2. SHELTER ISLAND (NUEVA YORK)

A nuestro regreso de California dejamos nuestros respectivos apartamentos y buscamos un lugar para mudarnos. Ninette amaba lo remota y aislada que estaba Shelter Island, de la que había disfrutado a menudo pues tenía amigos viviendo allí. Se trataba de unos hermanos gemelos, Enzo y Germano, y sus parejas Trudy y Susan. Shelter Island es un pueblo situado en Long Island, frente a las costas de Nueva York.

Casa en la costa de Shelter Island

Enzo y Germano eran artistas, vendían sus obras en Nueva York con bastante éxito y Ninette estaba embelesada con la deliciosa casita de cuento de hadas donde todos los muebles estaban pintados de blanco con tonos amarillos.

Nos recibieron como verdaderos amigos y, en aquella exclusiva comunidad de ejecutivos de negocios y otros profesionales de clase alta, nos encontraron un lugar adecuado para nuestro presupuesto más bien limitado.

Era un ático pequeño en la casa de un residente cercano, que nos lo alquiló. No accedíamos por su casa, sino directamente por medio de una larga escalera independiente.

Buscamos trabajo, no como psicólogo y profesora, y decidimos que limpiar casas para los ricos era una buena idea. En nada de tiempo ya teníamos clientes.

Siento el describir así la escena para contar su vida y lecciones, pero estuvimos juntos casi toda nuestra vida y nos separábamos solo por algún momento cada día. Si cuento aquí sus secretos y faltas, es por el beneficio de otros que puedan identificarse con la flaqueza humana y el sufrimiento, para remontarlo como ella ha hecho.

A ella le encantaba nuestro ático y lo decoró con algas, caracolas y piedrecitas del mar además de nuestros libros. Entonces salió uno de sus fantasmas internos. No quería que nadie conociera esta guarida. No era que tuviera miedo de ser condenada, es que no quería compartirla con nadie, ni siquiera sus amigos de Nueva York.

Ya ves, resulta que por primera vez tenía una posesión que era toda suya, sin condiciones ni control. No era la casa perfecta según la arquitectura de su exmarido, en la cual ella era parte de la decoración, sino una casa a la medida de su sueño interior de independencia.

Así que hablamos y caminamos por las playas, y decidimos abandonar el mundo normal donde las posesiones gobernaban a las personas. Fue un acto de fuerza por su parte el abandonar esa seguridad e incluso un coraje mayor el aceptar mi plan.

Estaba por ver si podríamos conseguir un pequeño barco y navegar hasta Colombia, visitar las tribus primitivas y luego llegar finalmente hasta las islas Galápagos. Mi padre, un pescador, siempre había planeado cruzar el Atlántico en un tonel de madera. Aquel viaje significaría mi unión y homenaje a él.

No sé si puedes imaginar lo fuerte que suponía el abandonar nuestras posesiones por completo, abandonar un futuro que se había desplegado ante ella, y lanzarse en un proyecto más allá de la mayoría de mujeres y hombres.

A veces el destino sonríe, otras se tuerce. Aquí nos sonrió, pues el hijo de nuestro casero tenía un barco que quería vender. Era un viejo barco marinero de madera fabricado en 1957.

Conseguimos reunir lo suficiente para comprarlo y luego empezar a ponerlo a punto. Se trataba de un velero A.R. True Rocket de 8 metros de eslora con una manga de 3 metros.

Velero True Rocket

Puedes imaginar las dudas que Ninette encontró cuando contó nuestro plan. Ella se tomó el plan con el espíritu de sus antepasados judíos y empezamos la tarea de restaurar el velero, adquiriendo y reparando juegos de velas, el equipamiento de navegación y toda la ropa para la selva, machetes e incluso remedios para las picaduras de serpientes que necesitaríamos.

Para conseguir esto, necesitábamos ingresos, así que dimos otro paso revolucionario.

En la puerta contigua a nuestro ático había un local grande. Decidimos abrir un restaurante. Al ser bastante amplio, la única fuente de calor posible era una estufa de madera, que situamos en el centro con una docena de mesas alrededor. El dinero era escaso así que todo era bastante primitivo. Los platos eran antiguos, el suelo y el techo eran tablones de madera y sólo podíamos permitirnos un fogón corriente con cuatro quemadores y un horno como el que encontrabas en cualquier cocina.

