Canción del elegido

Siempre que se hace una historia

se habla de un viejo, de un niño o de sí,

pero mi historia es difícil:

no voy a hablarles de un hombre común.

Haré la historia de un ser de otro mundo,

de un animal de galaxia.

Es una historia que tiene que ver

con el curso de la Vía Láctea.

Es una historia enterrada.

Es sobre un ser de la nada.

Nació de una tormenta

en el sol de una noche,

el penúltimo mes.

Fue de planeta en planeta

buscando agua potable,

quizás buscando la vida

o buscando la muerte

—eso nunca se sabe—.

Quizás buscando siluetas

o algo semejante

que fuera adorable,

o por lo menos querible,

besable, amable.

Él descubrió que las minas

del rey Salomón

se hallaban en el cielo

y no en el África ardiente,

como pensaba la gente.

Pero las piedras son frías

y le interesaba

calor y alegrías.

Las joyas no tenían alma,

sólo eran espejos,

colores brillantes.

Y al fin bajo hacia la guerra...

¡perdón! quise decir a la tierra.

Supo la historia de un golpe,

sintió en su cabeza

cristales molidos

y comprendió que la guerra

era la paz del futuro:

lo más terrible se aprende enseguida

y lo hermoso nos cuesta la vida.

La última vez lo vi irse

entre el humo y metralla,

contento y desnudo:

iba matando canallas

con su cañón de futuro.

(1968)