El "no" al hombre Dios

Modesto Ponce Maldonado

¿QUÉ DICE EL DOGMA?

Conforme a la teología católica, Cristo realmente fue un hombre, con todos sus atributos y características, con la única salvedad de que estaba exento de "pecado". La película "LA ULTIMA TENTACION DE CRISTO" puede ser analizada dentro de esta perspectiva. En otras palabras: ¿ese Cristo cayó en algún momento en una falta moral? La escena en la cual Cristo presencia cómo la prostituta María Magdalena recibe a los hombres, no debe provocar en una mente sana la más leve sospecha de que Él tuvo la intención de efectuar el acto sexual y caer en "pecado" (para resaltar el ejemplo, demos este sentido a una hipotética intención). Su expresión es de ternura y compasión. Otras imágenes de la película tienen un contexto y un ambiente que no permiten ni siquiera pensar en que se trata de escenas "de sexo". El Cristo de Kazantzaki-Scorcese no cae en ningún momento en esa posibilidad y, en consecuencia, no está deformado. Simplemente actúa como ser humano, pero en este caso lleno de amor, piedad, conmiseración y fe en su destino. Siento piedad por los hombres, dice en el filme. Y cuando le preguntan, después de la parábola del sembrador, qué es lo que siembra, ÉL contesta: amor y justicia.

Un condenado a muerte que jamás tuvo familia, puede soñar o delirar acerca de cómo hubiera sido su vida con mujer e hijos, y nadie se atrevería a pensar que comete una falta ética. Buscar y anhelar la seguridad, la paz, el placer y el bienestar es tan humano como respirar y alimentarse. Un condenado es tan hombre, tan ser humano como usted o como yo; y Cristo, conforme a la teología oficial, fue tan ser humano como el betunero de la esquina, un profesor universitario o el más próspero comerciante, con la salvedad anotada: la imposibilidad de caer en "pecado".

El impulso sexual es normal, las tendencias eróticas no son en sí, como característica humana -y una de las más profundas y hermosas- malas o buenas. Simplemente son humanas. Más aún si, como sucede en la película, ese "deseo" expresa claramente una tendencia equilibrada, responsable y armónica: mujer, hijos, familia. Cristo no está pensando en Maddona. ¿No es el Cantar de los Cantares un libro santo que glorifica a Eros? ¿Se desconoce que los sicólogos hablan del contenido erótico del amor místico? Santa Teresa de Avila escribió: "El angel tenía en sus dos manos un largo dardo dorado. De tiempo en tiempo lo hundía en mi corazón y lo empujaba hacia mis entrañas..." Lo erótico es fundamentalmente psíquico y, por tanto, fundamentalmente humano. Es conocido que ciertas zonas superiores del cerebro lo controlan. Es muy difícil entender a veces la clásica separación entre lo "espiritual" y lo "material".

Es absolutamente normal y explicable que un ser humano próximo a morir, previamente torturado, en profundo estado de angustia y dolor, sujeto a una larga agonía, sueñe en el amor de una mujer, -y lo erótico es parte de ese amor-, delire sobre una hipotética vida de casado que nunca tuvo y a la cual renunció. En los mismos evangelios se lee que Cristo dijo: "Señor, pasa de mi este cáliz"; y "Padre, ¿por qué me has abandonado?" ¿Estas palabras no eran el grito ahogado de un ser martirizado y condenado a muerte de cruz? El proceso del delirio experimentado por Cristo es totalmente coherente. La rabia de Cristo ante el templo convertido en mercado no puede ser más humana. Al entrar a Jerusalen estuvo cercano de caer en la vanidad, y tuvo que reprimirse al recordar su destino de crucificado. Cuando sale a predicar públicamente, no pudo tolerar cómo decenas de apestados le tomaban de las manos y se echaban a sus pies. El Cristo de Scorcese -si se quiere- quizás cayó en falta y fue cobarde al no lograr superar el temor ante los apestados. Después de la resurección de Lázaro, tuvo miedo y asco del abrazo de quien llevaba tres días de enterrado. Nadie critica la escena en la cual Cristo prácticamente niega a su madre y podría violar el cuarto mandamiento. En la secuencia del delirio toma el hacha y se rebela cuando muere María Magdelena. Nadie ha dicho una sola palabra sobre este posible acto de protesta contra el propio Dios padre. ¡Sólo el sexo preocupa a los enemigos de la película! ¿Por qué?