Continuamos trabajando para conseguir restaurar el barco e inauguramos el salón de banquetes. Servimos al alcalde, yo como camarero maître y Ninette como cocinera. Servimos banquetes para muchos, incluido a ejecutivos de Exxon en la isla. En verdad las fiestas quedaban lejos de una ceremonia ridícula para relacionarnos con nuestros clientes a un nivel especial, porque la belleza exótica y la vistosa formación cultural de Ninette junto con mi aprendizaje hicieron a nuestros clientes abrirse entre ellos casi como colegas. La mayoría de sus invitados a los banquetes acababan juntándose en nuestra cocina, lo que realmente les encantaba a todos. Teníamos mucha demanda.

¿Puedes imaginarte a una princesa judía en semejante posición? ¿Puedes imaginarte la lección de humildad que tuvo que aprender? Puedes imaginarte cómo aprendió a disfrutar jugando el papel para el que fue llamada como si fuera un teatro.

Ninette aún aprendió otra lección aquí. Se basa en otro viejo adagio sobre la grandeza, “lo grande solo parece a mentes pequeñas, que se consideran con tanta estima”. Entonces ya estaba lista para caminar con dignidad entre mendigos y reyes.

Ya lo ves, no se trata de saber esto solo intelectualmente; es el hecho de internalizarlo mucho más profundo para que llegue a convertirse en parte de ti. Ninette había empezado ese proceso de gran humildad del Dharma.

Inauguramos el restaurante al público con una filosofía específica. Nuestras comidas se ofrecerían al precio de costo más un dólar. Eso es correcto, cargábamos solo un dólar cada comida por nuestro trabajo: ahora yo hacía de cocinero, y ella de camarera.

Servíamos las comidas más exóticas posibles: pez espada con salsa agridulce, pollo con salsa de naranja, pescado relleno con otras delicadezas, y todo el café que quisieras… También anunciábamos una sopa gratis de la casa, pero no nos sorprendimos de que en aquella isla nadie pidiera la sopa.

Teníamos un menu de veinte desayunos distintos, lo que al principio era un caos en los cuatro quemadores. Abríamos a las siete y cerrábamos a las diez. Quien convocaba el banquete se quedaba de voluntario para lavar los platos y su hija nos ayudaba a servir. Estábamos ocupados todo el día y siempre había lista de espera entre nuestros clientes. No era por el precio, ya que todos los clientes sin excepción pagaban la comida y luego dejaban propinas a la camarera que eran enormes, de diez o quince dólares.

Se trataba de un experimento sin precedentes y Ninette, resuelta como una tropa, aceptó el envite con aplomo. Incluso llegamos al extremo de conseguir que familias adineradas compartieran mesa entre ellos y se relajaran juntos. Era nuestro medio de vida y un experimento social irrepetible. Bajo esas condiciones realmente conseguimos lo suficiente para nuestro viaje. No obstante, en la cocina muchas tortitas acabaron enrolladas alrededor de tuberías en el techo. Muchas anécdotas pueden contarse de aquella época. Una pequeña puede darte una idea… Todos nuestros ingredientes frescos los comprábamos nosotros en tierra firme y los traíamos en ferry cargados en carros de la compra. La razón era que nuestro coche tenía tres años de antigüedad, la policía y autoridades decidieron que era una desgracia dejarlo entrar en la isla, así que tuvimos que dejarlo en tierra firme.

Así pues ¿qué aprendió Ninette aquí? A reírse y a superar las dificultades sin importar lo grandes que parezcan, y a tener el coraje de afrontar una sociedad cerrada con nuevas ideas, haciéndolas encajar. Quizás eso solo es posible en los Estados Unidos.

La gran lección para cada uno claramente es la de no sentarse en sus cómodos nidos de la tradición… Soñar y hacer que el Samsara sueñe con otra realidad sin miedo… Uno tiene que andar entre todo con la cabeza levantada en alto sin miedo exterior. Esto lo había aprendido ella. Ninguna dificultad sería ya bastante grande… ninguna tarea ya imposible… cualquier miedo podía ser vencido.