El hombre extraño

Era extraño aquel hombre,

o por tal lo tomaron,

porque besaba todo

lo que hallaba a su paso.

Besaba a las personas,

al perro, al mobiliario,

y mordía dulcemente

la ventana de un cuarto.

Cuando salía a la calle,

le iba besando al barrio

las esquinas, aceras,

portales y mercados.

Y en las noches de cine

(también las de teatro)

besaba su butaca

y las de sus costados.

Por estas y otras muchas

los cuerdos lo llevaron

donde nadie lo viera,

donde no recordarlo.

Y cuentan que en su celda

besaba sus zapatos,

su catre, sus barrotes,

sus paredes de barro.

Un día sin aviso,

murió aquel hombre extraño

y muy naturalmente

en tierra lo sembraron.

En ese mismo instante,

desde el cielo, los pájaros

descubrieron que al mundo

le habían nacido labios.

(1988)