Treinta años
A Lourdes Torres, que me lo contó.
Ellos se casaron hace años y tuvieron
mala suerte: ella un día enloqueció.
Él volvió al trabajo, solitario como siempre,
y ella al hospital se fue diciendo adiós.
Sólo siete meses de casados poseían,
siete meses en la casa que cambió.
Mas de pronto se quedó vacía como siempre,
y él tan solo como nunca se sintió.
Cuánto tiempo se va si se va la razón.
Treinta años fue ayer, no se ven las arrugas
ni el cansancio de este tiempo.
¡Todo el tiempo que se vive con un beso!
Cuánto tiempo se va si se va la razón.
Treinta años fue ayer, pero en ella no es nada,
sólo vive con un beso,
con un beso en el saludo y la partida.
Ella en el portal del hospital lo ve que viene
con sus dulces bajo el sol de los domingos:
¡Oh, qué tal mi amor! ¿Cómo has pasado la semana?
No te apures que muy pronto estoy sanando.
Él se vuelve y mira al cielo. Dice algo de la lluvia,
—una gota rueda en su mejilla—.
Ella queda hablando y prediciendo las camisas
que le habrá de regalar en el primer aniversario.
(1967)