Roberto Gutiérrez Andrade

Roberto Gutiérrez Andrade, Revista Cultura N. 1, Banco Central del Ecuador, Abril 1997

"A mi mujer, con las manos abiertas. A mi hijo, a mi hija, con las manos juntas", reza la dedicatoria de También tus ar­cillas, primer libro de cuentos de Modesto Ponce Maldonado (Quito, 1938), publicado a fi­nes de 1996. ¿Primer libro? Sí, y en la solapa la foto del autor en su edad actual, ni más ni menos.

Por lo pronto, dos motivos de inquietud. Una bella dedicatoria, de   carga   epigráfica  sugerente, poética,  buena  para  iniciar  el primer libro que uno publi­ca a sus cincuenta y ocho años: ni temprano ni tarde porque la expresión creativa no reconoce otros fueros que los del propio deseo, más los imponderables...

Pero diré algo sobre estos doce cuentos que atrapan la atención desde el principio; o desde el fin por esta manía inveterada de empezar a leer desde atrás. Costumbre que en el relato paga bien, pues el último cuento suele ser el que presta su nombre al libro entero y. por ello, al­go especial significa.

Así, en "También tus arci­llas", el cuento, Ponce nos regala una visión de "esa ca­verna rosada y protectora que apenas permite pasar, como la porcelana fina o el alabastro, las suaves tonalidades del sol exterior". Nos recuerda que "el frío y la desolación vienen desde adentro '. Y nos deja ir con la tragedia hasta el límite de lo sufrible, para salvar al fin, de la saña del destino, al menos la mi­rada de aquel que conoció el AMOR  claro   está.   De  modo que las mayúsculas y las minúsculas quedan "tablas", di­gamos, hasta llegar a "Tengo un compromiso a las doce", do­loroso relato narrado al ritmo de los sentimientos: casi sin puntuación. Monólogo interior dedicado a Luis Alfonso Rome­ro y Flores el famoso chulla de la ficción icaciana, singular­mente permeable al humor ne­gro. Evocador de la vida de Quito desde las necesidades del ser y el existir de un hombre mimético (como el Zelig de Woody Allen), capaz de afe­rrarse al cuello de la mujer al­quilada, "sin hacer nada', solo para conversar un rato más. Presente en todo cóctel, boda o lanzamiento, por lograr algo de "todo eso del calor del cristia­no". Quien ajeno a la burla de un inapelable final reflexiona: «...yo por lo menos tengo a mi mamacita voy a los compromi­sos ¡otros no tienen nada mier­da no tienen nada!...».

En "Nunca me dejes Laura"' encontraremos en cambio un auténtico "final feliz", de amo­rosa piedad por el hombre. Re­suelto el formidable precepto de Rulfo en Pedro Páramo: "Tocio consiste en morir, Dios mediante, cuando uno quiera, y no cuando El lo disponga".

Contraste brutal con "Los hombres sin rostro", relato de infinita angustia que nos bauti­za a todos "Pedro-Andrés", y previene del olvido. Si supiéra­mos al menos pronunciar un ¡nunca más! por semejante ini­quidad cometida contra cada ser humano en la vida de los hermanos Restrepo.

Y no vamos a hablar de los do­ce, solo de uno más, de "Hijo del hombre", un cuento herético,"insólito" (?), que a partir de Mateo, I. 19 baraja tal hipótesis terrenal que, sabe Dios, no hay afrenta si­no de la obtusa y farisaica comprensión de la vida. Relato que reivindica hondamente la doctrina del Cristo que impidió se lance la primera piedra.

Así pues, los relatos de También tus arcillas nave­gan por la realidad del hombre: sus signos de identi­dad, sentimientos y modos de existir, ser o estar simplemente, con mayor o menor "control"' en este mundo de ironías, a veces descomunales.

Prosa sencilla, clara y natural. Sin pose. Libro supra-generacional. que no elude sino enfrenta v resuelve en la ficción, aquí y ahora, lo arduo y lo her­moso del vivir.