03. LA EXPLANADA MARÍTIMA DE PLYMOUTH

El puerto de Plymouth es un lugar emblemático. Francis Drake tuvo aquí su base de maniobras, desde donde estableció la primera colonia inglesa en Virginia, lo que se considera el origen del Imperio Británico. También hizo peligrar la seguridad de Plymouth al desafiar desde aquí a la Armada Invencible española.

Los Padres Peregrinos navegaron desde Plymouth en 1.620 en el Mayflower con destino a Virginia.

Desde Plymouth, Charles Darwin partió para sus investigaciones en las islas Galápagos. Otras exploraciones que salieron desde Plymouth incluyen los viajes a los mares del sur y al Pacífico realizados por James Cook, el primero en desembarcar en Hawai donde murió en 1.779.

Muchos lunes, miércoles y domingos yo paseaba por los muelles y a veces montaba en bibicleta por la Explanada marítima de Plymouth con mi abuela, Lillian Quick (Clarke), una mujer en el verdadero sentido de la palabra para mí, incluso ahora. Ella era sufraguista y llamaba belicista al famoso Winston Churchill continuamente. Supongo que era liberal. Con su marido Bill, que fue adiestrado como fabricante de ruedas y trabajó en su propia carpintería, ganaban un penique extra o dos tocando música en los pubs. Su padre, también atado al mar, fue capitán de un ferry que viajaba entre Devon e Irlanda.

Esto daba tiempo a mi madre para hacer sus tareas, quien ciertamente también era un espíritu libre. Cuando andaba sobre muros altos o me colaba por debajo de muchas barandillas en las múltiples escaleras cercanas al puerto, nunca hubo un gesto torcido de preocupación o una llamada de atención.

Recuerdo la Banda de la Marina Real con sus uniformes de colores espléndido, sentado fascinado en mi sitio. El kiosco de la Banda no duró mucho tiempo, porque en la guerra lo retiraron como chatarra para convertirlo en metal para aviones, balas y bombas. ¿Cuántas vidas se llevó aquel magnífico kiosco de la Banda? ¿Quién puede saberlo?

Nunca fue repuesto y la música se tocaba más tarde bajo una marquesina.

El kiosco de la Banda en la Explanada marítima de Plymouth

Fue importante para mi desarrollo el que mi madre fuera fuerte. Junto con mi padre, ambos eran mi modelo, a quienes admiraba. Mi madre, como mi abuelo, era suave y sumisa; después en el camino reconocería el temperamentos de ambos como de sensibilidad/confundidos, y el de mi padre y abuela como de inteligencia/aversivos.

No te equivoques al respecto, los padres y abuelos son modelos para cualquier niño. No importa qué sociedad forme al niño más tarde, son estos cuidadores principales los que sientan el marco básico para el futuro… Si tú, como padre o abuelo, no eres diferente al resto, entonces el niño será como todos los demás.

Ocasionalmente un rebelde glorioso romperá los moldes malos, pero esa no es la norma. Los padres, por regla general, tienen buena intención pero también son una víctima de su propia formación fallida. Muchos desean que sus hijos tengan éxito y se eleven por encima de su propio estatus, pero aun así presentan sus propias acciones manchadas como modelo.

Las circunstancias favorables en el nacimiento incluyen entonces modelos adecuados, así como un entorno adecuado de crecimiento.

En los primeros tiempos, quizás hasta los cincuenta, la gente estaba hecha de un material más fuerte y no eran robots con el cerebro lavado. Entonces la mayoría vivía en la época con más entusiasmo por la vida incluso cuando las cosas eran difíciles, y no estaban encadenados a la actuación futura o dominados por tarjetas de plástico o pequeños chips.

En un par de años este cuerpo con su mente llegará a los ochenta años y me siento privilegiado, de poder agarrarme a la vida todavía sin caer en las trampas de la vejez, y muy afortunado de ser lo bastante mayor como para haber vivido en una época más sana y natural que la actual.

El niño potencialmente “sensible” necesita esos rasgos pulidos y desarrollados. No es correcto ni natural que sea forzado dentro del molde distorsionado de una civilización codiciosa.

El niño potencialmente “discriminativo” necesita el desarrollo de la discriminación natural por el modelo de sus padres, y aquí es donde la sociedad entra. La civilización moderna falla, porque a partir de la semilla preciosa de la discriminación construye una codicia adquisitiva que se convierte en una enfermedad incurable.

Yo, como niño potencialmente “inteligente natural”, requería modelos que permitieran el desarrollo del liderazgo y la toma de decisiones efectiva y rápida. La Identidad está siempre ahí al acecho en el ser humano, ha sido así desde el momento en que las primeras palabras entraron en esa criatura con aspecto de mono llamada hombre.

Mi madre era un modelo para la sensibilidad y mi padre el modelo principal para la inteligencia natural y la toma de decisiones rápida.

