El trovador de barro negro

En el pabellón de mis juguetes,

un pequeño trovador de barro negro

su laúd ataca.

A veces no sé dónde se mete.

Se hace amigo de las noches, de los perros,

de la caminata.

Pero por saberse preferido vuelve a mí,

con mañana y sol o con alba gris.

Viene de las sombras de un secreto que no sé.

Viene de un quizás, viene de un tal vez.

Y para mí tañe el laúd

con melodía que parece azul.

Y para mi cuenta su viaje

y la canción se estrena un traje.

Y para mí tañe el laúd

precipitándolo como un alud.

Sospecho que su melodía

llega de amar la poesía.

Suena su versión desesperada,

su versión de los misterios que lo animan,

su versión del alma.

Su canción de amor bate las alas.

Su país o su emoción llega y camina,

su desilusión desarma.

Y una vez que acaba la canción queda esperar

que vuelva a partir, que vuelva a llegar.

Así me sorprende a ratos el amanecer,

soñando que aún siempre va a volver.

(1980)