Ay de mi

El sol cansado de mí

un día me abandonó

sin hablar, sin decir.

Ay de mí.

La luna me acompañó

callada en mi caminar

sin hablar, sin decir.

Ay de mí.

Tu languidez soy yo,

tu ancho ventanal,

el aire de tu piel,

tu sombra al caminar.

No hay otra solución,

mi mundo anciano está

y ya mis manos son

de duro pedernal.

Podré quizás vivir,

podré quizás llorar,

pero no acariciar

la verdad de tu abrazo.

Ay de mí.

Podré quizás cantar,

podré quizás reír,

pero no detener mi razón

que en pedazos va por ti.

Sobre toda tu piel

quiero hacer el amor,

en tu lecho de piel

quiero echar mi rincón.

No quiero el despertar

de abrir un puño y ver

que en la palma quedó

sólo sal,

sólo sal,

sólo sal.

(1967)