4. DESDE GRAN BRETAÑA ATRAVESANDO FRANCIA Y PORTUGAL EN BICICLETA

Atraco legal: Adiós a Janus

En las películas ves al héroe y la heroína navegando hacia la puesta de sol. El mundo manchado del Samsara no es tan bonito.

Tras navegar constantemente en aguas abiertas en torno a ocho horas al día por la Red de Canales, donde tierra y agua se encuentran y se mezclan con escasa interferencia del hombre, quien simplemente construye canales y puentes, habíamos completado la primera parte de nuestra empresa.

Colombia y las islas Galápagos quedaban todavía lejos, más aún de lo que pensábamos; sin embargo, el sueño continuaba.

Atracamos en el puerto de Marathon, en los Cayos, unas pequeñas islas de Florida con arrecifes de coral. Nadamos la distancia restante hasta la playa, donde había un pequeño conjunto de gradas que servían para los pequeños pesqueros de los refugiados cubanos.

No nos llevó mucho tiempo el hacernos amigos con ellos y Ninette aprendió que la gente real estaba hecha de algo más que de monas vestidas de seda o de bolsos de seda. Los cubanos eran gente sencilla y real con corazón y un cierto espíritu interior, abierto a los demás.

Había aprendido que uno no puede hacer bolsos de seda con la oreja de una mona, pero ahora aprendió que uno no necesitaba realmente bolsos de seda.

Marathon en los Cayos de Florida

El agua en los Cayos era increíblemente pura y podías ver alrededor del Janus atracado bancos de peces loro y ocasionalmente grandes mantarrayas (peces manta). Pescamos cangrejos azules y tuvimos bastante éxito como para convertirlo en una delicia frecuente junto con langosta y otros regalos frescos de los cubanos, quienes me llamaban afectuosamente Castro.

Nos afincamos relacionándonos con ellos todos los días sin preparar planes apresurados. Ninette trabajaba a tiempo parcial en un bar de cócteles mientras yo me sentaba y jugaba al Scrabble con dos novias de un camarero que también trabajaba allí. Llegué a ser tan bueno jugando que pude vencer a Ninette con frecuencia, lo que en ocasiones la irritaba.

Le enseñé a jugar al ajedrez y la vida era bastante fácil, éramos “gente de barco” y eso es bastante diferente a “poseer y conducir un barco”.

Creo que la vida cambiada de Ninette le caló un día cuando un viejo barco reconvertido por su ancho bao de manga llegó a Marathon y echó anclas. A bordo iban varias familias jóvenes. Actuaban y vivían juntos con una armonía especial, más como una “colonia hippie enraizada en el mar”.

Ninette estaba ahora desapegada del apoyo externo y podía contactar con el mundo exterior con una confianza que no requería de un conjunto de máscaras sociales, de educación y cultura.

Las luchas internas quedaban todavía por delante.

Ninette consiguió lo suficiente para que hiciéramos otra travesía y decidimos viajar hasta Plymouth y visitar a mi madre.

Un dique para barcos cercano estaba regentado por una amistosa pareja y ya éramos bien conocidos, pues Marathon no era un lugar grande. Así que les dejamos nuestro barco en depósito y nos dijeron que podíamos pagarles cuando regresáramos. Entonces cogimos un vuelo hasta Inglaterra.

Nos quedamos con mi madre y mi hermana, viviendo en una tienda de campaña que montamos en su jardín trasero. Mi padre había muerto y permanecimos en Devon disfrutando de los lugares de mi niñez por un tiempo. Luego regresamos a Marathon para recoger nuestro viejo modelo, pagamos por el depósito y saludamos a nuestros amigos. Cuando subimos la escala para mirar cómo estaban las cosas a bordo del Janus, descubrimos estragos, y cuando nos asomamos por la escotilla delantera, retrocedimos. Estaba lleno de ratas que habían formado un gran nido ahí.

Nos libramos de ellas, no recuerdo cómo. Por suerte sólo habían destrozado algunas bolsas de velas. También habían desnudado el barco de todo aquello que podían usar como nido. Fueron lo bastante ingeniosas como para sacar toda la cinta de nuestras casettes y muchas de nuestras cartas de navegación estaban hechas trizas. Eran ratas, pero perdonables. Todo su aprendizaje llegó como rayos de luz. Esto era una lección aprendida que sería útil más tarde. Ningún animal es ajeno, cada uno tiene su propia naturaleza hermosa.

Con Janus de nuevo en el agua empezamos a prepararnos para el viaje a las Galápagos. Navegamos por el Golfo de México, bajando desde el extremo de la península de Florida (Everglades); y luego tras varios meses decidimos hacer un viaje de despedida a mi madre, pues no teníamos ni idea de lo que nos aguardaba.

