El hombre de Maisinicú

El hombre llena una copa ancha,

aunque no cabe el peso de su extraña gracia,

y brinda por la muerte de su abril.

Después se sube a un sitio inexpugnable

y canta un canto que suena agradable,

mientras por dentro vuelve a maldecir.

El hombre niega de su rica tierra,

es su propio enemigo en esta nueva guerra:

el hombre vio su rostro sucumbir.

Que se abra bien la casa de la historia,

que se revise el trono de la gloria

porque un hombre sin rostro va a morir.

¡Oh, qué sensación,

no tener rostro y contemplar el mundo

con ojos tan profundos

como con ojos de guardián del sol!

¡Oh, qué sensación,

no tener rostro al enfrentar la muerte,

correr la doble suerte

de rastreadores y de perseguidos,

teniendo tanto de estrella, escondido!

Cuánto millón de rostros no tendrá

el que nos regaló la claridad.

(1971)