Leyenda

Al amanecer,

algunos ojos ya eran de la oscuridad

y huyeron hacia las tinieblas del ayer

con un puñado de semillas por sembrar,

con un puñado de promesas por crecer

y amar.

Pero salió el sol

y se elevó sobre la tierra siempre más

secando el frío nocturnal, dando calor,

regocijando al mundo con su prodigar,

irguiendo al viento un poderoso corazón

de amar.

Y su luz subió

saltando las montañas, traspasando el mar,

regando el mundo con su cálida verdad,

su cálida razón, esparciendo la claridad

como una estación.

Era bello el sol

que se elevaba sobre el mundo siempre más,

con su destierro de nevadas, su canción,

su semillero en jubiloso despertar,

erguido al viento el poderoso corazón

de amar.

Y su luz llegó

al reino oscuro a las torres del ayer,

y la simiente arrebatada de su amor

sintióse renacer al contacto de su calor

y de su quehacer.

Luego al final,

a la hora en que se suponía atardecer,

sintieron que la luz quedó en su respirar

como una sangre de la atmósfera, un poder,

un pacto eterno con la claridad solar,

con ser.

(1978)