Minadoras de sueños (Rev. Diners)

En Cuenca, 35 mujeres pueden sonreír

Modesto Ponce Maldonado

Cerca de Cuenca, camino a Sígsig, está el “botadero” de basura de la ciudad. Son 200 toneladas diarias arrojadas por una flotilla de volquetes. 6.000 toneladas mensuales. Algunos perros se muerden o castigan al afortunado que encontró algo. Hay moscardones por todas partes. El hedor es hedor de albañal, de desperdicios de ciudad. Y allí, durante ocho horas diarias, 35 mujeres, con rastrillos y ganchos, botas de caucho y uniforme, a veces con guantes, a veces con los dedos —que son más efectivos—, buscan, seleccionan y clasifican la basura. Son mujeres solas, con sus maridos en el exterior, o abandonadas, o viudas, o madres solteras. No son jóvenes, pero son fuertes. Y no tienen otra cosa de que vivir.

Después de los primeros cinco minutos, olores e impresiones se desvanecen. En mitad del basural, también nosotros con botas de caucho hundidas en el lodo —había llovido la víspera—, los rostros de las mujeres se roban las miradas. Ellas conversan entre sí, están alegres, sonríen... “Antes se sentían igual que la basura y bajaban la cabeza; ahora no”, se nos explica. Desde hace año y medio, esas mismas mujeres con ayuda de dos ONG, el Fondo Ecuatoriano Canadiense (FONDO) y CARE, han iniciado el cambio.

Ese ser humano, que no deja de soñar...

Antes eran basureras o minadoras; hoy se llaman recicladoras de basura, están organizadas, tienen una directiva y una presidenta, ganan diez veces más que hace dos años y, sobre todo... tienen esperanza. Doña María Illescas, de mediana edad, es la presidenta. Tiene la cara angulosa, de rasgos firmes y definidos, y se expresa con fluidez. “Nuestra pobreza nos trajo a la basura —dijo—, pero antes no teníamos sino para engordar a los chanchos y para un pan con una colita... hasta que nos organizamos y así comenzó nuestro sueño. Y vamos a seguir soñando”.

Anteriormente uno o dos intermediarios imponían peso y precio. “No nos atrevíamos ni siquiera a preguntar, peor a exigir; nos amenazaban con dejarnos sin nada y nosotras no sabíamos ni cambiar un cheque, mientras ellos venían con carro nuevo cada año”. Desde que se unieron, solidarias en la vida y en el trabajo, subieron sus ingresos de s/ 300 el kilo a s/ 1400 (antes les pagaban s/ 100), negocian directamente con las fábricas que requieren esas materias primas, tienen un programa de mejoramiento que está en marcha para ellas y sus familias, y en los momentos libres hacen artesanías: platos decorados y pintados con flores, papeles hechos a mano, tarjetas con flores de “chilco” de varios colores, cajitas, marcos para fotos.

En un país hundido hasta el cogote, en el basural de Cuenca se supera la crisis, se va hacia delante, se sueña en días mejores, mientras que en los países desarrollados (nosotros tenemos hoy los índices del cuarto mundo) es prohibido que una persona ingrese a los depósitos de basura... La corrupción y la podredumbre que rodea a estas 35 mujeres no las contaminan; ellas mantienen el espíritu limpio y la mente transparente. Es la corrupción y podredumbre de otros la que ha contaminado a nuestra nación.

Primero están las realidades y cómo resolverlas

Eso es lo que piensa Fernando Fernández, un profesional boliviano, Gerente de Proyectos del FONDO. Esta organización, con sede en Quito, concibe y financia el proyecto, la oficina de CARE en Cuenca asesora en su administración y las 35 mujeres lo gestionan. Al comienzo, ellas empezaron solas, con las únicas armas de los desamparados: su trabajo, la organización, la solidaridad y la fe —que parece incomprensible en este caso— en un futuro mejor.

