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Ponce Maldonado debe el oficio, en buena parte, a los cuentos contenidos en También tus arcillas que fueron presentados, en su primera edición, en 1997, cuando el escritor contaba con 69 años. La multiplicidad de temas pendientes y el atractivo que los relatos cortos ejercen en Modesto Ponce, le llevaron a decidirse en principio por un segundo libro de cuentos. No obstante, en los tres o cuatro años iniciales que comenzó a escribir sin mayor orden textos que nunca se publicarán, algunos personajes y temas de la futura novela ya estaban gestándose. A pesar de la inclinación original por otro libro de relatos, la novela —mejor dicho la futura novela— se impuso, aun en contra de la inclinación del propio escritor. Pudiera decirse que la misma novela, aún no escrita, demandó ser elaborada. Parece que fue una mezcla de instinto y de la presión del subconsciente que lo llevaron a redactar El Palacio del Diablo. Parte de la explicación puede encontrarse en que a esa edad hay mucho que decir y contar, y eso únicamente se lo hace a través de una novela. El hecho de que sea Quito el personaje principal de la obra vino por sí solo.

Como se expresa en esta misma página web (Perfil personal), el autor cree que sin el rigor y la disciplina que imponen los cuentos, no hubiera podido escribir El Palacio del Diablo, su segunda obra y primera novela. La obra fue editada por Panóptika Editores, un sello personal del autor y tiene 435 páginas. La portada reproduce el Quito negro del maestro Oswaldo Guayasamín y fue diseñada por Daniel Salvador (Mantis Desing). 

El Palacio del Diablo fue escrita en cinco años, entre 1998 y 2003. Es la segunda obra de Ponce después de los relatos de También tus arcillas, resultantes estos de un aprendizaje de por lo menos cuatro años de escribir muchas páginas que no se publicarán y que, al fin, se decantaron para dejar solamente los trece relatos de esta obra. El autor sostiene que los cuentos le enseñaron el oficio y que El Palacio del Diablo no hubiera sido lo que es sin esa entrega previa, paciente y hasta obsesiva, a la literatura. La escuela fue el relato corto. Tiene razón Juan Bosh al escribir que “es más difícil lograr un buen libro de cuentos que una novela buena (…) la novela es extensa, el cuento es intenso”. En otras palabras: el cuento exige y no perdona, la novela provoca, llama y hasta tolera para volver a provocar.

El Palacio del Diablo fue escrito durante cinco años, entre 1998 y 2003. Modesto Ponce no hizo ningún plan original. La novela fue haciéndose gota a gota, día a día. Redactarla en esa forma demandó un esfuerzo muy grande, porque continuamente la obra se rehacía y se reestructuraba, hasta tal punto que una vez terminada, el autor la revisó íntegramente, impresa y a lápiz, por tres ocasiones hasta llegar a la versión final. Terminado El Palacio del Diablo, Ponce Maldonado aún no se sentía satisfecho. Necesitaba "visualizar" la novela, sobre todo por su extensión y complejidad, de modo que elaboró un esquema o "mapa" de la misma que le permita juzgar a la obra como conjunto, como estructura.

Quito no es solamente el territorio donde sucede la novela; es en realidad el personaje de la obra. Toda ciudad es un tema inagotable. “Si una ciudad fuese un cuerpo, y pudiéramos abrirla con  un bisturí…”, escribe Carlos Fuentes. Los comentarios hechos a la novela lo confirman, como también el hecho de que se mantuvo en los primeros lugares en ventas durante varios meses. (Ver Boletines). "Una novela capaz de ‘sacar la cara’ por nosotros en el concierto latinoamericano (...) Texto caudaloso, arrollador, trabajado a lo largo de cinco años con una tremenda tenacidad y, sin duda, por alguien bien dotado para el oficio", dice Rodrigo Villacís Molina, crítico y periodista. Más de una opinión sostienen que es una de las mejores novelas de los últimos años. (Ver Crítica).

La novela ganó en 2005 el Premio “Joaquín Gallegos Lara”, otorgado por el Municipio Metropolitano de Quito a la mejor obra publicada en el año. El jurado consideró que merecía el galardón "por la construcción de una historia interesante, una atmósfera novelesca de gran resonancia poética, un sostenido tono narrativo a lo largo del texto, una equilibrada utilización de recursos literarios, y un buen desarrollo de personajes cargados de humanidad." La obra también ganó el Premio Nacional de las Artes (categoría Literatura), evento organizado por QUITSA-TO y la Fundación Teatro Nacional Sucre, que premió a las más importantes manifestaciones culturales del país. El acto de premiación se realizó en el Teatro Nacional Sucre el 4 de abril de 2006.