Hicimos ese segundo viaje con la misma promesa por parte del amistoso dique de depósito. Esta vez las ratas humanas entraron en escena. Los propietarios del negocio del dique lo vendieron, mientras nos encontrábamos en Devon, a unos nuevos dueños con un nombre holandés que he olvidado. Nos enviaron una carta de un abogado de Marathon, que recibimos demasiado tarde para poder hacer nada.

Nuestra cuenta era de unos 200 dólares. Los nuevos dueños, sin escrúpulos, hallaron la oportunidad para un robo legal. Vendieron nuestro barco, pues no teníamos ningún contrato escrito con los anteriores dueños. El plazo límite legal había expirado. Creímos que vendieron el Janus por nuestra deuda de 200 dólares, a un socio suyo por esa suma, y nosotros nos quedamos sin nada… Habíamos perdido nuestro Janus, valorado en miles de dólares, y todo nuestro equipamiento por una miseria, mientras seguíamos en Inglaterra.

Ya nunca regresamos a los Cayos ni a América.

El Fénix resurge siempre

La situación era demasiado increíble para publicitarla. Estábamos furiosos y nos habíamos encontrado cara a cara con el desastre. Así pues, ¿ahora qué? ¿Deberíamos regresar a los Estados Unidos con el rabo entre las piernas o seguir adelante?

El Janus se había ido pero las experiencias eran irrepetibles, porque al igual que las anécdotas importantes había miles de pequeños recuerdos.

Siempre me han encantado los escoceses y sus Tierras Altas, y el brezo en los páramos era mi flor favorita, así que tomamos un tren hacia Escocia para recobrarnos.

Teníamos unos pocos ahorros y empezamos a buscar un lugar donde vivir. Tras vivir con un estilo inusual, no nos hacíamos a la idea de habitar en un hogar tradicional. Comenzamos una búsqueda de molinos, antiguas estaciones de ferrocarril y antiguas iglesias.

Visitamos varias que no se nos antojaban, hasta que por fin hallamos el lugar perfecto. Estaba posada sobre una pequeña colina, que en realidad era un cementerio, y viejas tumbas maravillosas de piedra rodeaban la iglesia. Nadie la quería en ese momento, pero la encontramos perfecta para nosotros… bueno, casi perfecta.

Tenía un balcón grande sobre tres de sus lados para acoger a cientos de personas y ventanas con magníficas vidrieras, y lo más espectacular era un órgano tremendo con sus altos tubos. Inmediatamente nos imaginamos un teatro; como mi pasado variopinto incluía esa destreza, efectivamente lo consideramos perfecto. Salimos de la iglesia para alcanzar la parada de autobús. Justo al lado de la carretera, a unos cien metros, había una pequeña tienda donde estaba sucediendo una pelea fuera. Pronto se detuvo y nos acercamos para interesarnos por lo que ocurría.

El tendero nos contó que se trataba de unos lugareños problemáticos y nos preguntó quiénes éramos. Le dijimos que estábamos considerando el comprar la iglesia. “Genial”, declaró. “Tú tienes huevos, por ser un sassenach (un inglés, peyorativo). En una semana te romperán todos los cristales”.

Nos despedimos de esa idea. Así que de vuelta a Devon.

¿Qué era lo siguiente? ¿Seguir viajando? Ciertamente, pero ¿cómo?

Pasando un tiempo en visitar Plymouth, acudimos a una subasta y la solución estaba ahí, pues ofrecían dos bicicletas deportivas. Era una salida natural, por diez libras cada uno habíamos solventado el problema del cómo.

Pero ¿adónde podíamos ir? Ninette hablaba el francés perfecto, yo pobremente con acento inglés. Así que una vuelta por Francia era una elección obvia. Nuestra idea era atravesar Francia visitando sus castillos. Con un impulso añadido, planeé visitar Pouance en el Loira, la tierra de un joven francés, Roger Bachalier, que fue amigo de mi padre y a quien yo había visitado en una aventura solitaria de pequeño.

Así que partimos en el Ferry a Bretaña sobre nuestras dos bicicletas, que aún conservamos casi cuarenta años después, limpiadas y pintadas cuidadosamente.

El Tour de Francia sin meta

Nuestro Janus se había ido con todas nuestras posesiones, fotos, ropas, todo excepto aquello que nos habíamos llevado a Plymouth. Habíamos preparado dos bolsas de equipaje que encajamos en las bicicletas para contener una tienda de campaña de dos plazas y aquello que necesitáramos más.

