Puedes matarme, si lo prefieres

Me empieza a incomodar

que te lamentes como si fueras

un pajarito abandonado

a la merced de mí.

Me empieza a incomodar

que lloriquees irremediable.

El que te vea va a pensar

que te asesinan.

Sé que te estoy destrozando,

sé que te estoy extinguiendo tanto

que tu tamaño ya no se ve;

sé que en un dedal ya bailarías,

que en una simple gota de agua

podrías ahogarte.

Ya sé todo eso.

No me lo tienes que decir, no.

Así le decía mi impulso

a mi inteligencia

una mañana de cualquier día,

de cualquier mes.

Era una conversación chistosa,

como ven,

como de fábula muy camp.

Qué bobería, dirán ustedes,

pero no me lo tienen que decir: ya lo sé.

Ya me molestan tus griticos,

tu poesía, tus alimañas,

ya me molestan tus pasiones

retorcijadas, inexpugnables.

Ya me molesta tu equilibrio

de pacotilla, rabiando siempre.

Ahora yo cojo la batuta

y sigo piano piano piano.

Si no te gusta, no me llores.

Puedes matarme, si lo prefieres.

Sé que estás inconsolable,

sé que te haces la tragedia griega,

sé que te lloras a ti, no a mí.

No te voy a dar ningún pañuelo

porque enseguida pides otro

y luego otro.

ya sé todo eso.

No me lo tienes que decir, pero no.

Así le decía mi impulso

a mi inteligencia

una mañana de cualquier día,

de cualquier mes.

Era una conversación chistosa,

como ven,

como de fábula muy camp.

Qué bobería, dirán ustedes,

pero no me lo tienen que decir: ya lo sé.

Ahora me toca desquitarme,

regocijarme, alimentarme.

Ahora me toca coger fresco,

tomar helado, guardar silencio.

Ahora me toca la guitarra,

las armonías, las mentiritas.

Ahora yo cojo la batuta

y sigo piano piano piano.

Si no te gusta, no me llores.

Puedes matarme, si lo prefieres.