Una vez concluida, el autor necesitó hacer un “mapa” o esquema de la novela, que le permitió juzgar la estructura de la obra y cómo ésta se movía dentro de lo que el escritor y crítico Raúl Serrano Sánchez mira como un texto que “cabalga como un animal de múltiples cabezas y bocas, a un ritmo realmente endiablado" (Ver Presentación). El autor hizo lo contrario que el arquitecto, que primero elabora el plano y luego construye. Sin embargo, Ponce sabe que una novela desarrolla vidas y se debe comenzar, ante todo, por los personajes. Sin estos, todo posible andamiaje se tambalea o derrumba. 

Coexisten diversos “mundos” en la obra. En primer término, el de Tadeo, protagonista principal, periodista de profesión y  aficionado a la fotografía, a través del cual desfila su familia, su padre Sergio ante todo, la pasión tempranera con María Teresa, su primera mujer Marina, Lina, y su gran amor EvaLuz; o gente vinculada a su oficio, como el honrado e insobornable Daniel Izquierdo, director del semanario Sábado, o Ángel Terrero, que efectivamente fue un  ángel expulsado del paraíso por Dios a causa de su rebeldía y se convirtió, ya en la tierra, en un abanderado de las reivindicaciones de los indígenas; o la Zoila, empleada doméstica, a quien la vida castigó en toda forma a causa de su pobreza. Sobresale, junto a Tadeo, aquel amigo, abogado de profesión y escritor, cuyo nombre no se menciona, y que en suma puede ser considerado como su alter ego. La pintura de Marina, amante de este, es una caracterización muy original de más de personajes femeninos definidos y hasta fascinantes. Tadeo cubre prácticamente toda la novela, en una y otra forma. El capítulo primero, que lo presenta a los tres años de edad, y que si se lo analiza nuevamente luego de leída la novela, condensa en pocas páginas sus diversas facetas, forma un arco extenso con el último, el cincuenta, que narra el comienzo de una nueva vida junto a EvaLuz que únicamente se presenta al finalizar la obra (Ver Selección). EvaLuz y las demás mujeres creadas por la imaginación del autor hacen también de El Palacio del Diablo una novela donde el amor o el desamor está presente en todo momento. Tadeo es hijo de los años convulsos, diferentes y maravillosos de los sesenta y setenta.

Otro referente es el Poder, manifestado en tal forma que la obra ha sido también calificada como novela “política”.  Los “universos” del Poder giran alrededor del señor Presidente, una figura camaleónica y cambiante que adopta diversos ropajes; del banquero Nicanor Sancho de la Palma; de la Iglesia Católica, dominadora y excluyente, con sus dogmas, aliada siempre de ese mismo Poder; y de las fuerzas armadas, juzgadas ante todo a través del conflicto limítrofe entre Ecuador y Perú: “Tradicionalmente, esta triste historia ha servido para todos los embustes y ambiciones”: una vez firmada la paz con el Perú en 1996, el general Taco no duda en afirmar en la novela que “no hay tratado inamovible”. Sancho de la Palma también tiene un alter ego, representado en un mendigo retrasado y deforme que se arrastra en un parterre de la ciudad, frente al cual todos los días pasa el banquero: contrahecho y deforme de alma el uno, deforme y contrahecho de cuerpo el otro. Les une el hecho de que sus madres fueron prostitutas.

Los “universos” narrativos también son múltiples. Aunque en general la obra está contada por un omnisciente, Tadeo usa la primera o la segunda persona; y el alter ego de Tadeo, siempre dirigiéndose a él, usa la segunda persona, mientras el mendigo, que no puede hablar, es el que cuenta mentalmente la vida de Nicanor, también dirigiéndose a él en segunda.

Una presencia muy original es la del narrador. El autor sintió casi físicamente, mientras redactaba la novela, que otra persona se sentó a su lado con el deseo de escribir parte de la novela en comandita. El primer capítulo escrito fue archivado, pero al narrador volvió a presentarse y, en definitiva, se impuso sobre el autor, y “colaboró”, como “coautor ficticio”, no como personaje estrictamente, en la redacción de siete capítulos de los 50 que tiene la obra, introdujo personajes, se enamoró de la hermana de Tadeo y terminó en serías dificultades y discrepancias con el autor-narrador (como se quiera) de la obra. Entre los dos jamás volvieron a verse. Naturalmente, estos textos están redactados en primera persona de plural, pero sin duda hay un juego permanente, evasivo, entre los dos entes que a veces se confunden y otras se separan. El narrador siempre se presenta con las lluvias.

