íbamos, y nos llevó las mercancías con su coche bajando la colina.

Dormíamos en el suelo en sacos de dormir y, cuando llovía, calaba por la estructura del tejado que quedaba, y el viento que soplaba del sur mandaba constantes ráfagas a través de nuestro muro abierto. Pero aún así Ninette luchaba sin la mínima queja. Nos levantábamos todos los días a las siete y trabajábamos hasta la caída de la noche.

Levantamos muros y la segunda planta con la ayuda de un constructor, aunque un día fue suficiente para decidir que podíamos hacerlo igual de bien solos. Convertimos el corral de los cerdos en un templo y en los muros de los gallineros se hicieron nuestra cocina y baño. El agua y la electricidad lo abordamos nosotros mismos, y finalmente el municipio nos permitió el conectarnos al agua corriente, pero teníamos que tender las tuberías desde más de cien metros subiendo la colina hasta la masía. Conseguimos instalar la electricidad después de construir el cuadro de obra para el contador y erigir el poste.

Pero seguíamos a nuestra manera.

Ninette construyendo el baño

Según dicen: “Tanto trabajo y poco relajo dejan a Jack como un espantajo”, así que muchas noches visitábamos una casa cercana para jugar a las cartas, y en otra casa más lejos jugábamos al dominó. Distaba mucho del ajedrez y el Scrabble, pero resultaba inofensivo y agradable.

Completando el suelo de la terraza

Quizás fuimos un poco brutos con los animales, pues compramos una docena de gallinas para huevos, dos ocas grises y dos blancas, seis gallinas de Guinea, cuatro patos salvajes, tres patos domesticados y dos cabras.

Fabricamos jaulas amplias y preparamos un huerto. Esto suponía trabajo añadido, pero la alegría por la presencia de una multitud de animales era inmensa. En esos días los cazadores no habían destruido aún la vida salvaje, así que nos visitaban zorros y jabalíes, y abundaban los pájaros de múltiples variedades.

Recorrimos nuestro terreno arrancando el exceso de vegetación y las amenazantes zarzas que dificultaban el paso. Fue durante esta limpieza cuando descubrimos una cueva en una ladera rocosa, que se convirtió en nuestra cueva de meditación.

La cueva de meditación

El castillo en ruinas estuvo siempre ahí con sus leyendas, proyectando la inspiración de tiempos pasados, y nos enteramos que nuestra cueva había sido habitada por brujas, donde acudía la gente local para curarse y cosas así.

Ninette avanzaba en la comprensión del Dharma pero sus meditaciones no daban fruto. En un momento determinado consideramos que debería probar la meditación tibetana, que utiliza mucho simbolismo y figuras representativas de la Identidad. Así empezó a realizar retiros de diez días con los tibetanos Kagyu en Panillo, a bastante distancia. Entonces ahí recibió su nombre tibetano: Sherab Chodron.

El destino entonces mostró su baza, pues su maestro de meditación en Panillo era el Lama Djinpa, la misma persona que una vez vendía en el mercado hippie de Ibiza. Por fin sus meditaciones empezaron a funcionar, al afrontar la tarea con vigor y su determinación acostumbrada. Yo continué con los Theravadas y comencé a enseñar en nuestra masía, que bautizamos como Seminario Mahabodhi Sunyata.

Ninette se hizo cargo de toda la administración y traducción de la correspondencia. Para hacerse una idea del trabajo acarreado, llevando grupos de enseñanza por Internet, en un momento dado mantenía a 250 estudiantes, cada uno con atención individual.

Los grupos fueron un éxito, pero al ser libres y gratuitos no colaboraban con nuestros fondos menguantes, y el coste de Panillo la indujo a pensar que tendría que encontrar un trabajo en alguna ciudad cercana como profesora de inglés. La masía iba bien, eso no era problema, así que salía cada día a trabajar con un Suzuki Samurai blanco, que bautizamos “No es capricho”.

Ninette era una profesora excelente y bien cualificada porque tenía interés en cada estudiante. Durante esos años recibió clases de lengua catalana hasta el nivel superior, obteniendo la nota más alta. De hecho estaba cualificada para dar clases de catalán a los propios catalanes.

Había respondido así a la segunda llamada del Dharma.