Que, según la misma enseñanza oficial, Cristo sea además Dios... es otro problema. Para aceptarlo hay que recurrir al misterio, a los caminos de la fe, en los cuales las explicaciones razonables no tienen cabida. Pero lo único que podemos entender fácilmente es que fue un ser humano. ¿Qué no tuvo de humano? ¿Qué no pudo tener de humano? Los detractores de la película deben precisarlo, sin vagedades y sin protegerse tras lo incomprensible.

Si algunas personas opinan en contrario y piensan que ese Cristo ha pecado, están en su pleno derecho; como derecho tuvieron los autores del libro y del filme de tomar un personaje histórico y otorgarle su propia interpretación, honda y hermosamente humana en este caso; y como derecho tenemos de que ese filme sea presentado, exhibido y discutido nuevamente.

UNA PELICULA CRISTIANA.

"LA ULTIMA TENTACION DE CRISTO", a más de sus excepcionales méritos artísticos, es una película de extraordinaria ternura, que inclusive debe ser promovida y difundida por sectores cristianos. En este filme Cristo se acerca más al hombre, y se acerca como un ser inmaculado, totalmente puro, bondadoso. Quizás podría decirse que sería la forma más adecuada y accesible -para quienes lo deseen- de comprender hasta el misterio de su divinidad. Se trata de un Cristo conmovedor y hermoso.

Scorcese ha realizado una película hondamente cristiana, una película en la cual el triunfo del Amor (así, con mayúscula), es la gran conclusión. Creo en el amor, no en el hacha, dice Cristo. Tan cristiana que, al final del delirio, en una de las escenas más patéticas y profundas, Cristo se arrastra hacia la cruz, ruega a su padre que le acepte nuevamente, y clama por retomar su destino para morir finalmente con una sonrisa en los labios. El Cristo del delirio es, en cierto modo, el más completo porque es más "nosotros". Las escenas tontamente llamadas "fuertes", poseen gran delicadeza y son presentadas con sutileza y respeto. En el delirio sueña en el amor, no en la prostituta María Magdelena, ni en las hermanas Marta y María. Sueña en la Mujer (también con mayúscula) y en la realización a través del amor y de la vida en común. María Magdalena, dentro del proceso del trance, limpia y cura las heridas de Cristo. La escena no pudo ser más tierna y delicada.

Pero, ¿por qué el escándalo, la reación, ese rasgarse de las vestiduras de los señores obispos, de algunos católicos, y de unos pocos jovencitos con serios problemas cuyas únicas aspiraciones se reducen a "acabar con los impíos" y -tomando una frase de Durrell en El Cuarteto de Alejandría- en convertir "sus órganos sexuales en asiento de bicicleta"? ¿Es suficiente motivo el argumento, bastante pobre, de que "se ha deformado la imagen de Jesucristo"? ¿Cuando las películas de violencia deforman todos los días la imagen del ser humano, alguien dice algo? ¿No saben cuántos miles de asesinatos presencia anualmente un niño en la televisión? Muchísimas personas que han enrojecido de rabia ante la obra de Scorcese, no se pierden las películas de "acción", en las cuales la violencia tiene total prioridad y la sangre salta a raudales de la pantalla. Sí a Rambo, sí a Schwarzenegger, sí a "Las pesadillas de Fredy", pero no al hombre Dios.

LOS CONTRADICCIONES DE LA "JERARQUIA".