Es una característica permanente en las obras de Modesto Ponce —y que se refleja también en La casa del desván— el uso de la duplicidad y la multiplicación, que se extiende, no sólo a los personajes y a su estructura emocional, sino también al tipo de lenguaje utilizado (un ejemplo está en los cuentos de También tus arcillas, que son muy diversos entre sí), a elementos de la técnica narrativa y a otros de naturaleza estética y que tienen mucho que ver con el “punto de vista” o la “forma” de contar la historia. Aunque no en El Palacio del Diablo, que tiene otra forma de fragmentación de los personajes y del estilo de narrar,  los espejos están considerados significativamente en algunos cuentos y muy especialmente en La casa del desván.    

Pero el “personaje” que envuelve a toda la obra es Quito. Hay una revisión muy completa de la historia de la ciudad, hasta tal punto que se incluyen dos capítulos-ensayos que rompen la trama de la obra: uno sobre el Quito mítico e histórico y otro sobre la ciudad moderna. Cerca del final hay otro capítulo de características especiales que podría ser definido como una “crónica” y que justifica, en gran medida, una de las dedicatorias de la novela: “A los niños que he amado. Siempre. A los niños de Quito. Nunca”.

Además del primer capítulo, los referentes a la relación entre Tadeo y su amigo alter ego, y los que se refieren a los redactados con el intruso narrador, están escritos en cursiva, por una razón de organización técnica que tiene como objeto no dispersar los lenguajes o confundir al lector y, sobre todo, facilitar la distinción de las diversas voces narrativas.  

Una revisión del “mapa” o esquema conduce a la observación de que El Palacio del Diablo es como un oleaje que viene y va en el tiempo con respecto al real de la novela —que sucede entre 1996 y 2002—, que se remontan a tiempos remotos (en lo referente a la historia de la ciudad) y las sucesivas décadas que cubren desde los sesenta a los noventa del siglo pasado, con las características especiales de cada una. El fin del siglo y del milenio están relatados.

Las referencias literarias e históricas, todas entre comillas, son múltiples, fruto de las lecturas y de la investigación sobre la ciudad. Se reproducen datos de todo tipo tomados de la literatura, del cine, de los grandes fotógrafos, de los episodio históricos, como también de los cambios sociales y políticos que comenzaron con Juan XXX, la revolución cubana, lo episodios de mayo del 68, la nueva literatura y música latinoamericanas a partir de 1960, etc. Al final de la novela hay un listado extenso de autores y obras citados que no se mencionan a lo largo de las páginas, aunque los textos están entre comillas.

La naturaleza de Ecuador, su diversidad y sus paisajes se señalan en algunos capítulos, como, por ejemplo, la relación de los distintos tipos de páramos andinos hechas a Tadeo por su padre Sergio. Tampoco la novela deja a un lado datos sobre los desequilibrios sociales, la marginación, la injusticia, las reivindicaciones del movimiento indígenas, como también a la inestabilidad y disgregación institucional, aunque rescata la “sabiduría popular” que ha evitado que la nación caiga en extremos y ha apoyado cambios que le han permitido respirar al país. Todas estas particularidades, entre otras que enriquecen la obra, están representadas a través del pensamiento y de la acción de los personajes.

La obra fue presentada por primera vez en la Fundación Guayasamín, en Quito, el 8 de junio de 2005. La novela fue presentada en Quito en junio de 2005 en la Fundación Guayasamín. Los comentarios estuvieron a cargo del doctor Alfonso Barrera Valverde y del señor Raúl Serrano Sánchez. Coordinó el evento Carmen Pachano O. En Guayaquil se presentó en octubre del mismo año y la comento la doctora Cecilia Vera de Gálvez. En Cuenca, en el Convento de las Conceptas en el mes de noviembre y comentó el libro el doctor Oswaldo Encalada (Ver Presentación).

En la contraportada de la novela aparece este texto:

"En la calle de La Ronda, durante la Colonia, existía en Quito un prostíbulo llamado El palacio del diablo... A comienzos del siglo XXI, ´la ciudad de las quebradas´es una capital ´falsificada y caótica´, y una desintegrada nación ´se ha precipitado al más espeso estercolero de la degradación política´. Dos mundos se contraponen: el de un periodista rebelde,que ama y odia a la ciudad y el de un banquero corrupto, vinculado al poder y a las castas dirigentes. En medio de los dos universos, habitan mujeres que serán inolvidables, las ondulaciones de un erotismo reiterativo, un ángel revolucionario expulsado del paraíso, la figura camuflada del señor Presidente, la señora de alta sociedad, la empleada doméstica y sus tristezas, el director del semanario Sábado, el mendigo contrahecho, el ´narrador´ que llega con la lluvia y evoca a los muertos, el innominado personaje que dialoga con el protagonista... Novela compacta que ocasionará reacciones y debates. Libro para leerse con pasión y reflexión. Obra rebelde, irreverente, dura y tierna a la vez, que rescata el amor, el respeto y la inconformidad con un mundo injusto y la capacidad de creación, como los únicos elementos que nos permitirían sobrevivir. Novela que carece de niños porque, ´siendo superiores a la vida, no merecen sufrirla´. Novela que nos desnuda. El Palacio del Diablo demuestra, una vez más, el poder de la palabra en un mundo silencioso y cómplice del poder". 