Una vez en Bretaña, tomamos tierra en Roscoff y entramos hacia el sur por la Rue de Mun con escaso tráfico, siendo respetados. El primer día nos machacamos setenta y pico kilómetros para llegar a Gourin. Ninette hizo su sacrificio final ese primer día. El peso era demasiado para poder cargarlo en las subidas, así que tuvo que abandonar sus últimas ropas sobrantes, al pie de una señal de piedra en la carretera.

Bretaña es una región con su propia magia tosca y tras varios ajustes rápidos a este nuevo estilo de vida alcanzamos Gourin. No recuerdo cómo, encontramos una gran área que era una vieja mina abandonada de pizarra. Dentro del gran área de la mina había numerosas casas, cada una con muros de piedra y tejado de pizarra.

Tuvimos la misma idea. Quizás podríamos comprarla y hacer de esta gran extensión nuestro nuevo hogar, usando las diversas casas para algún proyecto. Contactamos con los propietarios, una compañía minera de pizarra en Angers (en el Loira). Querían venderlo, el único problema es que no tenía carreteras, ni electricidad ni agua corriente.

En la ciudad conocimos a un hombre que tenía un amigo que era zahorí (un buscador de agua). Habíamos oído hablar de semejante habilidad, pero francamente no creíamos ni por un segundo en que fuera cierta. Llegó al sitio y, sujetando una rama cortada de avellano entre un tenedor de dos dientes, empezó a dar vueltas hasta por fin decirnos que había localizado un manantial de agua.

Nuestras caras debieron de decirle que éramos unos incrédulos, así que nos dijo que teníamos que probarlo por nuestra cuenta, que tal vez nosotros también poseíamos esa habilidad. Ninette lo probó y la vara adivina de avellano se torció hacia abajo entre sus manos. Yo hice lo mismo y sentí una fuerza inmensa. En pocos minutos nos hicimos creyentes.

Decidimos comprar la mina de pizarra y nos preparamos para rodar hasta Angers a través de Chateaubriant a firmar el contrato. Podríamos visitar Pouance, que se encontraba tan sólo a unos kilómetros.

Chateaubriant

Fue una vuelta tranquila hasta Chateaubriant, con cambios bruscos en el paisaje durante una distancia corta. Los franceses nos aceptaron con los brazos abiertos como a héroes ciclistas, pues aunque en aquella época los franceses eran grandes admiradores de la bicicleta, pocos hacían largos viajes; aparte de eso, el francés exquisito y culto de Ninette era una bendición. Nunca en ningún punto del recorrido encontramos resistencia a nuestra petición de acampada.

En un pequeño pueblo incluso el alcalde salió adonde habíamos plantado nuestra tienda de campaña con un obsequio de vino y queso. Desde entonces, en nuestra comida principal tomábamos un maravilloso pan, fruta y queso francés.

Nuestra visita a Roger y su familia en Pouance después de muchos años resultó un gran éxito, y junto con ellos rodamos hasta Chateaubriant para una visita guiada al Castillo.

Luego continuamos hasta Angers para firmar el contrato. Pero cuando llegamos, algo había sucedido en las oficinas de la empresa durante los días que llevábamos viajando. Habían decidido no vender.

Con estoicismo, un poco contrariados, seguimos. En Angers visitamos la gran fortaleza construida por el famoso rey San Luis en el siglo XIII, con 17 torres circulares construidas con esquisto oscuro y piedra blanca.

Nos animamos entonces con la idea de visitar castillos de Francia donde pudiéramos. En este viaje, con muchas pequeñas aventuras aquí y allá, se fraguó en Ninette una nueva visión del mundo.

Esto era la visión grandiosa de los reyes, pero en el entorno de estos castillos respiraba y vivía gente ordinaria en pueblos ordinarios con corazones y sueños en realidad más grandes que los de cualquier rey.

Chateau de l'Aubriere

Por ejemplo, en un punto nos cruzamos con una de las competiciones ciclistas regionales (no era el Tour de Francia) y entablamos amistad con un par de hermanos que competían, gente corriente con un sueño. Ningún engaño en absoluto. Por supuesto, otros son monstruos de codicia, pero aún quedan muchos con mentes y corazones abiertos. A estos los conocimos en este viaje, no a reyes ni a reinas.

Era la facilidad con que uno puede hacer amigos sin pretensiones, sin máscaras ni cultura social falsa, lo que ella había descubierto en el periplo con Janus entre la gente de barco, y ahora quedaba reforzado aquí en los pequeños pueblos de Francia.

La gente sencilla sin educación puede aceptarte con mayor facilidad por lo que eres, más que por lo que pareces ser. Esa sola es ya una lección magistral. A la gente pobre le importas.