En el fondo, las razones son otras. Otras que no se dicen, que se ocultan y disimulan. Los verdaderos motivos no son confesados. No conviene un Dios humanizado para ciertos estratos católicos, protestantes o evangelistas. Aun desde el punto de vista de quienes creen en el dogma, qué importante sería el hombre para Dios que ÉL ¡se hizo hombre! Pero es mucho más cómoda la idea del Dios abstracto, lejano, incomprensible. Un Dios distante necesita de otras bocas que hablen a su nombre con patente de exclusividad. Un Dios que ría, que baile, que tome un vaso de vino, que ame a sus amigos, que se angustie y dude, no tiene cabida. Hablar por encargo del Dios que está en los cielos otorga un gran poder. Un Dios así concebido es un Dios manipulable, porque... "con Dios todo se puede"; como es manipulable el Dios de la cruz, doliente y ensangrentado, -que tanto miedo causa a los niños pequeños-, por cuanto Él nos recuerda nuestros "pecados". Un Cristo que está en la calle, en la sonrisa de nuestra mujer, en las manos de nuestros hijos o en la mirada de nuestros nietos, en los abrazos de los amigos, aun en nuestros defectos y limitaciones, no puede ser admitido. Un Cristo que esté en el drama de la pobreza, en la miseria, en las desigualdades y en las injusticias, no es un Cristo tolerado, porque -dicen- su "reino no es de este mundo". Un Cristo descubierto a través de la naturaleza, de la soledad de un páramo, de una flor o de una vertiente de agua clara, no es un Dios que interesa. Hay personas que se adueñan de Él y se convierten en rocolas de un ser que ni siquiera saben donde está. Deforman a Cristo quienes no lo pueden aceptar como ser humano.

Estos problemas se dieron desde los primeros siglos del cristianismo, cuando el original sentido de protesta contra el imperio romano fue sustituído por una organización jerárquica, dogmática y fundamentalmente política, aliada con el mismo imperio. En el siglo IV el sentido del drama de la cruz había cambiado. Sobre este tema es recomendable la lectura de la obra El Dogma de Cristo de Erich Fromm. En nuestra época existe una situación muy semejante con la llamada "teología de la liberación". Sus defensores pretenden, en definitiva, bajar a Dios a las realidades concretas de la tierra y de los hombres, -como Él quiso en realidad al hacerse hombre-, y son condenados por la Iglesia oficial al silencio o al ostracismo, a la expulsión o al olvido.

El sacerdote Richard McBrien, decano de la Facultad de Teología de la Universidad de Notre Dame, en un artículo publicado en varios diarios norteamericanos en diciembre de 1991, sostiene que la Iglesia necesita una "perestroika" y un "glasnost", iniciados por Juan XXIII y ahora olvidados, con el objetivo de terminar con el autoritarismo burocrático y centralista de la Iglesia romana, así como Gorbachev, veinte y cinco años después, trató de terminar con el totalitarismo político de Moscú. MacBrien se refiere a "un golpe de estado en cámara lenta" que se está gestando dentro de la Iglesia, manejado por los "extremistas eclesiásticos" derrotados en el Vaticano II. "La gente ha cambiado" dice, pero "la jerarquía en su mayoría no ha cambiado". Tiene razón. Pero él es optimista y piensa que los "reaccionarios" serán vencidos. Otros no serán tan optimistas y pensarán que el cisma será la única solución.

El factor de la culpabilidad es una de las grandes armas de algunas religiones tradicionales. A veces los seres humanos insatisfechos, tristes o desengañados, podemos confundirnos ante un Jesucristo que se nos parezca, que se nos acerque. La teoría del "pecado original", que implica proclividad al mal, contribuye poderosamente a la formación de estos sentimientos. Las gentes se sienten inseguras, amenazadas por la misma vida, por los otros. Y si la culpabilidad se convierte en fundamento de un sistema o en la condición previa para la "redención de los pecados", las implicaciones personales y socio-políticas, son variadísimas y muy complejas. Se prefiere, pues, al ser etéreo y eterno, a quien recurrir y de quien esperar todo, incluyendo naturalmente el perdón. En el mismo filme hay una diálogo cuyo sentido es muy claro: si la gente quiere y está sedienta de Dios, hay que darle Dios. El ansia de dioses es humana y es histórica.

