Mujer sin sombrero

Si un funcionario y un poeta

amaran la misma mujer,

¿qué nueva implicación tendría

la guerra astuta que padecen?,

y en fin, ¿dónde se posaría

la victoria, el amor?

El funcionario con funciones,

el poeta cambiando de voz;

los dos haciéndose pedazos

contra el temible amor.

Si le pregunto a los presentes

a cuál de los dos le van:

los despeinados al poeta

y los peinados al suicidio

—y sólo yo lo apuesto todo a la mujer.

Hicimos el amor en la ventana

y el vecino de enfrente se quejó.

Eso no lo sabías, no lo dije.

¿Qué ventana mejor se humedeció?

No llegué a ir al mar, pero fui al pueblo,

y en el lugar donde iba tu voz

siempre se hizo silencio, un gran silencio.

Nadie ocupó tu silla, tu canción.

Hay que salvar esos recuerdos

de todo lo que fue ruin.

Hay que salvar esos recuerdos

para salvarte a ti.

Hay un amor que da lo diario,

que te va a comprender,

y otro que canta y eterniza,

que te hace trascender.

Cada cual da de lo que tiene:

unos dan necesidad

y otros regalan las palabras.

Veremos qué dura más.

Hay el amor omnipotente,

hay el amor desesperado,

que descorazona las piedras,

que es más semilla que semilla,

que es más arado que el arado.

Hay el amor de amor de amor,

hay el amor como una tumba.

Hay el amor de laberintos

más complicados que un sombrero.

Hay el amor cercano a Cristo.

Mi amor no ha sido tan tremendo

ni tan ancho

ni tan bello

ni tan triste

ni tan sabio

ni tan solo

ni tan loco

ni tan todo

ni tan nada.

Pero canta.