Los hermanos ciclistas nos permitieron conocer un secreto del gremio. Cuando una de estas vueltas ciclistas irrelevantes pasaba por el pueblo natal de alguno de ellos, generalmente dejaban que esa persona ganara. El cuidado a los demás no requiere educación ni aprendizaje social. La atención dirigida a otros reposa dentro de cada criatura humana si se aparta la Identidad cegadora.

Sin prisa visitamos los memorables Castillos del Loira. Era una vuelta romántica por el pasado. El valle del Loira es conocido como “el jardín de Francia”, fue la residencia favorita de los reyes durante el periodo del Renacimiento. Hicieron de estos pacíficos parajes campestres el escenario de sus sueños y desde él nació el arte renacentista en Francia. El Loira es considerado “el mundo de los mil castillos”.

Visitamos Chateaus, como el de l’Aubriere, construido al estilo napoleónico, el de Azay-le-Rideau y muchos más. Luego pedaleamos por Burdeos y bajamos por la costa a través del Parque Natural Regional de las Landas de Gascuña, en la región de Aquitania.

La mayoría de la región ocupada ahora por el bosque de las Landas era tierra pantanosa que fue habitada de forma dispersa hasta el siglo XIX. Desde 1.657 la reforestación comenzó a cambiar el paisaje. Antes de ese periodo, la gente de las Landas, la mayoría pastores, empleaban zancos para desplazarse de un lugar a otro por el terreno húmedo.

Ahora la tierra se encuentra densamente poblada con pinos. Ahí pasamos tiempo con la nueva población, entre ellos aquellos que cortaban tajos en la corteza de los pinos para recoger la resina. Una vez más fuimos recibidos con interés y amabilidad. Gente pobre con corazones ricos. Quizás hoy todo eso haya desaparecido, pero nos dejó una impresión perdurable a Ninette y a mí.

Es de resaltar lo fácil y agradable que llega a ser todo cuando no tienes ataduras con la sociedad, ni muchas posesiones, ni prisa, y no tienes planes a largo plazo.

Fue una lección importante para Ninette el comprender que existe un instinto natural dentro de cada criatura humana para vivir dentro del mundo sin deseos y sin apegos.

El primer vislumbre breve de España

El clima había resultado perfecto y cruzamos la frontera francesa hacia España.

Encontramos pocas personas. De camino a San Sebastián, en una pendiente muy alta, demasiado empinada para las bicicletas, nos pilló una lluvia torrencial. Nos quedamos empapados, pero Ninette se reía con la lluvia corriéndole por la cara, subiendo laboriosamente hasta la cima.

Plantamos la tienda de campaña bajo la lluvia y nos instalamos allí.

A la mañana siguiente continuamos, mojados, pero aún pedaleábamos alegres con un espíritu impermeable.

De inmediato nos encontramos con la célebre Guardia Civil y sus históricos gorros. No sabíamos nada en absoluto de Franco ni de la historia de España. Pero hay que decir que nos recibieron con un saludo agradable y cortesía de caballeros. Nuestra primera impresión fue completamente positiva.

Nos acompañaron por la carretera hasta un pequeño bar, donde nos secamos por completo antes de desplazarnos a San Sebastián.

Fuimos rodando hasta la Plaza de la Constitución, que mostraba un aspecto húmedo, desierta y sin vida. Fue nuestra primera impresión en España.

Plaza de la Constitución en San Sebastián

Era como si allí hubiera habido un aviso de bomba atómica. No podía verse ni un alma. Nos sentamos bajo los soportales y nos comimos el pan con queso francés… Una hora después, de repente conseguimos oír voces.

Bajas al principio, hasta que fueron realmente creciendo, y la plaza se llenó con una riada de gente. Había tanta gente paseando y charlando que no podías alcanzar el otro lado con la vista.

Nuestra llegada había coincidido con la “siesta” española, largo tiempo arruinada bajo la arremetida de las exigencias y las empresas modernas.

Salimos para el campo tras absorber el bullicio y algarabía, que no era exactamente algo que nuestros hábitos de silencio en la naturaleza durante tanto tiempo pudieran aguantar.

Fuera de San Sebastián nos aguardaba una elección. Podríamos quedarnos en España y montar hasta Madrid, donde teníamos una amiga de los días de la Universidad de Nueva York, Rita, o seguir la costa hasta Portugal. Decidimos esto último, y si mis recuerdos son acertados, coincidimos con Rita en Lisboa.

Revolución en Portugal

No hubo problemas para entrar en Portugal y nos topamos con Lisboa en abril dos semanas después de mi cumpleaños en 1974.