Y así como al hombre Dios se le hace cada vez menos hombre, ahora en el sentido de menos masculino, también se deshumaniza a la mujer, más aún se niega su propio ser, se desvirtúan y se alteran parte de sus esencias. En los evangelios los principales personajes femeninos no son como nuestras mujeres, nuestras madres o nuestras hijas. En los evangelios existe una mujer-virgen, la madre de Cristo, y las otras con cierta relevancia son una prostituta o una adúltera. ¡No hay mujeres normales! La mujer-mujer, de hecho, está degradada, disminuída; y la vía, nuevamente en este caso, está relacionada con la sexualidad. No se menciona a las mujeres y a los hijos de los apóstoles. La Iglesia Católica no ordena a sacerdotisas. Los sacerdotes deben ser célibes y misógamos. Esta vedado, prohibido, condicionado o controlado el significado profundo del sexo, que tiene aspectos y facetas emocionales, espirituales, de desarrollo personal y de comunión con los otros seres (a más de los aspectos relacionados con la perpetuación de la especie), que van mucho más allá de la conocida como "unión física". En la película, en cambio, hay cuatro mujeres en la última cena.

Lo más curioso es que los mismos teóricos de la Iglesia sostienen lo contrario de lo que la "jerarquía" postula o enseña. Un sacerdote español, Doctor en Teología, especializado en Moral, (Marciano Vidal, El nuevo rostro de la moral, Ediciones Paulinas, Madrid, 1976), no duda en referirse al "alto nivel traumático que ha alcanzado la vivencia sexual dentro de la Iglesia", y ha hablado de la necesidad de "una reconciliación del cristianismo con la sexualidad". Los sectores progresistas no lograron que el celibato, el divorcio y el control de la natalidad fueran tratados en el Vaticano II. En la vida diaria las tesis sobre estas materias están pulverizadas por la conciencia de las personas y por el consejo privado de los mismos sacerdotes. Ahora se piensa en una sexualidad antropológica, en una sexualidad de trascendencia personalista que "abre la posibilidad del encuentro con los otros", de una sexualidad que sea "la gran fuerza que nos empuja...a salir de nosotros mismos". "La sexualidad descubre el misterio de la persona humana...y el misterio de la persona humana descubre el misterio de la sexualidad humana". "¿No se puede pensar -añade el mismo sacerdote- en cierto matiz de inconsciente aversión a lo sexual (por parte de ciertos miembros de la Iglesia) por el hecho de no poder ejecutar ciertos comportamientos sexuales?" El autor citado rechaza, además, al "seudoangelismo" de una sexualidad negativa, compulsiva y puritana. Sostiene que "la sexualidad es una fuerza y dimensión humanas para la edificación de la persona", basada en la "conducta" y en la "actitud", más que en la "función" y en la "anatomía del comportamiento".

Quienes defienden los "sagrados sentimientos religiosos de nuestro pueblo", ¿protegen al pueblo o se protegen ellos? La gente no es estúpida; aun los sencillos poseen una sabiduría natural insospechada. La gente lo que tiene es miedo, miedo al más acá y al más allá. ¿Cuántos de los enemigos del filme lo vieron en realidad? ¿Por qué nada se ha dicho de los servicios de video donde la película está a disposición? Para la Iglesia es un problema "político", un asunto de "poder"; y es también un problema de "imagen" (¿y ahora, qué hacemos?), pues la película se anunció públicamente y... posiblemente se la consideró un desafío inconveniente. Preferían, pues, que "pase de agache" a través del video.

En la Casa de la Cultura hubo la amenaza de una bomba y la irrupción de un grupo violento que portaba armas de fuego. Después fue retirada la película "por pedido del Obispo", quien, por supuesto, no criticó la presencia del grupo armado. También se sabe que el Presidente de la Casa de la Cultura estuvo decidido a seguir con la exhibición, y luego se vio obligado a cambiar de criterio y a pedir a Teleamazonas el archivo de una entrevista gravada y lista para ser difundida, presionado con el anuncio del dinamitazo. Se ha comentado también que hubo intervención de muy altos funcionarios vinculados íntimamente al Opus Dei. El fanatismo religioso, igual que el racial, han retornado.

Quito, marzo de 1993.