Jorge Velasco Mackenzie: entre las sombras y el lenguaje (Rev. Gestión)

Jorge Velasco Mackenzie (Guayaquil, 1949), autor, entre otros libros, de El rincón de los justos y Tambores para una canción perdida, añade Río de sombras (Alfaguara, 268 págs.) a su magnífica trayectoria literaria. “Adelante está la ciudad, una ciudad gris en las tierras del Sur”, escribe al comenzar y terminar la novela. Y esa ciudad, Guayaquil, no es contada todavía —“historia de una escritura imposible”, dice Dalton Osorno en la contratapa—: solamente se mencionan sus dioses y sus héroes, perennizados en monumentos de mármol; únicamente se refieren los lugares por donde va y viene el personaje principal, el estadio monumental, las tierras del Guasmo que acaparó Juan X., al malecón, el parque Centenario. Es Basilio, que se ha ganado la vida de larvero en la isla Puná, un personaje-sombra para quien cualquier día puede ser el único o el último, junto a un ciego, a una adolescente que pasa por su hija sin serlo y a quien nunca tocará, la miserable pensión donde llega en la ciudad con las mujeres que se meten en sus sábanas, a la botella de trópico, la referencia al manglar como útero donde nació la urbe, con sus habitantes húmedos, los temores del Basilio niño, cuyo padre fue bombero, que imagina una ciudad sepultada bajo el agua en el invierno acaso porque fue e incendiada muchas veces en el pasado…

No obstante, la verdadera dimensión de la novela está en la creación de un lenguaje propio, un lenguaje que se basta a sí mismo, un universo de palabras que nace en el personaje-narrador, en Basilio, para consumirse en él mismo. Un lenjuage lleno se significados y referencias, porque existen otros niveles no narrados, otros mundos no contados o que no se quieren contar, donde esas sombras que tan continuamente se evocan viven, tal vez en la misma ciudad, como los húmedos habitantes imaginarios del manglar que se comunican entre sí sin hablar. “¿Quién inventa a quien esta historia? …¿Quién soy yo que la cuento?” dice el propio Brasilio, perdido en los manglares buscándo a otro que lleva su nombre, buscándose a sí mismo. (MPM).

(Quito, septiembre de 2003)