La basura enviada al depósito ha recibido una primera clasificación en la ciudad, donde se separan los materiales más limpios. Es una basura pobre, destinada a una recuperación secundaria, la que ellas reciben. El desecho del desecho. Una báscula para camiones pesa las cantidades que ingresan. Luego de ser escogida y separada, cada mujer vende a su propia asociación el fruto de su trabajo. La asociación, entonces, se encarga de efectuar procesos que, por el momento, son incipientes: limpiar y envalar los cartones, que así son vendidos a mejor precio; efectuar a mano una segunda separación del papel —uno a uno literalmente— para clasificarlos según tipos y comercializarlos mejor; una separación de los objetos plásticos (les hace falta urgentemente un molino que convierta a tarros, sillas y otros utensilios plásticos en pequeños trozos, como también conocer la forma de tratar las bolsas plásticas); y, finalmente, la recuperación de objetos de metal, botellas de cristal, etc. Finalmente la misma asociación negocia y vende los materiales.

En el mejor de los casos, solamente el l5% de la basura es reutilizada. El nivel de proceso todavía es muy bajo. El 60% de los desperdicios son orgánicos y no se aprovechan: gas, lombricultura o abonos. Por otro lado, muchas empresas importan materias primas que pueden obtenerse de la basura, sobre todo papel y cartón. No se ha conocido que los municipios de Quito y Guayaquil tengan realizaciones importantes en el tratamiento de los basurales. Se prefieren las obras ostentosas y lujosas, inútiles para la mayoría de la gente. En algunas grandes urbes, como México y Lima, poderosas mafias controlan el inmenso negocio de la basura. En Quito, en el llamado “botadero de Zámbiza” sucede algo similar.

Mejoras complementarias

Cerca del depósito se construye un amplio local. En poco tiempo, los hijos pequeños de las mujeres no quedarán solos: una guardería los atenderá mientras ellas trabajan. El local contará también con duchas, un lugar para cambio de ropa y un sistema de atención primario de salud que ya está en marcha. Se establecerá un adecuado asesoramiento para el control de la natalidad (no hay que llamarla eufemísticamente “planificación familiar” o “paternidad responsable”), que incluirá a las hijas de las mujeres, como también prácticas de refuerzo a los estudiantes, el establecimiento de becas para los hijos y capacitación familiar.


La recuperación primaria de la ciudad

En Cuenca, otra asociación con 55 socios, de los cuales 50 son mujeres, trabajan en la clasificación primaria. Lo mejor, y lo menos sucio, es separado a este proceso. Inicialmente este programa arrancó como un plan del INNFA llamado “niños al reciclaje” como una forma de dar ocupación a los niños de la calle, que luego se transformó en “familias en acción”, cuando los chicos fueron enviados a estudiar. El Municipio de Cuenca ha entregado 700 metros cuadrados en el parque industrial para proyectos futuros. Ahora disponen de una bodega dentro de la ciudad, donde todo este material “limpio” es envalado en forma ordenada. Necesitan un pequeño camión, aunque sea usado, y no lo pueden comprar todavía.

Los proyectos futuros

Tres principios básicos sintetizan el ideal de futuras realizaciones: reducir el consumo, con el propósito de producir menos basura, reusar todo lo posible y, finalmente, reciclar. La idea es comenzar con la selección en la fuente, que comienza con la separación de los diferentes tipos de basura en cada domicilio. En Cuenca ya existe un plan piloto en uno de los barrios de la ciudad.

El “otro país”, ese desconocido

Este es un ejemplo vivo de ese “otro país”, del que no sabemos y del que no queremos saber. Más de una decena de “periodistas” de varios medios fueron invitados, con buen desayuno y transporte de por medio, a la presentación del proyecto en Cuenca. Ninguno asistió. Prefieren los escándalos, las palabras de los políticos o el comentario de la última derrota de la selección de fútbol. Toda la directiva de esas mujeres, que preparó refrescos y sándwichs, se reunió con un solo interlocutor: el autor de esta nota. ¿Cuántas mujeres como éstas pueden acceder a una vida medianamente más digna con el monto que el país gasta en un partido de esa misma selección en el exterior? ¿Cuántas más con sólo el producto de la venta de una oficina privada, con su mobiliario, del presidente ejecutivo de un banco sometido a saneamiento; el valor de algunos “caballos de paso” que se han puesto de moda; el salario anual de diez diputados?

¿Llegarán las supuestas ventajas de la dolarización a estas mujeres o a los millones de ecuatorianos que están o bordean la extrema indigencia?

(Quito, abril 2000)