Revista Capital (2008)

Entrevista de Pablo Salgado en la Rev. Capital #14, 2008

Escritor, su novela La Casa del Desván fue seleccionada entre las diez finalistas del Premio Planeta-Casa América 2008., de entre 557 obras procedentes de Latinoamérica, España y EE.UU.

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¿Cuál es la película de tu vida?

El mundo y la vida son excesivamente vastos como para mantener recuerdos singulares. Todo lo que me ha impresionado está aden­tro, archivado como sensaciones más que como memoria. Últimamente he vuelto a las películas en blanco y negro de hace cuarenta años. He descubierto tardíamente a Tarkovski. A veces me obsesiono: he visto siete veces Tango de Carlos Saura.

¿La canción que te conmueve?

De las preferidas o de las recién descubiertas, me conmueve siempre la última que escuché, a la que vuelvo hasta que otra aparece. Hoy estoy conmovido con Libertango de Piazzolla cantado en inglés por Grace Jones o en grie­go por Skorpios, o también por Sombra negra, uno de los temas gallegos cantados en el filme Mar adentro de Amenábar.

¿A qué libro vuelves siempre?

A los buenos libros no se vuelven. Vienen y están con nosotros. Nos acompañan. O nos esperan. Si insistes en un título, entre muchos otros, tengo un amor especial por El Cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrel.

¿Qué verso habita en tu memoria?

Entre otros de César Vallejo, subrayé este: "Pues de resultas / del dolor, / hay algunos / que nacen, otros crecen, otros mueren, /y otros que nacen y no mueren, otros / que sin haber nacido, mueren, y otros / que no nacen ni mueren (son los más)."

¿Qué cuadro en tu dormitorio?

No son cuadros. Mi preferencia son las por­celanas pintadas por mi mujer, como lámpa­ras o jarrones que están en muchos lugares de casa. Tengo inclinación por las fotografías, como una, a la noche, de la pila de piedra de la placita de San Marcos o de una callejuela por la Mama Cuchara.

¿Qué escena interpretarías?

Ninguna. Pienso que acaso sea el payaso el único que no interpreta a nadie: se desdobla en tal forma que aun su apariencia física des­aparece, mientras su ser, casi anónimo y soli­tario, se oculta mientras la interpretación regocija a los demás.

¿Qué llevas siempre contigo?

Uno de mis esferográficos y pedazos pequeños de papel en mi cartera para anotar ideas, refe­rencias, impresiones, algo que trae el viento o el agua. Inclusive a la noche, para poder dor­mir, siempre están a la mano un lápiz y papel. Y un libro, por supuesto.

¿Qué cambiarías en tu vida?

Quisiera conquistar cierta dosis de paz, de sosiego, para llenarme de más espacios de silencio.

¿Qué te enorgullece?

La búsqueda, desde siempre, de mi propia autenticidad, aun con costos altos.

¿Tu sueño por cumplir?

Estamos hechos de sueños. ¿Qué somos sin soñar? Un solo anhelo por cumplir no signi­fica nada, pero me gustaría viajar por tierra por Sudamérica.

¿Qué momento nunca olvidas?

Mi primer recuerdo. Tenía tres años, golpea­ba un tambor con un lápiz, sentado en un bal­cón de la ciudad vieja. El lápiz cayó a la calle y un chico se lo llevó, mientras yo lloraba. Lo volví a encontrar, cincuenta años más tarde,

al comenzar a escribir. Tampoco olvido el último momento de mi vida, el salto a la Nada.

¿Cuál, o quién, es tu objeto de deseo?

No sé si realmente existen objetos de deseo. Solamente existe el deseo.

¿Tu rincón en Quito?

Mi casa, mi escritorio con mis libros, mi dor­mitorio. Una cafetería cualquiera conversan­do con las personas que amo. ¿Existirá un camino de tierra que lleve a un bosque? ¿Existirá aún el bosque? Si quieres un rincón, me gustaría una venta­na de madera, con vidrios pequeños, que mire mientras llueve a un naranjo en la mitad de un patio de piedra.

¿A quién dirías tu mejor mala palabra?

A los soberbios, a los prepotentes.

¿Qué palabra te describe?

Tal vez sensibilidad. Tal vez instinto.

¿Qué palabra repites con frecuencia?

Carajo.

¿Qué palabra te seduce?

Mujer.

¿Qué palabra nunca pronuncias?

Envidia.

¿Qué palabra incluirías en la Cons­titución?

No una palabra, sino dos: otra sociedad. Para ser diferentes hay que cambiar primero a la nación, no al revés.

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