Sabíamos menos de Portugal incluso que de España, excepto que ambos países estaban gobernados por dictaduras. La política no nos interesaba, aunque yo haya sido un anarquista desde joven.

Era, sin saberlo nosotros, el momento de la Revolución, 25 de Abril. Nos encontramos en mitad de una Revolución que sería recordada históricamente como la “Revolución de los Claveles”.

A las 12 y media de la noche la señal para dar comienzo la Revolución se dio por la radio en forma de canción protesta: “Grandola, Vila Morena” del cantautor Jose Alfonso, que sonó en Radio Renascença. En ese instante estábamos en la plaza principal de Lisboa.

La dictadura de Salazar y Caetano se derrumbó cuando un golpe militar despejó el camino a una marea de la clase trabajadora en acción. Tras 50 años de represión, el pueblo se echó a las calles. Los trabajadores tomaron las fábricas y las tierras.

Ocho tanquetas blindadas y diez camiones se desplazaron por la capital. Otras divisiones bajo el mando de oficiales de mediana graduación del Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA) se movilizaron. El 5º Regimiento de Infantería tomó Radio Clube Portugues, transmitiendo el primer comunicado del MFA a las 5:30.

Trabajadores y campesinos salieron a las calles por millares, y las tropas sellaron el acceso a Lisboa y aseguraron la segunda ciudad, Oporto. La única resistencia del régimen vino de la policía secreta, pero el pueblo enfadado les asedió en su cuartel general.

Las calles estaban ya atestadas de gente y nosotros nos encontrábamos entre ellos, en un grupo que se desplazaba hacia la Plaza del Comercio. Nos hallamos bajo la gran estatua ecuestre de bronce del rey José I, en el centro de la plaza. Todo el mundo esperaba con expectación mientras la multitud crecía y crecía.

A las 8 de la tarde el MFA anunció que el régimen había sido depuesto.

Todos los vehículos armados del MFA fueron asaltados por la muchedumbre. Carros llenos de campesinos habían entrado en la capital y se unieron a nosotros en la plaza. Los claveles rojos, que se convirtieron en el símbolo de la revuelta incipiente, florecían en los cañones de los fusiles, e inundaban las calles en manos de multitudes gozosas gritando.

Será difícil, para aquellos que nunca han experimentado acontecimientos semejantes, captar el significado en la vida de alguien participando realmente con toda clase de personas, cuando el dinero y la codicia, el trabajo y las relaciones se olvidan, y todo el mundo se levanta a la vez en una unión compasiva en común.

Daré un ejemplo de un incidente que probablemente les ocurrió a todos los demás. Rita, en la inmensa multitud, se encontraba al lado de Ninette. Retrocedió un paso y una anciana detrás cayó al suelo por un empujón. La mujer gritó de miedo. Alrededor estaba su familia, hijos y nietos. Normalmente una acción así habría causado gritos de rabia, ira, protestas y toda clase de malos sentimientos. En lugar de eso, ahí hubo una solidaridad humana. Ayudamos a levantarse a la anciana y los parientes se unieron con nosotros, no contra nosotros, siendo extranjeros.

La ira y la codicia no tenían lugar y entre nosotros una auténtica alegría era contagiosa.

Hubo otra lección indeleble para Ninette sobre lo que yace escondido dentro de la gente cuando se olvida el Samsara… Días después la alegría y las flores comenzaron a marchitarse, y Portugal no retuvo los frutos reales de la victoria que el pueblo había conseguido: una visión interna de la fuerza de la vida unificada en operación con alegría plena, compasión y afecto benevolente.

Uno puede escuchar todos los discursos que pueda y leer todos los libros disponibles, pero son solo las experiencias lo que genera la auténtica modificación y cambios en la conducta humana en la dirección del Dharma Natural.

Todavía afectados por la experiencia de Lisboa, salimos lentamente por la ruta de la playa y vimos que estas playas sobresalientes estaban contaminadas por desperdicios, botellas y bolsas de plástico, y toda clase de escombros. El medio ambiente estaba contaminado por completo y el hedor de peces muertos podridos era a veces insoportable.

Fue una gran decepción. Más tarde con el influjo del turismo todo esto cambiaría a mejor. ¿Por qué sólo el lucro asqueroso lleva a la mente humana a corregir sus acciones? Por supuesto, acciones correctas por razones equivocadas.

Finalmente pedaleamos hasta Albufeira, Faro y Tavira (en el Algarve), entrando en España una vez más. Con rapidez rodamos hasta Cádiz y montamos en el Ferry con destino a las islas Canarias.

Playa en el Algarve (Portugal)