LIBERACIÓN DEL APEGO AL NACIMIENTO Y MUERTE

La vida de una polilla es corta, frágil e insignificante. No vive ni siquiera un año; es frágil porque incluso el más ligero toque puede acabar con su ardua lucha contra la muerte cuando llega. Pero la polilla nunca abandona su vida.

Ahora bien, la naturaleza genera vida y esa vida está impregnada con el gran empuje de perpetuar la vida tanto tiempo como sea posible.

Hace eso porque la naturaleza lo programó así igual que programa a todas las cosas vivientes, cada una en su estilo.

La polilla vive brevemente mientras este empuje la anima desde el nacimiento hasta incluso la muerte.

Nació como sólo una polilla puede nacer y a la perfección interpreta su vida como polilla con todas las funciones de una polilla, y cada polilla desde ahora a la eternidad morirá precisamente como está programada de morir una polilla.

Su tiempo no está asignado en letras de oro en algún libro, simplemente vive hasta que es momento de morir.

No se apega al nacimiento, porque el nacimiento no existe para ella separado de la vida. El nacimiento fue sencillamente un ayer no registrado y el hoy también caerá mañana bajo el encanto de olvidar el ayer.

Pero está programada para retener y usar fisiológicamente lo que se debe retener y lo que ha sido recordado por cada polilla que se ha ido antes. Funciona perfectamente pero no tiene memoria consciente que la guíe.

Ahora bien, la criatura humana tiene memoria consciente y también tiene un almacén de memoria que retiene casi todo lo que ha sido consolidado ahí en su vida reciente, y todas las experiencias importantes registradas genéticamente desde su pasado humano que le permite actuar como criatura humana.

Pero la criatura humana es defectuosa. Se apega a todos sus ayeres que puedan ser recordados atrás hasta su nacimiento. Se permite a sí misma ser definida como criatura humana por ese apego, pero a lo que se apega son recuerdos que no guardan ningún significado para la fuerza de la vida natural.