Recuerdo bien un momento de ingenio y toma de decisiones rápida. Él tenía el día libre y había considerado el ir a la playa para que disfrutara construyendo los castillos de arena tradicionales con mi cubo y pala de metal, con dibujos de Mickey Mouse y Minnie.

Pero la playa estaba repleta junto a la Explanada. En una fracción de segundo tomó una decisión… Siempre mandaba y no había oposición. Nos condujo a “Mi Delicia”, y navegamos por el estrecho de Plymouth entre la Explanada y la isla Drake, sin anunciar a nadie sus planes.

La isla Drake al fondo de la ensenada de Plymouth, vista desde la Explanada

Allí dragó el fondo con cubos y cargó la cubierta con arena del fondo. Ya tenía mi playa privada con una vista de la Explanada y los preciosos muelles, destruidos en la guerra en 1.941 y nunca reconstruidos.

Mi madre de temperamente sensible, con un modelo de pareja aversivo/sensible también como padres, nunca contradijo las decisiones de mi padre, solo había sensibilidad, y a menudo modificaciones sutiles que él nunca notaba. Hasta mucho después en mi vida no supe lo esencial que fueron su apoyo y admiración por él.

Siempre era de esa manera, nunca se planeaba con mucho tiempo. Por eso la vida de niño para mí era siempre una aventura en la cual yo era una pieza clave del rompecabezas, no solo un apéndice extra, como son la mayoría de los niños.

Creo que eso era lo que su propio padre odiaba de él y lo que casi todos sus hemanos admiraban. Mi padre no quería trabajar para otros, compró un barco. Le tuvo que costar los placeres que otros se permitieron, pero era su mundo lo que estaba construyendo.

Recuerdo también la Explanada y a mi abuela en otro incidente mucho después. Mientras paseábamos un día, un avión de guerra llegó por las nubes de ninguna parte y nos ametralló, a una abuela y un niño. Era demasiado joven para sentir miedo. Solo recuerdo el ruido, y la imagen de mi abuela de pie cogiéndome de la mano y levantando el puño hacia el avión en retirada.

Ni siquiera me daba cuenta de que había una guerra en marcha, ni de las consecuencias.

Después de eso nos mudamos al campo, a Colesdown Hill, cerca de Plymstock. Vivíamos en lo alto de una casita semi-adosada y recuerdo subiendo la colina con mi madre por primera vez. Era una colina pronunciada, con tres callejones sin salida a la izquierda y una cantera a la derecha. Conforme subía encontré tres insignias de metal de gorras de soldado, y me sorprendí en ese momento al enterarme por mi madre de que había una guerra en marcha y de que mi padre participaba en ella como oficial CPO (sargento naval) en la Marina Mercante.

No sabía qué era una guerra. Mi única idea procedía de una pintura enmarcada muy grande en la pared del cuarto de estar de mi abuela. Aparecía Wellington en la Batalla de Waterloo. La observaba a menudo con increíble encanto. Después nunca pude encajar ese cuadro con su pacifismo, pero recuerdo que, una vez ya en la guerra, era una furibunda anti-nacionalsocialista contra el viejo Schikelgruber (el padre de Hitler).

En cualquier caso, mi idea de la guerra era que todos los soldados y marineros morían. Por eso me hice a la idea inmediatamente de que mi padre moriría pronto. Me sentía mal, como uno puede imaginar y, sin tener en cuenta la sonrisa de mi madre y su convicción, simplemente esperé lo inevitable.

Mi gran delicia, y era frecuente, era observar los convoys de tropas americanas cuando pasaban, lanzando tebeos, gomas de mascar y raciones del Ejército a todos los niños que se cruzaban. Los tebeos eran geniales, pero lo que me impresionaba eran los anuncios que ofrecían bicicletas alucinantes que no parecían de este mundo.

Mi padre aparecía de vez en cuando, en casa desde su puesto en la Marina en un dragaminas, destruyendo las minas instaladas por los alemanes para bloquear la ayuda a los rusos. Estaba en la ruta llamada de Murmansk, entre Escocia y Rusia, una de las zonas más peligrosas de la guerra.

Una de sus primeras tareas en casa fue la de construir un refugio anti-aéreo en nuestro jardín, que compartió con nuestros vecinos. Yo sentía una calma completa en plena guerra. Algunas noches de camino a los refugios, cuando la sirena anti-aérea sonaba, yo insistía en detenerme a mirar las estrellas fugaces, que mi madre me explicaba que eran sólo reflejos de los bombarderos alemanes cruzando Plymouth.

En la distancia a treinta kilómetros o así, podíamos ver Plymouth ardiendo, noche tras noche.

Encendían fuegos en el campo para despistar a los asaltantes, así que tomamos parte en el bombardeo, y todos los días yo y bastantes muchachos, con tanta inocencia que resulta difícil de creer, salíamos en busca de bombas sin explotar. Había muchas, las llevábamos a una cantera abandonada y las lanzábamos contra las piedras de abajo, donde explotaban.

Al final recogíamos las esquirlas como trofeos.