La verdadera dimensión de las cosas

La conocí de noche por costumbre

en cierto funeral de la cabeza

y aunque ahora me lleno de detalles

no recuerdo ni el nombre de la calle:

así estaba de oscura la tristeza.

Siempre la conocí con el enigma

que todavía la sigue como un perro,

esa mezcla de sueños de esmeralda

que lo mismo te besa en las espaldas

que te dan puntapiés como de hierros.

El día del amor me parecía

que el planeta vivía de mi aliento

que mis pulmones eran de la tierra

como son las granadas de la guerra

o como son los pájaros del viento.

Ella conoce todos los secretos

y te cuenta al oído maravillas,

yo no digo que sean las verdades

pero al que se le apagan las estrellas

no le puede importar si un foco brilla.

Sus caricias aún son poesía,

acaricia con todo el universo,

te acorrala con cantos como casas,

te seduce con besos como plazas

y te mata en placeres como versos.

Ella no es buena amante para un hombre,

ella te absorbe tanto que no es buena.

Podré dejarla al lado del espejo

cuando mi funeral se ponga viejo

pues mientras siga muerto sigo en vela.