REVISTA SEMANA – DIARIO EL EXPRESO, Guayaquil 13 de abril 2008

"La literatura está en mí”

Redacción Semana

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Los últimos días de marzo la noti­cia dio la vuelta al mundo por medio de las agencias de noticias. La obra de un ecuatoriano cuyo seudónimo era Sergio Lozada, figuraba entre las diez novelas finalistas del II Premio Iberoamericano Planeta-Casa de América. La obra titulada La casa del des­ván fue escogida junto con otras 9, de un total de 557 novelas r. medentes de dis­tintos países de Iberoamérica.

Aquel supuesto Sergio Lozada resultó ser el escritor quiteño Modesto Ronce Maldonado cuya obra fue calificada por un jurado compuesto por los escritores Gioconda Belli, Alvaro Rombo y Marcela Serrano, junto al director general de Casa de América, Miguel Barroso, y el director editorial de Planeta Argentina, Ignacio Iraola. Y aunque no ganó el primer lugar su texto compitió palmo a palmo con la novela ganadora La casa de Dostowieski del reconocido escritor chileno Jorge Edwards.

Ponce tiene 70 añosy empezó a escribir hace tan solo una década. Fue estudiante de Derecho y se licenció en Ciencias Sociales y Políticas. Administró empresas industriales por más de 25 añosy luego lo atrapó la literatura. En 1997 publicó la pri­mera edición del cuento "También tus arcillas", y en el 2005 la novela "El palacio del diablo". Ahora espera que su novela "La casa del desván", sea publicada por Planeta Ecuador en junio.

 

¿Es de gran importancia que un escritor ecuatoriano haya estado entre los 10 fina­listas del Premio Iberoamericano Planeta-Casa de América?

La literatura ecuatoriana no tiene por qué ser inferior, y de hecho no lo es, a las otras en Latinoamérica. Uno de los graves problemas, a más de la disgregación, el racismoyel individualismo, es que nonos queremos ni queremos lo nuestro. Destruimos bosques y ciudades. Eso nos aplasta y contribuye, en cierta manera, a que el país pese menos de lo que vale, y esta circunstancia puede limitar nuestros lenguajes o hasta castrarnos. Nos une lo negativo. No lo que somos, tenemos y valemos. Uno escribe donde le toca, pero es fruto del entorno desde que nace. A pesar de las barba ras desigualdades socia­les y de su consecuencia la pobreza y la violencia, la gente es buena y trabajadora, aún se respira, aunque con dolor.


¿Con 70 años a cuesta no le parece que empezó a escribir muy tarde. Tiene solo 10 años en este oficio?

La literatura estuvo siempre dentro de mí. Nunca dejé de leer, a pesar de épocas con muchas ocupaciones. La lectura, a más de la vida, son el alimento del escritor. Siempre me atrajo la palabra, amé a los libros, los cuidaba y hasta acariciaba. La magia de otras vidas y otros universos me deslumhraban. Alguien dijo que "la litera­tura es la narradora heterodoxa de la his­toria". En la literatura todo es ficción y mentira. En consecuencia, todo es verdad. Empecé a escribir por una necesidad vital, porque necesitaba respirar. Estudié Derechoy luego me dediqué a actividades gerencialesy particulares. Otros mundos...

 

¿Cuando concluyó la obra, consideró quepodía estar entre las semifinalístas?

Hay que jugársela. Los concursos son una ruleta y la mayoría de los escritores envían sus obras. Yo no pensaba en nada. Simplemente la envié. Una obra puede cir­cular sola dentro de un país, pero —salvo el caso de escritores famosos— necesita de las editoriales grandes y de los premios. Ecuador está aislado. América Latina tam­bién. No nos conocemos entre nosotros. Piénsese nada más que los grandes escri­tores latinoamericanos han vivido en Europa: Hay dos graves limitaciones más: el bajo nivel de lectura de la gente y la invasión de literatura basura, de autoayu-da o esotérica. Nos estamos degradando debido al marketingya la estupidez.


¿En qué se fundamenta la historia La casa del desván, cuál es el hilo conductor de la historia?

En mi primera novela El palacio del dia­blo creo un universo de personajes, histo­rias y significados alrededor de Quito, ciu­dad que, más que un espacio narrativo, es un personaje. Confieso que, a veces, soy cruel y crítico con mi ciudad, amada y odiada a la vez. Se trata de una novela que cuestiona al poder. En ese sentido es una obra "hacia fuera". En La casa del desván me traslado hacia el cerebro de un enfer­mo mental que termina en un sanatorio. Voy, pues, "hacia adentro", hacia ese uni­verso infinito y complejo. Yo diría, aunque no lo puedo saber, que la obra fue escogi­da por el lenguaje y por su estructura.


¿En qué tiempo narra la novela?

El tiempo novelesco ocurre por el año 1995. Sucede en dos bloques: el primero, seis meses antes del ingreso al sanatorioy luego dos meses de internamiento. Los bloques no son sucesivos; se alternan. El primer bloque está escrito en primera per­sona; el segundo en tercera persona, con constantes flashbacks. El 70% de la novela ocurre en realidad dentro de la cabeza enferma del protagonista, donde todo es caóticoyfragmentado, hasta tal puntoque lo que sucede en la casa que tiene un des­ván ocurre exclusivamente dentro del cere­bro. Todo el primer bloque del sanatorio está contado a la inversa, o sea desde ade­lante hacia atrás. El lector no se pregunta qué pasará mañana, sino qué sucedió ayer. En este bloque, además, el protagonista vive cincuenta años atrás, aunque mantie­ne su edad de 50 años. La novela se cuenta en una ciudad imaginaria, innombrada.

 

¿La casa del desván tiene relación con sus otras obras? 

Son totalmente independientes. Aún mis cuentos de También tus arcillas, son muy diferentes entre sí. El palacio del dia­blo tiene muchos referentes históricos y literarios. El texto tiene varios narradores, inclusive un "coautor ficticio". Siempre he pensado que, en mi caso, el tema tratado me impone cierto estilo y puntos de vista exclusivos. Dicen que forma y fondo son un conjunto inseparable. La forma puede ser el fondo y a la inversa.

 

¿Se ha encarnado en los personajes de sus obras para poder contar sus historias?

No. Mi primera regla es crear personajes fuertes que me alejen y alejen mi vida de lo que escribo. Más todavía, sin personajes fuertes no creo que haya novela. De todos modos, sabido es que el "ser" de cada uno está en todo y uno presenta su visión del mundo. Además, hay procesos de desdo­blamientos y, sobre todo, escribe el sub­consciente, el instinto. Ni siquiera se sabe, a veces, por qué las cosas salen de cierta manera en la pantalla de la computadora. El autor está y no está. El autor es y no es.

 

¿Qué le falta por escribir?

Todo. No acabarla nunca. Hace ocho meses comencé una novela corta y tengo planeado una cuarta y un nuevo libro de cuentos. Los temas previstos no se agotarían ni con otra vida.