Santiago de Chile
Aquí amé a una mujer terrible,
llorando por el humo siempre eterno
de esta ciudad acorralada
por símbolos de invierno.
Aquí aprendí a quitar con piel el frío
y a echar luego mi cuerpo a la llovizna,
en manos de la niebla dura y blanca,
en calles del enigma.
Eso no está muerto,
no me lo mataron
ni con la distancia
ni con el vil soldado.
Aquí entre los cerros tuve amigos
que entre bombas de humo eran hermanos.
Aquí yo tuve más de cuatro cosas
que siempre he deseado.
Aquí nuestra canción se hizo pequeña
entre la multitud desesperada:
un poderoso canto de la tierra
era quien más cantaba.
Eso no está muerto,
no me lo mataron
ni con la distancia
ni con el vil soldado.
Hasta aquí me siguió como una sombra
el rostro del que ya no se veía,
y en el oído me susurró la muerte
que ya aparecería.
Aquí yo tuve un odio, una vergüenza,
niños mendigos de la madrugada,
y el deseo de cambiar cada cuerda
por un saco de balas.
Eso no está muerto,
no me lo mataron
ni con la distancia
ni con el vil soldado.
(1973)