 En la solapa se dice:

"El Palacio del Diablo es un concierto de voces narrativas y combina con precisión el tratamiento de tiempos y personajes. Para el académico Luis Aguilar, ´una de las mejores novelas de los últimos veinte y cinco años´. La lingüista María Cecilia Mera opina que el autor desmitifica y descarna a la ciudad, sin dejar de reclamarla como propia. La obra posee una ´estructura sólida que no deja cabos sueltos y construye personajes provocadores, en especial los femeninos´. Raúl Serrano, de la Universidad Andina, afirma que es ´la novela de una ciudad perdida´, donde se juntan ´memoria, historia y mito´, y en la cual el poder es un ´fantoche del demonio´. Fernando Tinajero cree que el autor, ´con rabia y con amor, ha hecho de Quito el personaje principal´, cuyos habitantes ´han perdido la memoria, incapaces de proyectar el futuro´(...) El autor piensa que, en cierta medida, la novela se escribiò sola entre 1998 y 2005. Fueron los personajes, el subconsciente, un ´otro yo´ escondido  y sus propios fantasmas los que han dirigido al escritor. En cuanto a los contenidos, el listado de Referencias que aparece al final del libro ofrece una aproximación a la dimensión de los temas tratados."

La novela está dividida en 7 partes y cuenta con 50 capítulos. El nombre de cada capitulo reproduce la primera frase del mismo:

 

I

1. Porque ese fue el balcón, donde mi madre se olvidaba de mí

II

2. Ahora a él le duele igual, pero con un dolor maduro

3. Te refieres al balcón como la evocación más lejana

4. Mucho de lo que Tadeo Lozada guarda en su departamento

5. Sentada en el asiento trasero, con gesto ausente

6. El señor Presidente despacha desde el Palacio de Gobierno

7. De las colinas y lomas que rodean la ciudad

8. Así fue. Desde la ventana del dormitorio

III

9. ¿Importa, ahora, que su nombre —kitu— signifique

10. Así como la ciudad parece haber rodado

11. Comenzó con una llovizna desigual, ladeada

12. La tarde se ha marchado y Tadeo está en la habitación.

13. “Era miembro de la profesión más triste

14. Lo último que puede sucederle a Antonieta.

15. “A veces son más amables y apacibles los amaneceres.

16. Cuando Ángel llegó, ni siquiera Magdalena Arzube supo

IV

17. Pocas semanas antes de que su hija fuera despedida

18. Lo anunció un cielo ceniciento que se cargó de negruras

19. ... Vuelven las aguas y llueve hasta tal punto

20. Era frecuente encontrar a Daniel Izquierdo

21. “Nada se pierde, dulce ser, / nada se pierde nunca”

22. Ahora es un restaurante al mediodía

23. Duerme Marina. A veces, apenas unos ligeros sobresaltos

24. Pasas por esa esquina, don Nicanor

25. Pocos años antes de que Daniel Izquierdo lo llevara

V

26. “Henry, esta noche visitaré a una joven diplomática

27. No siempre fue fácil tolerarse unos a otros

28. Habías comprado hace poco el departamento

29. Al mirar la nota dirigida a su marido

30. —No es necesario que venga mañana

31. Después de estar junto a su padre

32. Esta vez no esperó a las aguas

33. El día se abrirá, aunque siga el cielo encapotado

34. (Ahora que no estás, Lina —piensa Tadeo—

VI

35. Los vientos que corren hacia el noroeste

36. Sergio se había curado de las lacras

37. No podía ir sola a tomar el bus

38. Ángel Terrero, el expósito de Dios

39. Nunca, Lina. Antes nunca intenté tocarte

40. Dejé de verte por algunas semanas, Nicanor

41. Empezó a dejar de comer

42. Al acercarse le medianoche comienzan a bajar

VII

43. Nunca nos topamos fuera de nuestro estudio

44. Volvió. Lo hizo a los tres días

45. Un año más tarde, el arranque del nuevo milenio

46. Al día siguiente fui donde Nana

47. Ese lunes de noviembre

48. Ángel

49. Día a día cumplo con los deseos de Lariza

50. EvaLuz entra al departamento

 

Referencias